Ciencia y Cultura


José Luis Jiménez-Frontín
(España)

REQUIEM DE LAS ESFERAS II
Quien lo recuerda sabe.
                             En el principio era
sopa no condensada, pura energía boba,
filamentos sin tiempo, vómitos apilados
en cadenas sin fin -su fin era su inicio,
estruendoso silencioso que nada percibía.

Después -en qué momento es inútil saberlo-,
el peso palpitante se contrajo
hacia el más leve centro, y la sopa bulló
con un rugido hondo que a sí mismo se oía
emergiendo sin cráter de donde no hay derecha,
izquierda, arriba, abajo, ni delante ni atrás,
sólo el peso flotante de cien mil universos
sobre el eco sonoro de la palabra Brahman
o el hueco entre los dedos de su danzante pie
-pues precisa el poema, para decirse, un nombre.

Y el peso, el dedo, Brahman, no quiso resistirse
y se inflamó en sí mismo con estruendosa hóndura,
y a sí mismo se hizo ya para siempre el tiempo,
el círculo del tiempo, y mires donde mires
no puedes abarcarlo: el vacío, las formas,
la sonora energía, la materia viajera
con sus leyes diversas en sus cosmos diversos,
y los gases de fuego en todas dimensiones escupidos
como semen de Brahman para placer de Brahman
-pues es así nombrado por la voz del poema.

Y los mundos giraban sin alma todavía,
a oscuras gravitando
en todos los posibles universos
-el del tiempo, el del ruido,
el del deseo acuoso y el de la acción violenta,
el que no tiene forma ni palabra posible
que conformarlo pueda-
y desde aquel entonces estallan, se derivan,
de sí mismos se alejan
como arena aventada en la noche ominosa.

Pues mires donde mires no puedes abarcarlos
ni imaginar debieras
el rayo deslumbrante de sus irisaciones
-fuego vivo y vacío musitando tu nombre,
que nada significa.
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