Fecha
Autor
Marcaida, José Ramón. Editorial Marcial Pons. Madrid, 2014. 340 páginas.

Arte y Ciencia en el Barroco español.

UNA APORTACIÓN INNOVADORA SOBRE LOS CONOCIMIENTOS CIENTÍFICOS APLICADOS A LA HISTORIA DEL ARTE BARROCO DESDE UNA PERSPECTIVA INTERDISCIPLINAR<br />&#13; &#13; Reseña realizada por Leoncio López-Ocón<br />&#13; Instituto de Historia, CSIC. (Reseña extraída con permiso de su autor de: <a href="https://leonciolopezocon.wordpress.com/" target="_blank">Bitácora de Leoncio López-Ocón</a> Notas de trabajo de un historiador de la ciencia y de la educación)

Tras una provechosa estancia como becario y contratado predoctoral en el Instituto de Historia del CSIC -coincidente grosso modo con el tiempo en el que fui su director- José Ramón Marcaida presentó en la Universidad Autónoma de Madrid en 2011 su tesis doctoral Juan Eusebio Nieremberg y la ciencia del Barroco. Conocimiento y representación de la naturaleza en la España del siglo XVII, dirigida por Juan Pimentel.

Derivado de ese trabajo de investigación es este libro Arte y ciencia en el Barroco español. Historia natural, coleccionismo y cultura visual, cuyo índice se puede consultar aquí. Coeditado con mimo por la Fundación Focus-Abengoa y Marcial Pons marca un antes y un después en nuestra comprensión no sólo del arte Barroco, que definiera Erwin Panofsky como un "alboroto magnífico", sino también de la cultura científica desplegada en el Madrid de los Austrias menores en torno al Colegio Imperial, donde enseñó y desarrolló su poliédrica obra el jesuita madrileño Juan Eusebio Nieremberg (1595-1658). Este primer catedrático de historia natural de esa institución educativa, - lejano antecedente del actual instituto de enseñanza secundaria San Isidro, de cuya importancia en la historia de la educación madrileña se ha dado cuenta en esta bitácora (aquí)- , no sólo fue émulo de los saberes enciclopedistas de la gran figura del Barroco católico europeo Athanasius Kircher, sino un original pensador del Barroco hispano y autor de varias obras dedicadas al conocimiento de la naturaleza. La más importante de todas ellas fue Historia naturae, del año 1635, ilustrada con grabados de fauna y floras exóticas, en su mayoría americanas, accesibles aquí en su mayor parte.

Impulsado por el giro visual de los últimos años en los estudios culturales, el autor explora en este libro la relación de arte y ciencia en el Seiscientos, eligiendo como objeto de estudio una de las principales manifestaciones culturales del Barroco, como fue la pintura. Analiza en particular aquellos géneros en los que la representación de motivos naturales constituyen un aspecto destacado: bodegones, cuadros de flores, vanitas, pintura de animales, cuadros de gabinete. Su exploración, destinada a dar respuesta a cuestiones cómo ¿en qué consiste conocer a través de imágenes? o ¿hasta qué punto queda reflejado el conocimiento natural en la pintura del Barroco?, resulta exitosa y fructífera. Así lo ha reconocido un jurado que otorgó a este texto el premio internacional Alfonso E. Pérez Sánchez Arte del Barroco de la Fundación Focus-Abengoa, en su cuarta edición, dotado con 24.000 euros, al considerarlo "una aportación innovadora sobre los conocimientos científicos aplicados a la historia del arte Barroco desde una perspectiva interdisciplinar" y al evaluar "positivamente la metodología utilizada al estudiar la ciencia de la Edad Moderna como medio de interpretación de la cultura del Barroco".

En efecto, tras esta importante obra subyace una investigación original, ambiciosa y auténticamente transdisciplinar. El autor ha combinado con singular acierto metodologías de diferentes disciplinas, particularmente de la historia del arte y la historia de la ciencia, y ha acudido a múltiples y heterogéneas fuentes. Como subraya Juan Pimentel en el atinado prólogo del libro José Ramón Marcaida ha buscado trazas del conocimiento de la naturaleza en "la literatura mística, en prácticas culturales como el coleccionismo, en la organización de un imperio, en naturalezas muertas, historias morales o emblemas".

La originalidad de perspectiva, la amplitud de miras y la ambición intelectual de José Ramón Marcaida también se manifiesta en la estructura del libro, disposición que permite considerar a esta obra como uno de los más representativos ejemplos de la nueva historia cultural de la ciencia en nuestro panorama historiográfico. Para mostrar y esclarecer el problema central que le ha preocupado -el de las relaciones entre conocimiento y cultura visual plasmadas en la pintura del siglo XVII- el autor ha organizado la arquitectura del libro en tres niveles o áreas temáticas concretas correspondientes a tres géneros pictóricos del Barroco, según explica en su introducción que sigo a continuación, dándole a él la palabra.

Un primer bloque, enmarcado con el título de ACUMULACIÓN, está dedicado al tema del coleccionismo y la cultura material. En él se toman como referente visual los denominados 'cuadros de gabinete', obras de tema alegórico en las que predominan la representación de objetos y, sobre todo, de cuadros -y objetos dentro de esos cuadros-, expuestos en galerías artísticas imaginarias que celebran el cultivo de las artes y el buen gusto. En ellos, según Marcaida, es donde mejor quedó expresada visualmente la singular y compleja relación del hombre barroco con la realidad material y sus representaciones.

Se pretende en esas páginas conectar el gusto barroco por el exceso, la ostentación y el horror vacui con el culto a la curiosidad y a la maravilla como motores de la posesión y de la búsqueda de conocimiento, tomando en consideración además, una concepción de la realidad natural como bien de consumo, con unos valores económicos y simbólicos cambiantes y negociables. Pero en ellas no sólo se aborda el género de las pinturas de gabinete sino también otros elementos que condensan 'acumulación', como tablas astronómicas, recetarios o volúmenes de historia natural, al considerar que "la ciencia moderna podría caracterizarse como el resultado de un ambicioso proyecto de acumulación a todos los niveles: especímenes y fenómenos, experiencias y testimonios, casos exitosos y resultados fallidos".

Protagonista de esta parte es la obra naturalista de Nieremberg, a la que el autor se aproxima en clave de coleccionismo, de apropiación barroca de la realidad, situándola en el mismo contexto que otros proyectos culturales y acumulativos de distintos personajes de su tiempo, como el erudito italiano Cassiano del Pozzo (1588-1657) o el coleccionista y musicólogo madrileño Juan de Espina.

Una segunda parte, titulada REPRESENTACIÓN, se concentra en la pintura de bodegones en un sentido amplio -fruteros, floreros, cuadros de cocina, escenas de mercado- para elucidar el problema central de cómo capturar y conocer la realidad natural a través de imágenes.

La imagen fue una de una de las formas más eficaces de apropiación de la realidad natural practicadas durante la Edad Moderna. Partiendo de esta constatación el autor analiza y relaciona en esta sección del libro la producción pictórica del Barroco y la cultura visual asociada al conocimiento naturalista para establecer vínculos entre esas dos aproximaciones escópicas al mundo, y mostrar su pertenencia a un mismo nicho cultural.

Para alcanzar esos objetivos concentra su atención en la pintura de naturalezas muertas con el fin de comparar los mecanismos de representación que operan en estas obras con los que subyacen a la producción de imágenes destinadas a generar y difundir conocimiento natural: bocetos, pinturas o acuarelas, o, en una fase posterior, los grabados realizados a partir de esas ilustraciones, publicados en los tratados de historia natural.

Como estudio de caso que ilustra estas cuestiones elige el corpus de grabados de la obra de Nieremberg Historia naturae, libro que guarda relación con uno de los conjuntos de ilustraciones naturalistas más importantes de la ciencia moderna hispana: el reunido por el médico de cámara de Felipe II, el toledano Francisco Hernández (1517-1578) durante su expedición al virreinato de la Nueva España, actual México. En su viaje científico acumuló miles de imágenes, en su mayor parte de tema botánico, que fueron a depositarse en la biblioteca del Escorial. Desde allí y a través de numerosas vicisitudes tuvieron una extraordinaria circulación por Europa y las Américas como mostraron en el año 2000 Simon Varey, Rafael Chabrán y Dora B. Weiner, obra en la que tuve el honor de colaborar. (ver aquí).

El tercer nivel del libro -titulado PRESERVACIÓN- está destinado a afrontar el género pictórico de las vanitas para reflexionar sobre el tema de la caducidad en materia de conocimiento y representación del mundo. El autor relaciona en esta parte varios aspectos de la cultura artística y científica del Seiscientos que raramente son tratados de manera conjunta en la literatura.

Por un lado expone el poder de las imágenes naturalistas para fijar y preservar la realidad natural capturada en ellas a través de la representación. El artificio de la pintura logra detener el paso del tiempo y con él los procesos de corrupción y deterioro que amenazan con destruir esa naturaleza viva que se desea conservar.

Por otra parte plantea cómo el fenómeno de la preservación está estrechamente vinculado a la construcción del conocimiento. En efecto, como argumenta José Ramón Marcaida, de cómo se conserven los objetos naturales dependerá la capacidad del estudioso para obtener información a partir de ellos. Así, por ejemplo, el estudio de los cuerpos en anatomía o la elaboración de remedios en medicina estarán sujetos al desarrollo de técnicas de preservación: desde los procesos de preparación de los cadáveres a la obtención de recipientes herméticos para conservar los simples.

El hilo conductor en esas páginas del libro a propósito del afán de preservación del hombre barroco es la historia del ave del paraíso, maravilla del mundo natural y como tal uno de los objetos más codiciados por los coleccionistas de la Edad Moderna.

También está asociada a una rica tradición simbólica, como revela su presencia en un cuadro de la colección del Museo del Prado: la Adoración de los magos de Peter Paul Rubens, formando el penacho que adorna el turbante del rey negro.

Pero, tal y como sostiene José Ramón Marcaida, la misma pintura que desafía la corrupción de lo natural y detiene el paso del tiempo consituye, a su vez, un recordatorio y un motivo de reflexión sobre el carácter transitorio y perecedero de la existencia. Así lo manifiesta el género pictórico de la vanitas, cuya lectura en el plano simbólico pone en entredicho la preservación lograda en el plano representacional, recordándonos que todo es efímero y caduco. Una vez más aparece en el libro la figura de Nieremberg con sus reflexiones sobre "la diferencia entre lo temporal y lo eterno" para hacer de nexo entre el ámbito del conocimiento natural, más cercano a lo material, a lo sensible, a lo tangible, y el ámbito de lo transcendente, de lo ilusorio, de lo inconsistente, al que parecen apuntar las pinturas de vanitas del Barroco, como las de Juan de Valdés Leal.*

La elaboración de este importante libro sobre las intersecciones entre la ciencia moderna y la cultura del Barroco se ha beneficiado de varios estímulos positivos. Entre ellos cabe señalar, como el mismo autor reconoce, la inteligente y adecuada orientación de su director de tesis Juan Pimentel y la hospitalidad y las magníficas condiciones de trabajo ofrecidas por el Departamento de Historia y Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Cambridge, donde José Ramón Marcaida disfrutó de la guía y entusiasmo de Simon Schaffer, uno de los más importantes historiadores de la ciencia existentes actualmente, gracias a una estancia de investigación postdoctoral de dos años financiada por el Departamento de Educación, Universidades e Investigación del Gobierno Vasco. También conviene destacar que la génesis de esta obra se vio favorecida por el ambiente creativo que encontró su autor en el Instituto de Historia cuando esta institución se trasladó a finales de 2007 de su vieja sede de duque de Medinaceli a su nuevo emplazamiento en el Centro de Ciencias Humanas y Sociales de la calle Albasanz. En este lugar a lo largo de cinco años, entre finales de 2007 y 2012, se desarrolló una interesante experiencia de interacción entre humanistas y científicos sociales y de diálogo intenso entre historiadores de varias especialidades y de ellos a su vez con filólogos y filósofos.

Hace un siglo, al que me estoy aproximando en mi otro blog de Jaeinnova, José Ortega y Gasset, muy atraído en su quehacer filosófico por la cultura del Barroco, era otro lector de Nieremberg. En uno de los textos que escribiera en el semanario España evocando un viaje a Asturias y al hilo de su reflexión de cómo la vida es un viaje y de la manía de huir que las cosas tienen, manifiesta lo siguiente: "A la manera que no se podría gozar -dice el Padre Nieremberg- de la vista de un bizarro jinete lleno de joyas y de galas, si fuese siempre corriendo a rienda suelta, así tampoco de las cosas de esta vida se puede gozar bien, porque no paran en un punto, corriendo a rienda suelta". "Con ser tan limitados- añade- los bienes de la vida, los da tan tímidamente, que la misma vida da por partecitas, y mezcla en ella tantas partes de muerte como da en trozos de vida". Todo esto y mucho más dice el Padre Nieremberg en su Diferencia entre lo temporal y lo eterno, un libro encantador que podía haber sido escrito por la zorra de la fábula de las uvas.

Por aquella época el jesuita madrileño tenía otros atentos lectores. En efecto, simultáneamente a esas reflexiones de Ortega, la prestigiosa colección de Clásicos castellanos de ediciones La Lectura publicaba en 1915 el epistolario de Nieremberg, editado y anotado por el vallisoletano Narciso Alonso Cortés (1875-1972), cuya lectura no sé hasta qué punto podría haber añadido información de interés a José Ramón Marcaida.

De lo que sí estoy seguro es de que la lectura de Arte y ciencia en el Barroco español permitirá a Nieremberg ganar lectores en las nuevas generaciones, y que sus páginas merecen críticas afectuosas y profundas siguiendo las pautas sugeridas por el mismo Ortega hace cien años en su primer libro Meditaciones del Quijote, publicado gracias al cuidado de Juan Ramón Jiménez en 1914 por la Residencia de Estudiantes. Esto es lo que decía un treintañero Ortega en esa obra sobre el ejercicio de la crítica al hilo de sus lecturas sobre Azorín y Baroja: Veo en la crítica un fervoroso esfuerzo para potenciar la obra elegida... La crítica no es biografía ni se justifica como labor independiente, si no se propone completar la obra. Esto quiere decir, por lo pronto, que el crítico ha de introducir en su trabajo todos aquellos utensilios sentimentales e ideológicos merced a los cuales puede el lector medio recibir la impresión más intensa y clara de la obra que sea posible. Procede orientar la crítica en un sentido afirmativo y dirigirla, más que a corregir al autor, a dotar al lector de un órgano visual más perfecto. La obra se completa completando su lectura.

Ojalá este libro de José Ramón Marcaida encuentre los lectores y críticos que merece por su profundidad y claridad. De hecho observadores atentos de nuestro panorama cultural, como el filósofo Félix de Azúa, ya han saludado (aquí) su notable erudición y han encontrado resonancias de cuestiones que se abordan en él -como la desmaterialización de los objetos en las pinturas barrocas- con nuestro tiempo presente, en el que todos llevamos consigo en nuestros gadgets "una colección desmaterializada, no de objetos, sino de personas".

En fin creo que no estoy equivocado si se considera a Arte y ciencia en el Barroco español como uno de los mejores libros sobre historia de la ciencia e historia del arte escritos en lengua castellana durante 2014.


*Juan de Valdés Leal [En el siguiente video se explica el significado de dos de los cuadros de Juan de Valdés Leal In Ictu Oculi y Finis Gloria Mundi https://www.youtube.com/watch?v=zeKtH8GYPXc

El Museo del Prado dialoga con José Ramón Marcaida sobre el ave del paraíso a propósito de la exposición Historias naturales. Un proyecto de Miguel Angel Blanco

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