Ciencia y Cultura


MÁS ALLÁ DEL JUEGO DE LA INFORMACIÓN

 

Multitudes Inteligentes. Howard, Rheingold.  Gedisa Editorial. Barcelona 2004. 267 pág.


Análisis de los microartefactos de la intercomunicación


 
 

Ni el título de la edición castellana (Multitudes Inteligentes), ni el resumen de la contraportada, ni mucho menos aún el prólogo de esta edición ("sobre las multitudes inteligentes de España tras el 11-M") dan cuenta precisa del carácter e ilación de este libro imprescindible para cualquier interesado en las evoluciones sociales que acompañan a las (r)evoluciones tecnológicas.

Título, resumen y prólogo parecen anticipar al lector una narración tremendista acerca de grupos que se comunican con sus teléfonos móviles, mediante mensajes de texto, para organizar concentraciones, coordinar acciones políticas, crear estados de opinión o derrocar gobiernos. El lector potencial puede tender a pensar (como yo mismo hice) que tiene en sus manos un texto visionario, sugerido desde una observación oportunista, sobre un nuevo fenómeno sociológico de grupos inteligentemente dirigidos, instruidos a través de SMS, que habrá de sustituir a o competir con las formas tradicionales de interacción, participación e intervención ciudadanas.

Sepa el lector potencial que este libro no va de eso principalmente. Es, ante todo, una larga reflexión sociotécnica sobre los cambios, oportunidades y peligros que se vislumbran en los modos de relación y creatividad sociales, a cuenta del desarrollo y ubicuidad de las tecnologías de comunicación y computación.

Sepa el lector potencial también que puede consultar una colección de reseñas del libro en la página web www.smartmobs.com (entre otras muchas, las de Business Week, Boston Globe, IEEE Spectrum o Harvard Business School). Smart Mobs es su título en versión original; una acepción de "smart" es "intelligent"; curiosamente, otra es "fashionable", lo que quizás no se le haya pasado al autor por alto. Por cierto, y a propósito de éste, no está de más recordar aquí que él fue quien acuñó el término "comunidad virtual" hace diez años, en su libro "The Virtual Community".

Pues bien, el libro, construido con ingenio americano a partir de casos y anécdotas, no olvida revisar ninguna de las tecnologías importantes en el mercado o en el laboratorio: internet móvil, redes p2p, procesamiento distribuido, inteligencia ambiental, tecnologías de localización, RFID, polvo inteligente, ropa inteligente, wi-fi, voz sobre IP, realidad aumentada, etc. (si le falta una referencia explícita a wi-max es probablemente porque el término aún no se había definido en 2002).

Pero ni es un libro de anécdotas ni es un libro de tecnologías. Es uno, repito, hecho de reflexiones sobre las implicaciones sociales de los actuales y futuros servicios concebidos sobre las infotecnologías (en una segunda lectura, es posiblemente también un libro sobre los usos sociales que las comunidades de usuarios dan inesperadamente a los servicios, más allá del objetivo original para el que habían sido diseñados). En ese contexto, es cierto que se mencionan movilizaciones urdidas a través de SMS y a los grupos del i-mode en Japón y a los botfighters (jugadores móviles) de Estocolmo. De la misma manera que, más adelante, escribe sobre los ciborgs, los experimentos del MIT Media Lab o el proyecto de OpenCola (a día de hoy en paradero desconocido para mí, dicho sea de paso).

Si el lector se empeña en buscar una idea o propuesta central en el libro, probablemente la que encuentre será la de la "cooperación consciente", entendida como aquella actividad orientada a compartir recursos, conocimientos y tiempo, en respuesta a lo que se ha dado en llamar "dilema de acción colectiva"; cooperación catalizada, como nunca antes en la historia de la Humanidad, por las posibilidades interminables de las tecnologías de comunicaciones.

El fenómeno no es de hoy: desde el nacimiento de Internet a partir de las comunidades iniciales de usuarios inventándola y el desarrollo colectivo de software libre, hasta los intercambios de ficheros p2p y las recientes experiencias de selección "colaborativa" de contenidos, son numerosos los ejemplos de innovaciones técnicas, comerciales o sociales que se producen porque una colección de personas anónimas deciden espontáneamente acometerlas, a veces sin objetivo final definido. (Léase sobre algunos ejemplos de redes sociales en el suplemento Ariadna de El Mundo de 21 de noviembre de 2004).

No se puede decir, por tanto, que el fenómeno de innovación cooperativa en sentido amplio sea nuevo, pero es cierto que las redes sociales que se crean y mantienen por la misma existencia de las comunicaciones móviles aparecen como un nuevo medio-agente propicio para el desarrollo de aplicaciones colectivas impensadas todavía. Como dice Tom Standage: "La internet móvil [.] se utilizará de modos totalmente novedosos e inesperados". La tesis que subyace en el libro es que esos nuevos usos, si han de ser útiles, deben venir definidos por los usuarios, en una suerte de innovación ubicua; y no dirigidos o controlados por grupos de interés económico o político. Recuerda oportunamente Rheingold que "la web se expandió por infección, no por decreto".

O como escribe en otro capítulo: "El conocimiento y las tecnologías [.] amplificaron el modo en que pensaban y se comunicaban los individuos, expandiendo así la capacidad de compartir lo que sabían". Esta es, en el fondo, la misma teoría que sostiene el profesor Eudald Carbonell (co-director de las excavaciones de Atapuerca) en su libro "Aún no somos humanos", desde una perspectiva antropológica: la integración y el progreso se consigue a través de la socialización de la ciencia, la tecnología y el conocimiento (desde hace millones de años) y "la nueva revolución tiene que ser la socialización del conocimiento".

A esa socialización, en el siglo XXI, contribuye decisivamente Internet, como en su día lo hicieron la imprenta o la televisión, y, en el futuro próximo, las tecnologías de comunicación y computación ubicua y los dispositivos personales de comunicación. Como le decía Marc A. Smith (sociólogo de Microsoft) a Rheingold: "Más personas creando recursos de forma nueva.es la historia de la civilización".

Al libro se le pueden criticar varias cosas, supongo: en ocasiones se hace ligera e inevitablemente especulativo; por momentos puede parecer poco unitario (si esto es un defecto); algunas incursiones en disciplinas científicas como la Teoría de Juegos o en conceptos de inteligencia colectiva, social o grupal desde el punto de vista biológico pueden antojarse fuera de momento en el contexto del discurso general. Hay algo, no obstante, que no se puede decir del libro; y algo que sí. Lo que no se puede decir es que sea aburrido o que pertenezca al género de ciencia-ficción. Lo que se puede decir es que no sólo es un libro imprescindible para los aficionados a la cibersociología, sino también para cualquier lector interesado mínimamente por el futuro papel social de las comunicaciones.

José Ramón Casar Corredera
Universidad Politécnica de Madrid