Ciencia y Cultura


EL CASTILLO BLANCO

 

El Castillo Blanco. Pamuk,  Orhan.

Traducción: Rafael Carpintero

Mondadori. Barcelona, 2007.

 
 
 
 

EL AUTOR

Orhan Pamuk nació en Estambul, en 1952, en una familia de la burguesía turca. Tomó partido en su momento por los derechos de las minorías kurda y armenia, temas tabúes para el Estado turco, lo que sumió su persona y su obra en una intensa polémica, de la que lo ha rescatado la concesión del Premio Nobel en 2006. De hecho fue enjuiciado y acusado de un delito de injurias al Estado. Aunque finalmente fue absuelto, absolución a la que no fue ajena la opinión occidental. Para entonces el escritor llevaba ya una exitosa carrera literaria, de la que es expresión el Premio de la Paz de los Libreros Alemanes, que no era el único que le había sido concedido en Occidente: así "La casa del silencio" (2001) fue galardonada en su versión francesa (Gallimard) con el premio de la "Découverte Européenne", y su novela "El libro negro" alcanzó ventas espectaculares y numerosas traducciones. Esta última novela y "Me llamo Rojo", son, a juicio de la crítica responsable, los dos pilares de su producción.

 
 

RESUMEN ARGUMENTAL

La primera edición española de esta novela (Edhasa, 1992) tenía el título de "El astrónomo y el sultán", ahora sustituido por una denominación más imprecisa y mas vagamente poética: "El castillo blanco". Fue una de las primeras novelas de Pamuk, y era ya una gran novela. Versa "El castillo" sobre un tema central en la obra de Pamuk: la tensión entre la tradición turca y la atracción de Occidente. El esquema argumental puede ser resumido como sigue: un sabio turco, muy interesado por los avances científicos occidentales, compra a un joven científico veneciano, que había sido capturado por los piratas en el Mediterráneo. El gran parecido entre amo y esclavo le faculta para progresar en la corte del sultán niño. Como en "Las mil y una noches", el esclavo veneciano, que relata su historia en primera persona, utiliza sus conocimientos no para salvar su vida -así Scherezade en la obra fabulosa narraba sin descanso- sino para contentar a su nuevo amo.

Por encima de sus orígenes ambos hombres hablan un mismo lenguaje, el de la ciencia, y valoran las mismas cosas. En un sesgo sorprendente, el protagonista y su antagonista se suplantan el uno al oro: el turco se va a Venecia donde simula que es el científico y el veneciano se queda en Estambul, donde se desempeña, oficialmente, de sabio.

 
 

VALORACIÓN

Este sorprendente cierre acredita por sí solo el talento narrativo de Pamuk, que relativiza nacionalismos y patrias y lanza un vigoroso y delicado alegato contra la intolerancia y los prejuicios mediante un brillante juego de contrastes y simetrías que tienen su origen en Nabokov y en Borges, según confesión del propio escritor, que también ha evocado a Hoffmann y a Stevenson a propósito del tema del doble. A ello se une un estilo certero, sobrio y brillante, narrativo y poético, que se despliega con una cadencia isócrona y progresiva que evoca escenarios fastuosos y se ocupa de saberes científicos, en el advenimiento de la era de la ciencia que inauguró el Renacimiento en que la fábula discurre, con tanto rigor como soltura. Un relato, en fin, delicioso, que argumenta a favor de la decisión de la Academia Sueca, cuya decisión en esta ocasión parece inobjetable.