Es posible que las bellas formas poliédricas que a veces presentan los minerales, unidas a otras cualidades como la transparencia o los brillantes colores, fueran la causa histórica de que los hombres se interesaran por ellos e iniciaran su estudio. Uno de los principales objetivos de aquellos primeros científicos era encontrar explicaciones para esas morfologías tan regulares y simétricas. Esto exigía la descripción exhaustiva y la representación adecuada del mayor número posible de formas, sin embargo, los ejemplares naturales completos, bien cristalizados y de tamaño aceptable, son relativamente escasos, por lo que se les ocurrió realizar modelos artificiales, grandes e idealizados, que facilitaran las medidas y comprobaciones, necesarias para establecer las primeras leyes cristalográficas y encontrar las explicaciones que buscaban.
En este sentido destacaron las colecciones de modelos cristalográficos de cerámica, diseñados por el gran mineralogista francés del siglo XVIII, Jean Baptiste Romé de L´Isle, que está considerado como uno de los fundadores de la Cristalografía. Este personaje se inició como coleccionista aficionado de minerales y llegó a consagrarse como un gran experto en la materia. Estaba muy interesado en justificar las variadas morfologías de los minerales que tan bien conocía y, a raíz de su incesante investigación en ese campo, comprendió la importancia de disponer de modelos tridimensionales para trabajar con ellos: simularía una forma natural y la iría modificando, 
a base de truncar sus vértices y/o biselar sus aristas (aún faltaban más de 30 años para que Weiss definiera los Sistemas Cristalinos). Para ello pensó moldearlos con arcilla y cocerlos después en un horno, posiblemente asesorado por un amigo que trabajaba en la Real Fábrica de Porcelana de Sèvres. Él y sus colaboradores pusieron tanto empeño en el proyecto que en pocos años habían producido cientos de modelos, de unos tres centímetros de envergadura y con formas y ángulos muy constantes y precisos.
En 1783 publicó el libro más importante de su vida, Cristallographie, que contenía cientos de dibujos y descripciones de minerales. Este libro era muy caro así que, con idea de mejorar y activar las ventas, decidió ofrecer a cada comprador una colección de modelos de cerámica, que representaran a todos los minerales descritos en dicho libro, 448 piezas en total. El éxito fue rotundo y en pocos años se vendieron muchas de estas colecciones por toda Europa. Estos pequeños modelos se consideraron como objetos de valor y no fueron utilizados nunca con fines docentes. Gracias a ello se han conservado muchos ejemplares, que se pueden contemplar actualmente en numerosos museos y centros europeos. 
Uno de estos centros es el Departamento de Cristalografía y Mineralogía de la Facultad de Ciencias Geológicas de la Universidad Complutense de Madrid, donde hay catalogada y se expone habitualmente, una colección de 186 modelos. Además, con motivo de unas obras realizadas recientemente en el edificio, se han encontrado 132 ejemplares más, olvidados en el interior de un armario, que están siendo catalogados y estudiados actualmente.
Acompañando a esta colección de 318 modelos se expone el libro "Cristallographie", que ha sido cedido temporalmente para esta ocasión por la Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense.
