Ciencia y Cultura


CAPE FAREWELL. ARTE CLIMÁTICO


Compromiso doble y con hielo

David Buckland. end of Ice, 2006Creado en 2001 por el artista David Buckland, Cape Farewell es un proyecto que reúne a artistas y científicos en torno a la tarea de mostrar a los ciudadanos de todo el mundo el riesgo al que se enfrenta nuestro planeta por el calentamiento global. A través de diversas expediciones al Ártico, sus integrantes pueden conocer en vivo un espacio casi virginal en el que, sin embargo, son ya palpables los efectos del cambio climático. El viaje debe servir a los artistas de inspiracion para realizar una obra que contribuya a despertar la conciencia ecológica del público. Ahora, desde el 7 de febrero y hasta el 27 de abril de 2008, puede contemplarse en la Fundación Canal la exposición itinerante Cape Farewell. Arte climático, que recoge las piezas realizadas entre 2003 y 2006 por 16 de estos artistas, en su mayoría británicos.
Era previsible que nuestro maltratado medio ambiente pasara a ser objeto de atención del arte más actual. Y ello no sólo por la deriva “comprometida” –a medio camino entre la posmodernidad crítica y lo políticamente correcto- de un determinado sector del mismo, sino también por la existencia, en el último tercio del siglo XX, de importantes precedentes en este sentido. El Land Art es sin duda el referente más claro, pero muchos otros artistas interesados en las prácticas procesuales (happenings, performances, etc.) han abordado el hecho artístico desde posiciones reivindicativas de una dimensión conciliadora entre el Hombre y la Tierra, a menudo a medio camino entre lo ecológico y lo atávico, lo mítico y lo telúrico. Los ecos de algunos de estos precursores resuenan en las salas de esta exposición.


Embankement. Rachel WhitereadEn esta ocasión, por lo demás, los artistas jugaban en un terreno especialmente complicado. Un brevísimo plano del vídeo Art from the Arctic, en el que David Hinton documenta la expedición, resume de forma transparente el enorme reto al que éstos se enfrentaban. Tras deleitarse en bellísimas panorámicas del deslumbrante entorno natural del archipielago noruego Svalbard, y, sobre todo, en la fascinación que su desnudez arcádica despierta en los viajeros, la cámara comienza a mostrarnos algunas de las pequeñas maravillas que se ocultan entre el hielo. De pronto, sobre una piedra gris enmarcada por la blancura de la nieve, un líquen de vivísimo color azafrán deslumbra al espectador. Su inverosímil belleza es un regalo para los sentidos y un recordatorio de la fuerza de la Naturaleza; pero, precisamente por ello, también un término de comparación incómodo para nuestros visitantes. ¿Es posible crear una obra de arte que muestre con mayor claridad e intensidad que ese fogonazo anaranjado es lo que está en juego con el cambio climático? Se entiende así el doble compromiso al que debían hacer frente los expedicionarios: no sólo tenían que elaborar una obra engagée con una causa noble, sino que, en su intento de concienciarnos de la urgencia e importancia de la misma, debían además competir con la propia Naturaleza, primera y directa damnificada del cambio climático. Un compromiso comprometido.

Pese al doble reto, el resultado es, en general, muy satisfactorio. Existen, por supuesto, grandes diferencias entre las distintas propuestas. En este tipo de iniciativas, la estrategia elegida por cada artista es clave a la hora de intentar transmitir al espectador su experiencia personal. En este sentido, creo que son mucho más eficaces –y ello pese a que en ocasiones sólo disponemos de registros fotográficos o audiovisuales de ellas- aquellas obras que optan por recuperar los mencionados precedentes del Land-Art y el arte procesual: la totémica Marker One, de Antony Gormley, en la que se aprecia la huella de los trabajos de Ana Mendieta; la bellísima Three Made Places, del mismo autor en colaboración con Peter Clegg; Ice Texts, misteriosas proyecciones luminosas sobre témpanos de hielo de David Buckland; o Stranded, el impactante esqueleto de una ballena varada recubierto de sales cristalizadas de Heather Ackroyd y Dan Harvey, que parece remitir al universo de Nanook el esquimal (1922).

Endangered Species, 2006. Siobhan DaviesIgualmente sugerentes son aquellas instalaciones que recrean metafóricamente el mundo ártico, como la deslumbrante Embankment, de Rachel Whiteread, que simula un valle glaciar con los habituales vaciados blancos de la autora, y de la que por desgracia sólo podemos hacernos una idea por las fotografias; Ice Field, de Max Eastley, que evoca el sonoro silencio del mundo de hielo; o las sublimes imágenes digitales del mar ártico de Nick Edwards (80º 05’ N 16º 44’ E, Última Thule y Fata Morgana), que muestran un mundo a la vez mítico y real con una sublimidad cercana a la de Bill Viola.
También resultan acertadas las obras que, conscientes de la imposibilidad de superar la belleza y fuerza del entorno natural, se limitan a registrarlo, como las estetizantes fotografías de The Svalbard Series, de Gautier Deblonde, o el hipnótico vídeo The End of Ice, de David Buckland, que muestra el deshielo de un iceberg en tiempo real.
La estrategia de recuperar una cierta estética decimonónica que recuerda la época de los primeros exploradores árticos da asimismo buenos frutos. Así lo prueban la vistosa Nymark, de Alex Hartley, registro y recreación, con ecos de Zush, de una isla que el deshielo ha dejado por primera vez al descubierto; la intensa pieza de vídeo-danza Endangered Species, de Siobhan Davis, “encerrada” en una vitrina de museo de Historia Natural; o las dos fascinantes series de fotografías sobre colodión de David Buckland, Black Ice Messenger y Black Ice Shard.
Stranded. Heather Ackroyd & Dan HarveyPor el contrario, poseen mucho menos interés las obras que, desde una mirada conceptual o metafórica, apuestan por una estética artificiosa y urbana, como el neón Here Today, de Kathy Barber, o las imágenes lenticulares de Michèle Noach, The Arctic Feel-o-Graphs. Aún más desacertada resulta Hermaphrodite Polar Bear, serie de pinturas entre kitsch y pop de Gary Hume cuyo tono, entre infantil y sarcástico, resulta totalmente inadecuado ante una de la más grotescas consecuencias del cambio climático.

El balance final, sin embargo, es positivo. El interés de la muestra corre paralelo a sus buenas intenciones; y, aunque ya se sabe que éstas no son por sí mismas suficientes para convertir una obra de arte en una buena obra de arte, la mayoría de los artistas superan con solvencia el doble compromiso. Sus propuestas logran lo que intentan: mostrarnos la frágil belleza de lo que estamos a punto de destruir, y así concienciarnos, por la vía sensorial y emocional, de la gravedad del problema. Ahora, como nos recuerda The Hot Breeze of our Civilization, la obra del novelista Ian McEwan que recibe el visitante a la entrada, se trata de saber si queremos realmente afrontar el problema.


Daniel A. Verdú Schumann
Universidad Carlos III

Lugar: Sala de exposiciones de la Fundación Canal
C/ Mateo Inurria, 2. 28036 Madrid
Fecha: Hasta el 27 de abril
Horario: Laborables y festivos de 11.00 a 20.00 h
Miércoles hasta las 15.00 h
Enlaces: www.fundacioncanal.com
Mas Información: www.capefarewell.com/content/exhib-madrid.php