El investigador llegó al “escenario del crimen”. En el terreno blando descubrió las idas y venidas de un zorro. Sus huellas estrechas con las uñas bien marcadas lo delataban. Pero no convenía precipitarse, entre los arbustos descubrió una pluma: una rapaz nocturna había estado allí.
Prosiguió su paseo en silencio, procurando no hacer ruido para no alarmar a los posibles “testigos”. Pronto su ojo experto descubrió una egagropila. Más tarde procedió a su análisis en el laboratorio.
Con paciencia reconstruyó el esqueleto del ratoncillo. No cabía duda: el “culpable” era una lechuza.
En muchas ocasiones, el trabajo de campo de un naturalista es tan apasionante como las investigaciones llevadas a cabo por un equipo CSI. Nuestro stand busca darlo a conocer y valorarlo. |