En 2005 se cumplió el primer centenario del nacimiento de Severo Ochoa. Este tipo de efemérides suelen originar auténticos aluviones de literatura, de suerte dispar; afortunadamente en el caso de Ochoa la producción editorial y los actos de conmemoración han sido relativamente escasos, pero fructíferos, y han estado lejos de la saturación (casi hartazgo) que otros centenarios produjeron. Este centenario ha rendido dos libros y una exposición. Los dos libros (Severo Ochoa. De músculos a proteínas, de María Jesús Santesmases, publicado por la Editorial Síntesis (ver reseña ya publicada) y Severo Ochoa y España, escrito por Marino Gómez Santos para la Editorial Trotta) son obras con enfoques claramente distintos: el primero estrictamente científico, el segundo enfocado sobre la vida y aspectos más íntimos; pero ambos nos ofrecen facetas complementarias de su figura, y permiten una aproximación cabal a la obra y personalidad del investigador.

La exposición se celebró en la Residencia de Estudiantes de Madrid, en las últimas semanas del año 2005 y los primeros meses del 2006. La exposición se completó con un volumen, elegantemente editado -en la línea de las publicaciones de la Residencia- en el que se incluyen trabajos de historiadores de la ciencia (María Jesús Santesmases y Josep Lluís Barona), analizando los hitos biográficos de Ochoa o su vinculación al Laboratorio de Fisiología de Juan Negrín en la propia Residencia. Afortunadamente, estos trabajos huyen de la erudición del especialista, evitando los complejos nombres técnicos, la infinidad de notas al pie, las largas citas o la exhaustividad en la bibliografía; permiten así un acercamiento del público general a la labor de Ochoa y a su etapa de formación en España.

Si los trabajos de los historiadores dan una visión global y sólida, un segundo grupo de trabajos incluidos en el libro suponen una interesante novedad: se recogen testimonios y valoraciones de destacados investigadores españoles que tuvieron estrecho contacto con Ochoa. Santiago Grisolía, repasa su relación con los Estados Unidos; Antonio Sillero y María Antonia Günther rememoran la estancia con Ochoa entre 1967 y 1970; Federico Mayor Zaragoza y Julio Rodríguez Villanueva recuerdan el protagonismo del asturiano en la fundación de la Sociedad Española de Bioquímica y en la Fundación Areces; Margarita Salas hace un breve relato sobre la creación del Centro de Biología Molecular y César de Haro relata su experiencia junto a Ochoa, en sus últimos años de trabajo en el CBM. Estos testimonios tienen una relevancia especial: no es frecuente en el panorama científico español que los investigadores escriban sus recuerdos, vivencias y reflexiones sobre lo periodos inmediatamente pasados; cuando lo hacen, y este es el caso, nos ofrecen fuentes de información de primer orden para una correcta comprensión del reciente desarrollo científico español y el papel que una gran figura como Ochoa pudo tener en el mismo. Es cierto que las valoraciones de testigos o protagonistas activos siempre están sometidos al filtro de la propia subjetividad, y que en algunos casos no son infrecuentes el énfasis en los aspectos más positivos, y la minusvaloración o enmascaramiento de los más peliagudos; pero son testimonios importantes y el lector puede 'pulirlos' para extraer su propia opinión sobre el personaje, su época y su labor.

Un último aspecto notable que queremos resaltar es la rica y bien seleccionada iconografía que acompaña la edición: fotografías del Archivo Severo Ochoa, depositado en el Museu de les Sciences Príncipe Felipe de Valencia, comparten espacio con imágenes del Archivo de la Residencia de Estudiantes e imágenes inéditas pertenecientes a la colección de Federico Mayor Zaragoza u otras colecciones particulares.