Es nuestra fe una misma, fe en la vida inmortal de la conciencia, esta fe que agoniza bajo la pesadumbre de la ciencia entre esos pueblos de avaricia y lujo; ciencia menguada que es sólo ceniza del eterno saber. Sobre el diluvio custodiamos el arca, el arca del tesoro primitivo de la infancia del hombre, y en apretada harca los pueblos infantiles, contra los otros viejos, los gentiles, luchemos por la fe, la del Dios vivo -Dios cree que el hombre es inmortal, eterno- y ungidos por la fe en estrecho abrazo, de Dios en el regazo, gozaremos la paz, que es la victoria, pisoteando la escoria del mundano saber. Alzado el pecho, ¡seamos del Señor brazo derecho! |
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