Ciencia y Cultura


MAYR Y LA BIOLOGÍA

 

Por qué es única la biología. Mayr, Ernst.  Katz Editores. Buenos Aires, 2006. 280 páginas.



 
 

La obra consta de una introducción y doce capítulos y toda ella es un reflejo de la conocida tesis del autor sobre las particularidades de la biología como ciencia. En buena medida todos los capítulos son resumen o bien una clarificación o puntualización de los motivos que le llevan a sostener tal idea. Es por ello, a mi juicio, que la obra no es fácilmente accesible, por excesiva conceptualización, a aquellos que no están familiarizados o, simplemente, interesados en conceptos tales como el de teleología, el reduccionismo en biología, o la relevancia para esta ciencia de por ejemplo las nociones de selección o de especie. Para ello Mayr nos remite a sus obras previas, lo que exige al lector un esfuerzo adicional de búsqueda en ellas o en otras donde se trata de asuntos similares, esfuerzo que, de no llevarse a cabo, puede conducir a una insuficiente comprensión de los argumentos que rodean las tesis principales del texto. En otras palabras, estamos ante una obra en la que podemos perdernos. A pesar de esta circunstancia, negativa a mi juicio, contamos con otra a favor de la obra. Mayr nos dice en la introducción de que es la última vez que va a entrar en el análisis de conceptos 'polémicos en biología'. Qué duda cabe, Mayr ha sido uno de los grandes abanderados del pensamiento biológico de las últimas décadas y lo que nos demanda es que hagamos un esfuerzo de comprensión de aquello que ha venido sosteniendo durante décadas. Pero hay más. Probablemente sea por la claridad de un pensador muy avezado -esta ha sido su última publicación- el caso es que nos expone los errores que se vienen cometiendo en torno precisamente a algunos conceptos polémicos. No deja títere con cabeza y no le importa reconocer el poco conocimiento que muchas veces sustenta los juicios formulados por parte de otros científicos y pensadores en relación con conceptos claves en biología. El mismo es autocrítico y claramente nos expone que en algunos casos el tampoco ha llegado a resolverlos o clarificarlos. Este tipo de actitud es propio de quien no tiene otra pasión que la del puro ejercicio de la actividad intelectual honesta. Dos ejemplos, entre muchos, que pueden ayudar a entender a qué me estoy refiriendo. El primero es sobre la especie biológica, concepto central en biología, del que se ha escrito ingente literatura y que es un tema de interés desde prácticamente los albores del pensamiento occidental. Mayr no tiene reparo alguno en sostener que muchos de los que han reflexionado sobre ello son unos diletantes. Les llama "taxonomistas de sillón". Recogiendo el contenido de una carta de Darwin a Joseph Hooker, Mayr enfatiza que para hablar del tema con conocimiento, el interesado debiera haberse ensuciado las manos, realizado trabajo de campo estudiando casos concretos. El segundo versa sobre la propia idea de Kuhn en torno al papel de las revoluciones científicas en la ciencia. Mayr critica al famoso historiador de la ciencia argumentando que, de haber hecho sus deberes estudiando en profundidad la historia de otras, además de la de la física, no hubiera concluido en su modelo explicativo de la dinámica de la ciencia basado en el cambio revolucionario entre teorías supuestamente inconmensurables.

Como comentaba anteriormente el argumento de la obra se construye sobre la consideración de que la biología es una ciencia particular, probablemente única. Podemos preguntarnos si no debe ocurrir lo mismo con cualquier otra ciencia. Mayr no entra en esa comparativa, y solamente le preocupa hacer una evaluación de la biología tras la identificación y correcta evaluación de sus peculiaridades. Pero es como dejar el trabajo a la mitad, porque solamente sobre la base de una comparación con otras ciencias podemos llegar a perfilar en qué medida la biología es única. En cualquier caso la concepción de Mayr sobre esta disciplina ha tenido una enorme influencia y, en buena medida, forma parte del sustrato metacientífico de muchos biólogos. No es una cuestión trivial el considerar la biología como una ciencia genuina. A ningún filósofo de la ciencia se le escapa la discusión sobre el estatus científico de la disciplina, discusión ya superada. Para ello podemos remitirnos a sus logros, empíricos y teóricos, o especular sobre sus posibles alcances en el presente siglo. Pues bien, siendo científica, sostiene Mayr, la biología tiene carácter histórico y, sobre todo, no tipológico (véase más abajo), y ahí radica su carácter único. Creo que la unicidad de la que habla Mayr se puede extender a otras disciplinas, preferiblemente a todas aquellas que estudian fenómenos tanto o más complejos que los que se tratan en biología. Pero el mayor acierto conceptual de Mayr, su mayor aportación al hablar de la unicidad de la biología, consiste en la superación del pensamiento tipológico que, por otro lado, es más propio del fisicalismo. Los objetos de estudio de la biología no se ajustan al esencialismo platónico, pues no existen entes tales como los arquetipos, de forma que los seres vivos reales sean aproximaciones imperfectas a ellos, y tales imperfecciones nada más que variaciones poco significativas. Por el contrario es la variación, la diferencia, lo genuinamente relevante para que los seres vivos procedan en su evolución. Pensar tipológicamente, en esencia, es pensar contraevolutivamente. May denomina al pensamiento tipológico como poblacional y tal forma de conceptualizar la biología tiene profundas consecuencias en ella. Probablemente el fisicalismo esté mas cercano a las esencias y los arquetipos de la física y el poblacionismo (si se me permite acuñar este término) sea una forma de pensamiento más afín a la realidad de las entidades vivas. Pero ahí, en el pensamiento poblacional radica la clave de la unicidad de la biología de la que habla Mayr. Sobre esto versan los dos primeros capítulos. El resto de la obra es una excursión conceptual con diferente calado. Para poder elaborar una filosofía de la biología apropiada sostiene Mayr que el interesado debiera considerar en profundidad una serie de conceptos. Primero, las diferentes acepciones del término teleología, para las que existe una explicación científica, a excepción de su acepción cósmica. Segundo, que la reducción entre teorías, algo bien distinto de la actividad de análisis en ciencia, no permite comprender la fenomenología biológica y que, como tal, debe ser desterrado, no solo de la biología, sino de la ciencia en general. Tercero, la relevancia del darwinismo en biología y allende. A juicio de Mayr las tesis del pensamiento darwiniano, una vez aceptadas (la primera fue la del propio hecho evolutivo y la última la selección natural), han sido decisivas para configurar el pensamiento poblacional. Cuarto, la insuficiencia en ciertas aproximaciones a la comprensión de la dinámica de las teorías científicas. Su decidida vocación por la biología es lo que lleva a Mayr a criticar la forma en cómo Kuhn pretende dar consistencia a su modelo de revolución científica. Quinto, en torno a la especie. De nuevo pensamiento poblacional hace acto de presencia frente al tipológico, porque solo visiones poblacionales pueden explicar cómo emergen las especies como entidades aisladas o discretas en un mar de continuidad de lo vivo. Los dos últimos capítulos, a saber sobre filogenia y evolución humanas y sobre la intrascendencia de saber si existe vida, ni tan siquiera inteligente, fuera de nuestro planeta son, a mi juicio, de menor calado intelectual. El primero de ellos es un relato, demasiado esquemático y descriptivo, sobre los hallazgos mas relevantes (faltan algunos) en torno a la filogenia de los homínidos. Y el segundo es una toma de posición, que sorprende, sobre el posible descubrimiento de otras biologías allende nuestro planeta. Y digo que sorprende porque siendo Mayr un filósofo de la biología y evolucionista consumado, no se acaba de entender si lo que no le interesa del proyecto es que se inviertan muchos recursos que bien debieran ir dirigidos al estudio de la biología del nuestro, lo que se podría entender, o que no aprecie la relevancia filosófica y científica de la aparición independiente de vida en otros lugares, lo que se entendería menos.

Andrés Moya
Catedrático de Genética
Director del Instituto Cavanilles de Biodiversidad y
Biología Evolutiva
Universitat de València