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Las avalanchas marcianas no son una prueba concluyente de la existencia de hielo

Se han analizado imágenes tridimensionales detalladas de una amplia avalancha ocurrida en Marte, que abarca un área de más de 55 km de ancho. El objetivo ha sido entender cómo se formaron hace unos 400 millones de años una serie de surcos y crestas inusualmente largos y grandes

Lo descubierto, publicado en la revista Nature Communications, muestra por vez primera que las singulares estructuras vistas en las avalanchas marcianas procedentes de montañas de kilómetros de altitud podrían haberse formado a velocidades de hasta 360 km/h, debido a las capas subyacentes de rocas inestables y fragmentadas.

Esto desafía la idea de que estas largas y enormes crestas solo podían explicarse por la existencia de capas inferiores de hielo deslizante, las cuales sí se encuentran en avalanchas de todo el sistema solar.

Giulia Magnarini, estudiante de doctorado del UCL (University College London), afirma que “Las avalanchas en la Tierra, y en particular aquellas en la parte alta de los glaciares, han sido estudiadas por los científicos como ejemplo de las que suceden en Marte porque muestran crestas y surcos con formas parecidas, lo que ha hecho inferir que las marcianas también dependían de un sustrato de hielo. Sin embargo, hemos visto que el hielo no es un requisito previo para tales estructuras geológicas en Marte, sino que se pueden formar en superficies rocosas y accidentadas”.

El equipo del UCL, del Museo de Historia Nacional de Londres, de la Universidad del Negev en Ben Gurion y de la Universidad de Wisconsin Madison, empleó imágenes tomadas por la sonda Mars Reconnaissance Orbiter de la NASA para analizar remotamente algunas de las avalanchas mejor definidas.

Se analizaron cortes en sección de la superficie marciana en la región de Coprates Chasma, en el Valles Marineris, para investigar la relación entre la altura de las crestas y la anchura de los surcos, comparado con el grosor del depósito de la avalancha.

Resultó que las estructuras muestran las mismas proporciones que las vistas habitualmente en experimentos de dinámica de fluidos con arena, lo que sugiere que es tan viable una capa de roca seca en la base que una de hielo a la hora de crear las enormes formaciones.

Allí donde los depósitos de las avalanchas son más gruesos, se forman crestas de hasta 60 metros de alto y los surcos alcanzan anchuras equivalentes a hasta ocho piscinas olímpicas de extremo a extremo. Las estructuras cambian a medida que los depósitos se hacen más delgados en dirección a los bordes de la avalancha. Aquí, las crestas tienen unos 10 metros de alto y están más cerca unas de otras.

Aunque no se descarta la presencia de hielo, ahora sabemos que este no es imprescindible para formar las estructuras marcianas observadas. Las vibraciones de las partículas de roca inician un proceso de convección que ocasiona que las capas de roca superiores más densas y pesadas caigan, y que las ligeras se eleven, de una manera similar a lo que sucede en nuestra casa cuando el aire caliente menos denso se eleva por encima del radiador. Este mecanismo dirigió el flujo de depósitos a hasta 40 km de distancia de su origen montañoso, y a velocidades fenomenalmente altas.

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