Ciencia y Cultura


DE UN CIENTÍFICO OLVIDADO

 

Historia de un cosmopolita. José María de Lanz y la Fundación de la Ingeniería de Caminos en España y América. Lucena Giraldo, Manuel.  Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos. Madrid, 2005. 266 páginas.


Se recupera la vida y la obra de un clásico de la ciencia española


 
 

Era necesario rescatar la persona de José María de Lanz del olvido en que ha permanecido desde su muerte en 1839. José Garcia-Diego fue uno de los primeros que escribió sobre Lanz en su libro "En Busca de Betancourt y Lanz", en el año 1985. El mismo García-Diego, fundador y presidente de la Fundación Juanelo Turriano, quiso completar su primer estudio biográfico con una investigación que diera a conocer la vida de Lanz y confió la tarea al joven investigador Manuel Lucena. El trabajo no era fácil. Salvo en los últimos años del siglo XVIII y primeros del XIX, no se tenían noticias ni se conocían documentos sobre nuestro personaje. No estaba claro el papel que Betancourt o Lanz tuvieron en la creación de la Escuela de Caminos y Canales. Lo mismo ocurría con su contribución a la realización de lo que podemos considerar su obra más importante; el "Essai sur la Composition des Machines", el primer tratado sobre cinemática industrial. La figura de Agustín de Betancourt, ingeniero, inventor y científico, bien conocido y estimado en toda Europa, inclinaba a atribuirle en exclusiva, todo aquello con lo que estuvo relacionado.

Manuel Lucena investiga e interpreta su contribución en todas las actividades que realizaron en común. Su opinión de que la Fundación de la Escuela de Ingenieros de Caminos y Canales se debió principalmente a Lanz y no a Betancourt puede ser discutible, puesto que este último pensaba ya en ello en el año 1985. Como dice José García-Diego, es mérito, no pequeño de Betancourt el decreto fundacional. El plan de estudio y la práctica de la enseñanza se debieron a Lanz.

Es también nueva la atribución al Conde de Guzmán de la creación de la Inspección General de Caminos y Canales, que era una aspiración de Betancourt desde hace años. Es totalmente nuevo lo que dice sobre la actividad de J. M. de Lanz bajo el régimen de José Bonaparte, salvo su desempeño de la Prefectura de Córdoba, que fue objeto de un libro de Demerson, editado por la Fundación Juanelo Turriano. Es muy interesante lo que Lucena descubre sobre su actividad a favor de la independencia de Argentina y Gran Colombia.

En la Argentina fue nombrado director de la Academia de Matemáticas y primer profesor de ciencias exactas y naturales, y redactó un reglamento provisional, inspirado en el de la Escuela de Caminos de Madrid. Pero no le gustó el ambiente de luchas partidistas y se marchó de nuevo a Europa, dejando en mal lugar a Puyrredon, su valedor. Su permanencia en Buenos Aires no llegó a un año. De nuevo en Francia preparó la 2ª edición del "Essai sur la Composition des Machines", corregida y ampliada, ya en solitario, aunque su nombre y el de Betancourt siguieron figurando como coautores. Este último hacía más de 10 años que estaba en Rusia. La nueva edición da cuenta detallada de la que apareció en 1917, así como de la inglesa de 1920.

Su amistad con F. A. de Zea, criollo neogranadino, antiguo director del Jardín Botánico de Madrid, Vice-Presidente de la Gran Colombia, le proporcionó ocasión de marchar otra vez al Nuevo Mundo donde desarrolló una importante labor como cartógrafo puesto que levantó el plano de Bogotá y realizó el mapa de Colombia. Intervino en la creación de un Museo de Ciencias Naturales y una Escuela de Minas. Su último encargo fue una misión a favor de la nueva República Gran Colombia, que le volvió a llevar a Francia, no fue coronada por el éxito. En 1829, Simón Bolivar, el libertador, le expidió una carta de retiro, sin ninguna pensión, alegando que Colombia no necesitaba de sus servicios. Según frase del mismo Bolivar "quien sirve a una revolución ara en el mar".

Poco más se sabe de su vida en París. Debió preparar una nueva edición del Essai, que apareció en 1840, un año después de su muerte en la Casa de los Breguet. No se sabe donde está su tumba.

La capacidad de J. M. de Lanz como científico y como maquinista, no fructificaron en lo que se podía esperar. Sin duda, su compromiso político frustró tales esperanzas.

En resumen, el libro contiene numerosos conocimientos sobre la vida de J. M. de Lanz, sobre acontecimientos de un período apasionante de la Historia de España, es un libro excelente que merece la pena leerlo y cuenta con unos índices que estimo son de gran utilidad.

Javier Goicolea
Vicepresidente de la Fundación Juanelo Turriano