Ciencia y Cultura


PALABRAS DE UN MAESTRO

 

Lecciones de los maestros. Steiner, George.  Siruela, Madrid, 2004. 178 pág.


Uno de los últimos maestros de Occidente reflexiona sobre el maestro como categoría estructurante de nuestra cultura.


 
 

Cuando George Steiner pasó por Madrid en enero del año 2000 hubo ciertas voces reticentes que, apagado ya el fervor que el maestro suscitaba años atrás, le echaron en cara su creciente espiritualismo, identificado por los objetores con un gradual reaccionarismo. Esta última obra, Lecciones de los maestros, fruto de las lecciones impartidas en la cátedra Charles Eliot Norton de Harvard desmiente tan malintencionados reproches, pero sí viene a confirmar un dato: Steiner parece ya aquí hombre de otro tiempo, no porque él sea anacrónico sino porque somos nosotros quienes estamos o vamos a estar pronto fuera del tiempo de la historia de la cultura e instalados en el tiempo de la barbarie o de la semibarbarie.

Sócrates y Jesús son, para Steiner, los grandes maestros de la cultura occidental; Sócrates, a través de la imagen que de él difundió Platón; Jesús a través de los Evangelios y de sus discípulos. Su enseñanza fue oral, no escribieron nada, pero sus palabras (mitos de Platón, parábolas de Jesús) portaban el logos originario de la verdad, aunque no fuera o pudiera no ser verdad todo lo que afirmaran, y por eso su palabra ha horadado las rocas de los siglos.

La relación entre Sócrates y Platón, como la de Jesús y sus discípulos, fue una relación compleja, de intercambio, de ágape; pero los maestros pueden también destruir a los discípulos (Abelardo a Eloísa) o al revés (Judas a Jesús), El recorrido que traza Steiner es fascinante. Así comparecen, además de los maestros sumos, Plotino y, en cierto sentido, san Agustín; Abelardo y Eloísa; Virgilio y Dante; y en los tiempos modernos, entre otros, Flaubert y Maupassant; Husserl y Heidegger; Heidegger y Hannah Arandt ( y sus muchos discípulos esparcidos por todo el mundo); los heterónimos pessoanos Ricardo Reis y Álvaro Campos y su maestro Alberto Caeiro; el magisterio de Alain, etc. Steiner aborda también la tradición budista y la judía, incomprensibles sin la tarea de los grandes maestros.

Negros nubarrones amenazan este panorama: el especialísimo creciente de los científicos; la penetración de Internet que ha desequilibrado los presupuestos clásicos de la Wissenchaft ; la desnivelación y desjerarquización que elimina el concepto de autoridad y arranca al maestro su aura de venerable, residuo de una relación sagrada; el feminismo excluyente; la democracia de masas y sus medios de comunicación.

Al comienzo de su libro escribe Steiner refiriéndose a lo que él considera su privilegiada profesión de la docencia: <<Mi seminario de doctorado de Ginebra duró, más o menos interrumpido, un cuarto de siglo. Aquellas mañanas de los jueves estaban tan cerca de un Pentecostés como pueda estarlo un espíritu corriente, secular. Pero ¿en nombre de qué supervisión o vulgarización se me debería haber pagado para llegar a ser lo que soy, cuando -y he pensado en ello con un malestar creciente- podría haber sido absolutamente más apropiado que yo pagara a quienes me invitaban a enseñar?>> (página 27). Y aun antes:<<¿Por qué se me ha remunerado, se me ha dado dinero por lo que es mi oxígeno y mi raison d´être ?>>

Steiner, <<el último maestro>>, vive aún en el tiempo de la cultura; los demás, o muchos, tienen que replantearse, tenemos que replantearnos a la luz de este libro, en qué tiempo viven, en qué tiempo de verdad vivimos.

Miguel García-Posada