Ciencia y Cultura


Roald Hoffmann
(Polonia)

PRUEBAS DE LA EXISTENCIA DE DIOS
I. EL ARGUMENTO DEL RELOJERO
Mientras me ducho, se va la luz y
la casa se queda en extremo silenciosa. Bien,
tengo una pila de pijamas y calcetines sucios
en la lavadora y, estando en posesión de un doctorado,
conjeturo que probablemente el cableado no soporta
a un tiempo el agua caliente (la ducha lleva
fluyendo un buen rato, lo admito) y la colada.
Así que me apresuro hacia el garaje, pulso
unos cuantos interruptores, pero la bombilla roja
(15 A) sigue roja. Sin embargo las otras luces continúan
encendidas, lo que interpreto como un buen augurio, y vuelvo
a conectar la lavadora, pero en cinco segundos
todo se vuelve a parar. Decido que es
mejor terminar el lavado a mano, abro
la puerta frontal de carga, con lo cual se forma
a mis pies un lago de agua oscura y jabonosa.
Ya era hora de fregar el suelo de todos modos,
y tras achicar parte del agua empiezo
a hacer justo eso. Pero se me ocurre que,
ya puesto, debería traer algo de leña, lo que
ensucia todo, sacar el montón de cenizas
fuera. Así que traigo un cubo de metal
y lo lleno con las cenizas, pero entonces
cerca de la puerta hay un pequeño charco
de agua que olvidé secar, resbalo,
me contorsiono fantasmagóricamente para
evitar la culada, sin soltar el cubo y
sin dañarme la espalda. Pero algunas
cenizas se escapan, y ocurre que caen en su
mayoría sobre los tres pares de zapatos
pulcramente ordenados junto a la puerta. Me digo
que las cenizas son limpias, en los viejos tiempos
la gente incluso las usaba para limpiar. Y que justo
hoy puede ser el día perfecto para trabajar
en la revisión de nuestro manuscrito sobre
El Diseño Racional de una Constante
de Acoplamiento Máximo Electrón-Fonón.
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