Un geólogo de Inglaterra hizo a su país notorio, sin moverse de su tierra, ni aún de su laboratorio,
los ríos y las montañas que escondían al mortal las misteriosas entrañas de toda el África austral.
Y Livingstone, que seguía aquella ignota región, de cuanto el sabio decía halló la confirmación.
Estudiando Le Verrier un intrincado problema, un nuevo astro creyó ver en nuestro solar sistema.
Y citándole en su esfera, al saber su movimiento, le mandó compareciera a un punto del firmamento.
Contra todo lo esperado, de la región infinita en el punto señalado Neptuno acudió a la cita.
En las regiones vecinas a la bíblica Israel, donde aún se ven las ruinas de Nínive y de Babel,
de ladrillos calcinados se hallan montones enormes, en cuya arcilla hay grabados caracteres cuneiformes.
Botín fueron de un viaje y un sabio halló su secreto, y resucitó un lenguaje, y adivinó un alfabeto,
Y en los signos descubiertos hoy leer bien podemos ya la historia de pueblos muertos veinte y cinco siglos ha.
Y ni uno de los tres sabios, ni ningún sabio del mundo, osa desplegar los labios ante el misterio profundo
del microcosmos, del ser; mundo en cuya realidad todo se puede saber, todo, menos la verdad.
Nadie sus leyes percibe, sus secretos no sabemos, y esto que en nosotros vive desde el punto en que nacemos.
Ni aun el sabio de más fama, si es de lo falso enemigo, dirá: esta mujer me ama, o bien: este hombre es mi amigo |
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