Fecha
Autor
María José Perez Barco

Las lecciones aprendidas en el curso más difícil de la universidad española

La enseñanza online, el hermano pequeño de la Educación Superior hasta ahora, ha sido la tabla de salvación en momentos de crisis y será la base sobre la que se construya la universidad postcovid

Ya hay hasta doctorandos que han defendido sus tesis desde un rincón de sus casas mientras los miembros del tribunal las escuchaban por videoconferencia desde un despacho también en sus viviendas. Pocos se extrañan de ver a profesores que dan clases desde su salón y alumnos que las reciben en su ordenador, tablet e incluso móvil, frente al escritorio de su dormitorio. Ahora los estudiantes guardan sus trabajos en porfolios y las webinar circulan por los campus virtuales, tanto como los foros de discusión, los exámenes online tipo test con preguntas aleatorias o exámenes orales virtuales... Existen propuestas tan imaginativas como juegos de «Escape room» para emular las vivencias de los campus. No son estampas del futuro sino de un presente sobrevenido a toda velocidad y de forma aplastante.

En apenas dos meses, la universidad española ha aparcado a un lado la enseñanza presencial y ha aprendido a digitalizarse a marchas forzadas, dejando al descubierto sus carencias. La enseñanza online, el hermano pequeño de la Educación Superior hasta ahora, ha sido la tabla de salvación en momentos de crisis y será los cimientos sobre los que se construya una nueva universidad poscovid, que además tiene otros muchos retos por delante.

Aún con la incertidumbre de cómo acabará el curso, qué pasará con los exámenes, con los proyectos de fin de grado, las tesis doctorales y la propia EvAU... la universidad ha aprendido unas cuantas lecciones, que nadie quiere echar a perder. La revolución digital, que ahora parece haberse acelerado y que es una vieja reivindicación de la comunidad educativa, es inaplazable. Y supone mucho más que dotar de ordenadores y herramientas tecnológicas a profesores y alumnos. Implantada en toda su dimensión removerá toda la estructura del sistema universitario porque se trata de inocular una nueva cultura en el ADN de cada una de estas instituciones. Y eso requiere muchas otras reformas: desde cambiar el marco normativo de estas organizaciones para que tengan mayor autonomía en su gestión y capacidad operativa hasta aumentar su financiación, estrechar los lazos en la colaboración público-privada (con figuras como el patrocinio o el mecenazgo), impulsar la investigación y la transferencia del conocimiento a la sociedad. Como explica Antonio Abril, presidente de la Conferencia de Consejos Sociales de Universidades, «las universidades están bastante digitalizadas a nivel de gestión administrativa pero no han incorporado la transformación digital como parte de su estrategia. Lo que han hecho ahora es un cambio obligado y sin preparación previa. La transformación no es solo de software, sino de las personas. Hay que modernizar la universidad española con más valentía y grandeza de miras».

Un gran esfuerzo

Pasar de un enseñanza presencial en las aulas a una totalmente online en casa ha exigido un esfuerzo descomunal. Afecta a 1,6 millones de alumnos que cursan alguna enseñanza en las 84 universidades que existen en el país y a más 200.000 personas que trabajan en ellas (profesores, administrativos, personal investigador…). Pero es algo que también ha dejado salir a flote algunas deficiencias. «Cada departamento y cada profesor ha hecho todo lo que ha podido y sabido. Este semestre la universidad española está intentando sobrevivir como puede. Muchas instituciones habían despreciado el aprendizaje online y por eso no tenían nada preparado», comenta Lluís Pastor, director del eLearn Center de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).

Muchos profesores han adoptado nuevos métodos de enseñanza online en un tiempo récord, pero se ha puesto en evidencia «la necesidad de formación digital de muchos de ellos, que se ha descuidado. Hay docentes defendiéndose con el móvil y el correo electrónico. Y esas no son las herramientas tecnológicas de hoy», indica Pastor. Nadie lo duda. Es una prioridad en la universidad poscovid. No solo se trata de dotación de dispositivos y herramientas digitales. Como reconoce la rectora de la Universitat Jaume I de Castellón, Eva Alcón, «el factor clave es tener los conocimientos y las destrezas suficientes para hacer un uso efectivo, autónomo, creativo y crítico de esa tecnología». La brecha digital incide más en las generaciones más veteranas. «La cultura digital no ha llegado a esos docentes», asegura Lluís Pastor. Y en nuestra universidad son muchos, ya que la edad media de los profesores universitarios es muy alta (54 años). Incluso el 50% de los catedráticos tienen 60 años o más. «Y ya tenemos generaciones de jóvenes alumnos que son nativos digitales», advierte Pastor.

El confinamiento ha sacado a la luz otra realidad: «Las carencias asociadas a las diferencias sociales, que en una situación de crisis como la actual se acentúan. Ha habido hogares en los que los estudiantes no tenían equipos informáticos, o conexión a internet», cuenta la rectora Eva Alcón. De ahí que universidades como la Jaume I, la Universidad Autónoma de Madrid, la UNED y tantas otras a lo largo de toda nuestra geografía han habilitado recursos para estos estudiantes a través de servicios de préstamo de ordenadores, tarjetas de acceso a la Red, ayudas económicas a través de becas… «Es preciso contar con los elementos tecnológicos adecuados, lo que supone una inversión, transformación y adaptación constante a los nuevos desarrollos», defiende Ricardo Mairal, rector de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).

Lo que también se percibe es que cada universidad camina a distintas velocidades. Pero la mayor parte ha luchado por estar a la altura. «Nos hemos enfrentado a la necesidad de transformarnos de la noche a la mañana y se ha puesto de manifiesto nuestra capacidad de respuesta en una situación excepcional y sin precedentes», advierte la vicerrectora de Estudiantes y Empleabilidad de la Universidad Autónoma de Madrid, Lis Paula San Miguel. Aún así, las que parecen haber tenido las cosas más fáciles son las universidades puramente online. La UOC fue en 1995 la primera universidad del mundo en usar internet como herramienta de enseñanza y aprendizaje. Hoy tiene 200.000 alumnos de más de 70 países, y como indica Lluis Pastor, «lo que han vivido otras universidades como un accidente terrible nosotros lo vivimos con normalidad». Por eso, lo tiene muy claro: la universidad del futuro debe meditar sobre «si es necesario tener a los estudiantes escuchando a sus profesores cada día cuatro horas. Hay que replantearse el valor de la presencialidad, que tiene valor pero hay que encontrarlo. Tiene mucho sentido en unas prácticas en laboratorio o para analizar las ondas de frecuencia. O para Medicina, Enfermería, Biología... Pero coger notas se inventó en la Universidad de Bolonia en 1088». Desde entonces los sistemas de aprendizaje han cambiado por completo. «Lo que ha ocurrido en la universidad con el Covid-19 −continua− debería permitir repensar los sistemas de aprendizaje. Más potentes y modernos, mezclando metodologías presencial y online. Es algo que ya están haciendo las universidades más punteras del mundo como Oxford, Harvard y Stanford».

Esta institución junto con la UNED han diseñado el portal «Conectad@s: La universidad en casa», un proyecto al amparo de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE) y el Ministerio de Universidades. En él se recoge un extenso abanico de recursos de orientación y formación para el profesorado sobre metodología online, y para los estudiantes un amplio repertorio de materiales y contenidos digitales. Fue en el primer momento de pánico una tabla de salvación para gran parte del mundo universitario. «En las primeras semanas, la preocupación era cómo hacer las clases y qué tecnología utilizar. Después, cómo seguir el curso. Y entonces el profesor fue aprendiendo y espabilando. Desde hace unos días el gran problema es cómo evaluar: pruebas tipo test, con poco tiempo para que la gente no copie, 10 minutos de examen oral...», recuerda Pastor.

Hacia un modelo mixto

Por mucho que cueste, todos trabajan por que la universidad postcovid complemente de forma mucho más ágil a la enseñanza presencial. Por ejemplo, la vicerrectora de la Autónoma de Madrid cuenta que ya se está «planificando el próximo curso basándonos en lo aprendido a lo largo de todos estos meses de estado de alarma, combinando docencia presencial y no presencial, favoreciendo la evaluación continua, trabajando con grupos más pequeños y escalonando los horarios para evitar aglomeraciones. Hemos comprendido que el camino que ya teníamos iniciado hacia la docencia digital debe recibir un gran impulso». Es la dirección por la que apuesta gran parte de la comunidad educativa. «Es importante afianzar y apostar abiertamente por el modelo semipresencial como respuesta a las necesidades y características de la universidad del siglo XXI», también cree el rector de la UNED. «El aula física debe dejar de ser el centro de la actividad para incorporar otros entornos no presenciales. Hay que impulsar el cambio tecnológico y mental de todos los agentes implicados, profesores y alumnos», afirma María Ángeles Fernández, vicerrectora de Planificación de la Universidad Camilo José Cela.

Y eso supone hasta cambiar el papel que protagonizan los dos actores principales: profesor y alumno, sugiere Fernández: «En el entorno postcovid −dice− el alumno debe ser el elemento central del proceso de aprendizaje. Debe ganar en capacidad de adaptación y de respuesta, en creatividad, proactividad y autonomía, para acostumbrarse a la utilización de plataformas y herramientas tecnológicas. Por su parte, el profesor deberá ir dejando el protagonismo en el proceso de enseñanza, será el guía de ese aprendizaje, su labor será más de tutelaje. Y para ello es necesario que unos y otros reciban formación y apoyo».

Habrá un antes y un después del Covid-19 en el mundo universitario, que incorporará el uso de la tecnología para aprender y enseñar en remoto. Pero habrá una transformación aún más profunda, como sugiere la vicerrectora Fernández: «Hemos aprendido muchas lecciones como, por ejemplo, que tenemos que ser más flexibles. Debemos estar preparados para situaciones nuevas y ser capaces de reaccionar con rapidez y medios para que el aprendizaje de los alumnos no se vea afectado, para mantener los estándares de calidad y atención».

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