Ciencia y Cultura


Floridablanca 1728-1808


Un interesante recorrido por la vida y obra de un gran ilustrado español



Francisco de Goya. Don José Moñino, Conde de Floridablanca, 1783. Museo Nacional del Prado. MadridCon motivo del bicentenario de la muerte de José Moñino y Redondo (1728-1808), se exhibe en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando la exposición "Floridablanca 1728-1808. La utopía reformadora", del 23 de diciembre de 2008 hasta el 22 de febrero de 2009. La muestra, comisariada por Cristóbal Belda, se expuso primero en la ciudad de Murcia, lugar de nacimiento del Conde de Floridablanca, con la intención de conmemorar la figura del que fuera durante más de quince años Secretario de Estado en los reinados de Carlos III y Carlos IV, dentro del contexto de la utopía reformadora que trajo consigo el movimiento de la Ilustración en España.

El recorrido se divide en tres grandes secciones que narran los principales hitos biográficos de Floridablanca. En la primera de ellas, "De hidalgo murciano a Fiscal del Consejo de Castilla", se traza el nacimiento de Moñino en el seno de una familia hidalga y su formación intelectual, periodo que coincide con un florecimiento cultural y artístico en la región de Murcia. La segunda parte, "El varón prudente, de buen modo y trato", se abre tras su nombramiento como Fiscal del Consejo de Castilla en 1766 y su papel como embajador ante la Santa Sede en 1772, apoyando la expulsión de los jesuitas en España y logrando en Roma la supresión de la Compañía de Jesús en 1773, acción que le valió buena parte de sus títulos nobiliarios. Por último, la tercera parte, "Pro virtute et merito. Floridablanca, Secretario de Estado", se reserva a la larga trayectoria que desempeñó en su puesto de Primer Ministro entre 1777 y 1792, periodo en el que la caída del Antiguo Régimen en Francia tras la Revolución Francesa marcará una nueva etapa en la vida política española del cambio de siglo.

Antón Rafael Mengs. María Luisa de Parma, 1765 . Museo Nacional del Prado. MadridNo obstante, a la línea cronológica del itinerario se suma un interesante planteamiento a través del cual valorar la figura del político ilustrado en la España de la segunda mitad del siglo XVIII, así como el contexto en que se proyecta la imagen del hombre moderno según los dictados de la razón. De esta manera, las piezas exhibidas se convierten en un valioso testimonio para comprender cuestiones fundamentales de la mentalidad de la época, entre ellas, los cambios producidos en las prácticas políticas del despotismo ilustrado o el papel central que ocupó el ejercicio de la virtud en las acciones del hombre de Estado y, muy particularmente, en su proyección pública.

Ambas ideas se dejan entrever en el transcurso del recorrido. Respecto a la primera, no es casual la relación de obras que proyectan una nueva imagen del Estado encarnado en la figura del monarca, que aun siendo absoluto, no es arbitrario, y se deja conducir y aconsejar por sus secretarios de despacho. Así sucede en la pintura de historia de Ferro sobre la declaración de guerra a Inglaterra, en la que Carlos III da las instrucciones a sus ministros de Guerra y Marina, el conde de Ricla y el marqués de Castejón; o incluso en otras pinturas de carácter alegórico en la que los logros del monarca son resultado del esfuerzo y el espíritu patriótico de hombres públicos, como el patrocinio de los Gálvez en la Fundación del Montepío de Viñeros y cosecheros de Málaga, obra de Joaquín Inza, o el papel de Olavide y Campomanes en la creación de Sierra Morena, quienes acompañan a un monarca representado a modo de héroe romano en la pintura de José Alfonso de Rivero. Tampoco es ajeno a este tipo de representación laudatoria José Moñino, pues a lo largo de la exposición podemos contemplar la evolución de su papel en la Corte a partir de su retratística, cuestión que hubiera sido muy bien recibida como tema de estudio en la publicación del catálogo.

Uno de sus retratos más bellos es el que reproduce la estampa de Camillo Tinti según pintura de Batoni, quien retrató al conde al término de su estancia en Roma junto a la mesa de trabajo, de forma muy similar a como pintó el retrato de Manuel de Roda unos años atrás. Aunque en la estampa se opta por seleccionar el busto en marco oval, se señalan, como era habitual en estos retratos grabados, las principales cualidades y virtudes del conde, que se trasmiten como modelo de conducta ejemplar. El despacho de trabajo se convertirá en uno de los espacios emblemáticos de la nueva clase política, como sucede en el retrato pintado por Goya, P. G. Batoni. Pío VI, ca. 1780. Pinacoteca Comunale di Cesenadonde el conde sujeta un documento con la memoria para la formación del Banco de San Carlos, o en el atribuido a Bernardo Martínez del Barranco, en el cual Floridablanca, sentado, se acompaña de Mercurio y Plutón en calidad de protector del comercio. La exposición recoge otros tantos retratos alusivos a los personajes que marcaron el contexto político que rodeó la carrera de Moñino, como los de cuerpo entero de Federico II de Prusia -modelo por excelencia de monarca ilustrado en Europa-, de Dorotea Terbusch, y del Papa Pío VI de Batoni, o la hermosa escultura policromada de Melchor Gaspar de Jovellanos, de Cristóbal Ramos. Del mismo modo, y con gran acierto, se han recogido algunos de los materiales que conformaban el espacio de trabajo del conde, como su valiosa colección de monedas y medallas, objetos de artesanía, instrumentos científicos, ilustraciones de expediciones y obras literarias, una diversidad que resume el espíritu de conocimiento y curiosidad que movía al buen ilustrado.

Los objetivos de reformar el país a través de la educación e instrucción de sus gentes -no pasa desapercibido el maravilloso interior de una escuela, pintado por Houasse a principios de siglo- encuentra en esta exposición ejemplos a partir de los cuales observar cómo durante el último tercio del siglo XVIII se fue afianzando el protagonismo del pueblo, destinatario principal de las utopías ilustradas. A la imagen anecdótica de los tipos populares en escenas como la del tapiz de los arrieros, de Ginés Andrés de Aguirre, o la de los azulejos anónimos que representan diversos oficios, hay que resaltar la selección de piezas de todo género que traducen el desarrollo de las manufacturas y la industria durante el periodo, como la orfebrería, el vidrio, los textiles o la porcelana.

La muestra se completa, por último, con una selección de documentos, libros impresos y estampas que nos invitan a revisar las aspiraciones de progreso y modernización de la España de los Borbones y de los instrumentos que, como las Sociedades Económicas de Amigos del País, sirvieron al gobierno encabezado por Floridablanca para apoyar y afianzar el valor del patriotismo en la búsqueda de la felicidad pública.

José Martí y Mansó. El Motín de Esquilache, 1864. Museo Nacional del Prado. Madrid

Álvaro Molina
Universidad Autónoma de Madrid

Lugar: Real Academia de San Fernando. C/ Alcalá, 13, 28014 Madrid
Fecha: Hasta el 22 de febrero de 2009
Horario: De martes a viernes de 10.00 a 14.00 h y de 17.00 a 20.00 h. Lunes, sábados y domingos de 10.00 a 14.00 h
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