Pase el poema ahora sobre todas las páginas de anaqueles sin fin que Borges entreviera, para llegar al punto en que el oscuro polvo en cadenas se engarza con hilos de vacío. y a esta cuerda vibrante un nombre le otorgamos, y otro a esa otra, y a todas sus escalas de entrelazados nudos también les damos nombre.
Y cada escala de Jacob perfecta otra cosa no es sino el peldaño de otra escala más curva, más compleja que se eleva y retuerce conformando otro peldaño para el más firme pie -aquel en cuyo extremo imperceptible se originó el anhelo de tanta construcción y juego palpitante.
Y millones de páginas más tarde, las esferas colgantes en la noche un hombre sopesó, tras escuchar los golpes de sonoros martillos en la fragua, y ensoñó el monocordio, las casas del Zodiaco, el reloj exactísimo de agua, los nombres de los dioses y el son escalonado de los mundos numéricos del uno al nueve, y sus combinaciones sin números impuros en la mente ordenada, pese al caso del cero, inexplicable.
Alto -la voz ordena -, es necesario dejar a un lado los doce últimos versos, pausar el canto, entrecerrar los ojos, avanzar hacia atrás. |
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