Ciencia y Cultura


DEL DETERIORO

 

Raíces económicas del deterioro ecológico y social. Más allá de los dogmas. Naredo, José Manuel.  Editorial Siglo XXI. Madrid, 2006. 288 páginas.


Un análisis de sus causas


 
 

Este es un buen ejemplo de libro cuyo título avanza con claridad cuál va a ser el contenido. De hecho, José Manuel Naredo lo que hace es estudiar las causas del deterioro ecológico y social proponiendo una serie de soluciones que vayan más allá de los dogmas en los que estamos inmersos, consciente o inconscientemente. Su punto de partida consiste en que la economía, en tanto que disciplina intelectual, sigue instalada en un serio problema -que no reconoce- de conceptos y de lenguaje y que causa el deterioro antes mencionado.

El problema de conceptos reside, fundamentalmente, en que la economía que se enseña y se practica sigue aplicando una noción de sistema cerrado, es decir, que no tiene relaciones con la naturaleza ni la sociedad. En consecuencia, el marco institucional o conjunto de reglas de juego que va a legitimar esas decisiones es un marco que ignora, deliberadamente, a la naturaleza y a la sociedad. Así pues, la única dimensión válida a la hora de tomar decisiones "económicas" es la dimensión monetaria. Esto ya nos da una primera idea de lo que se ignora o se deja fuera de la argumentación económica.

El problema de lenguaje consiste en el uso de metáforas que, aparentemente explican, pero que en la realidad ocultan qué es lo que está ocurriendo. El uso de términos o metáforas como progreso, crecimiento, riqueza, producción, desarrollo, etc., todo medido en términos monetarios, con los que nos hemos familiarizado todos, seamos o no economistas, nos hace creer que sabemos de lo que hablamos y que esto puede seguir así. Pero desde que se introduce la dimensión física todo este lenguaje se muestra como un auténtico parloteo, una vulgata planetaria, un lenguaje vacío que no nos permite, de verdad, entender en qué mundo vivimos ni qué implicaciones ecológicas y sociales tienen nuestros hábitos de vida.

¿Se ha intentado algo para superar esta situación? Sí, hay dos respuestas. Una viene de la mano de la llamada Economía Ambiental, que trata de valorar monetariamente los impactos ambientales que, "ocasionalmente", genera la economía. Se trata, en resumen, de imputar valores monetarios a esa naturaleza previamente ignorada pero sin cambiar los conceptos, es decir, sin asumir que la economía, en tanto que actividad humana, está inserta en la naturaleza, depende de los flujos físicos y genera residuos, de acuerdo con las leyes de la termodinámica que esta economía ignora. El resultado, como señala Naredo ironicamente, consiste en que "Mientras llueven cada vez más toneladas de literatura económica ambiental, el deterioro ecológico se extiende por el mundo al ritmo que marca el pulso de la coyuntura económica" (p.36). Asociada a esta respuesta está también el llamado "greening" de la economía que no es nada más que propaganda ambiental pagada, habitualmente, por las empresas que más contaminan en la que expresan su "seria" preocupación por el medio ambiente y el desarrollo sostenible. Por supuesto, esta preocupación es sólo ceremonial, de hecho, todos los gobiernos y empresarios "apuestan" por el Desarrollo Sostenible mientras arrasan alegremente con el medio ambiente bendecidos por la respectiva Consejería o Ministerio de Medio Ambiente. No hace falta decir que estas Consejerías y Ministerios no sirven absolutamente para nada mientras no se cambia la mentalidad del resto de los Ministerios, empezando por el de Economía y el de Fomento (de las infraestructuras).

La segunda respuesta, que es la que defiende Naredo, es la que ofrece la Economía Ecológica y requiere una revisión conceptual en la que la dimensión biofísica ocupe el lugar prioritario que le corresponde, con una contabilidad adecuada de los flujos físicos y energéticos que dé lugar a un marco institucional adecuado para tomar decisiones con otros criterios, de manera que se entienda con claridad qué opciones son viables físicamente y de dónde vienen los valores monetarios. Además, y esta es quizás la parte más novedosa del libro, desde mi punto de vista, Naredo sugiere cambiar las metáforas antes criticadas por otras metáforas del mundo de la biología y la ecología que ayuden a entender el comportamiento del ser humano y nos permitan entender dónde vivimos y cómo debemos actuar para seguir viviendo en este planeta.

¿Cuáles son esas metáforas? Esencialmente se trata de considerar a "la especie humana como una patología parasitaria de la biosfera que deteriora, simplifica y devora el complejo entramado de ecosistemas y paisajes que había llegado a tejer la vida evolucionada en la Tierra" (p. 208), sin olvidar que a todo este proceso la economía convencional le sigue calificando actualmente de progreso. Esta es la patología del crecimiento en la que el parásito invade al huésped. Un ejemplo de esta metáfora es la analogía entre el melanoma y la urbanización difusa que impera en el mundo y que España ejemplifica tan bien en los últimos años. No se puede ignorar que el melanoma avanza sin ser fácilmente reconocido hasta que da la cara y el proceso es, con frecuencia, irreversible al haber cerrado ya todas las opciones de reconducir la situación.

Naredo también señala las patologías competitivas que aparecen cuando el enfrentamiento se impone sobre la cooperación y la extracción depredadora sobre la producción renovable. Queda claro que el término competitividad aquí significa saqueo y es empleado por el autor para mostrar las relaciones entre el depredador y la presa o entre los países ricos y el resto del mundo. "Lo cual testifica que el desarrollo es hoy un fenómeno posicional, en el que los países ricos trascienden las posibilidades que les brindan sus propios territorios, y sus propios ahorros, para utilizar los recursos (y los sumideros) disponibles a escala planetaria, por lo que no cabe generalizar sus patrones de vida y de comportamiento al resto de la población mundial" (p. 215). Es más, las reglas del juego económico-financiero que hacen posible lo anterior "...refuerzan un orden territorial crecientemente polarizado en núcleos atractores de recursos, capitales y población y áreas de abastecimiento y vertido que se despliega tanto a escala global como regional y local" (p. 218). El último capítulo está dedicado a mostrar en el caso de España la capacidad explicativa de estas metáforas y conceptos.

En definitiva, este es un libro profundo, erudito y lúcido, como todo lo que escribe su autor. Y su lectura exige atención y tiempo pues cada capítulo constituye una reflexión detallada de ideas y conceptos llena de sugerencias y de reflexiones que obligan al lector a pararse, a subrayar, a anotar y a volver sobre lo leído. Desde luego, esto no es nuevo, José Manuel siempre escribe así. De ahí que los estudiantes de economía se sorprendan de lo "densos" que son sus textos, al estar acostumbrados a Manuales de Economía que, habitualmente, simplifican e, incluso, banalizan, los argumentos que presentan.

¿Es posible dar el paso de la Economía convencional a la Economía Ecológica? Es posible y necesario si no queremos caer en lo que Michel Bosquet llamaba en los 80 el fascismo ecológico. Pero el paso más importante pasa por atreverse a pensar por cuenta propia, "Pues creo que el principal problema que frena la posible reorientación mental e institucional de nuestra sociedad hacia horizontes ecológica y humanamente más saludables no es tanto la ausencia de alternativas como el afán de no poder ni querer verlas al tener la mente embotada por la mitología imperante. Son las trabas mentales las que impiden concebir y elaborar nuevos marcos institucionales capaces de reorientar las formas de propiedad, de valoración mercantil, de útiles financieros, de relación laboral y de protección social" (p. 229). Es esta ceguera -socialmente construida y que descansa, parcialmente, en las sanciones a quienes se atreven a ver y comprender- lo que constituye el problema más serio.

Federico Aguilera Klink
Universidad de La Laguna
Premio Nacional de Economía y Medio Ambiente 2004