Fecha
Fuente
El País
Autor
Miguel Ángel Criado

Los otros coronavirus que habitan entre los humanos

Todos los patógenos emparentados con el actual saltaron desde animales en el último siglo

Contando con el causante de la actual pandemia de covid-19, la ciencia ha identificado y aislado siete coronavirus circulando entre los humanos. Todos saltaron desde animales en poco más de un siglo pero los más patogénicos emergieron en los últimos 20 años. Aún hay miles en la naturaleza, la inmensa mayoría por describir. Los últimos fueron publicados apenas hace unos días.

Investigadores del Instituto Smithsoniano (Estados Unidos) publicaron a comienzos de abril el descubrimiento de seis nuevos coronavirus en murciélagos de Myanmar, antigua Birmania. Durante dos años tomaron muestras de la garganta y el recto de casi 500 ejemplares de una decena de especies de estos quirópteros. También se llevaron al laboratorio parte del guano que habían depositado en el suelo de las cuevas. La décima parte de los análisis dieron positivo en seis virus de la familia de los Coronaviridae. Todos eran nuevos para la ciencia y, aunque sus descubridores no creen que supongan una amenaza, aún tienen que estudiarlos para determinar el riesgo de que puedan saltar a los humanos.

Además del hecho de su descubrimiento, los autores del estudio destacan el dónde se ha producido. Las tres ubicaciones donde tomaron las muestras no eran cuevas en lo más remoto de la selva, aunque quizá si lo estuvieran en el pasado. La misión de estos investigadores estadounidenses forma parte de un proyecto más amplio llamado Predict, que busca anticiparse a la emergencia de nuevas zoonosis (patógenos animales que pasan a humanos). En esta ocasión, las cuevas de Myanmar se encontraban en zonas de reciente deforestación por el avance humano.

“Por todo el mundo, los humanos estamos interactuando con los animales con una mayor frecuencia, por lo que, cuanto más sepamos sobre estos virus en los animales, qué hace que muten y cómo se propagan a otras especies, mejor podremos reducir su potencial pandémico”, decía en una nota de su institución el principal autor del descubrimiento, el veterinario Marc Valitutto. Un estudio de 2017 estimó que, solo entre los murciélagos, había más de 3.200 coronavirus.

Ese contacto más intenso podría estar detrás del primer coronavirus que saltó a los humanos desde un animal, al menos del primero que se tenga constancia. En los años sesenta, la investigadora británica June Almeida identificó los virus HCoV-229E y HCoV-OC43. Las primeras letras se refieren a coronavirus humanos y, tras el guión, viene la denominación del virus en sí. Los encontró en personas que presentaban los síntomas típicos de un resfriado.

El HCoV-OC43 no saltó de ningún murciélago, venía de mucho más cerca, de las vacas. Un grupo de científicos holandeses obtuvo la secuencia completa de su genoma en 2005. Al compararlo con otros coronavirus, comprobaron que tenía una similitud genética del 99,6% con un coronavirus bovino, BCoV. El reloj molecular de ambos, basado fundamentalmente en su tasa de mutación, y la distancia genética sugieren que se separaron en torno a 1890. En la segunda mitad del siglo XIX hubo una enorme pandemia entre las vacas de origen bacteriano. Su sacrificio masivo pudo, según los autores de este estudio, exponer a los humanos al BCoV. Su impacto habría pasado desapercibido entre la pandemia de gripe de aquel año.

Los otros cinco coronavirus humanos aparecieron ya en el siglo XXI. Dos de ellos solo se manifiestan con síntomas leves indistinguibles del resfriado. De hecho, junto a los dos identificados en los sesenta, provocan cada invierno entre el 10% y el 30% de los resfriados y la mayoría de los que cursan con diarrea. Uno de ellos, el HCoV-NL63 se identificó por primera vez en bebés holandeses en 2004. Ese mismo año, un anciano de 71 años de Hong Kong fue el primero al que se le detectó el HCoV-HKU1. Estos coronavirus poco patogénicos saltaron de animales, pero ya no los necesitan para propagarse.

“Están plenamente adaptados a los humanos y pueden circular entre la población continuamente”, cuenta el profesor de la Universidad de Hong Kong Dong-Yan Jin, que lleva años estudiando los coronavirus. “Observamos estacionalidad en ellos, con la mayoría de los casos en invierno. En verano, se ocultan en un reducido número de personas aunque su actividad es reducida”, añade. Jin, como Valitutto, también piensa que el creciente contacto humano con los animales explica al menos en parte la emergencia de los coronavirus.

El primer coronavirus patogénico fue el de la pandemia de SARS de 2002 y 2003. El caso cero aparece relacionado con el consumo de carne de un animal salvaje vendido en un mercado en China. Análisis realizados poco después mostraron que un 13% de los vendedores de animales y carnes de los mercados de la provincia donde se inició el brote tenían anticuerpos contra el SARS-CoV. Diez años más tarde, la historia de la exposición animal se repitió con el MERS-CoV, el coronavirus con mayor letalidad, de hasta el 34,4% de los infectados. Por fortuna, una vez que saltó desde los camellos, su transmisión entre humanos no se mantuvo. Es una de sus diferencias con el actual SARS-CoV-2 que, siendo mucho menos letal, tiene la alta transmisibilidad entre humanos de los coronavirus leves.

“Tanto el SARS1 como el SARS2 emergieron de los mismos sarbecovirus [subgénero de coronavirus] que circulan entre los murciélagos de herradura, lo que muestra que hay virus de murciélagos que pueden saltar a los humanos”, dice David Robertson, profesor del Centro para la Investigación en Virus de la Universidad de Glasgow (Reino Unido). Pero no lo hicieron ni directa ni inmediatamente. En el primer SARS, el animal intermedio desde el que el virus pasó a humanos pudieron ser la civetas de las palmeras, un pequeño carnívoro del sur de Asia.

Aunque varios estudios genéticos señalan al pangolín, el animal intermedio del actual coronavirus aún no está claro. El reservorio natural son los murciélagos, pero no es un origen de anteayer. El virus de murciélago más cercano genéticamente al causante de la pandemia es el RaTG13, identificado en 2013. Pero el estudio filogenético entre este virus y el humano realizado por Robertson y sus colegas muestra que ambos divergieron de un ancestro común hace entre 40 y 70 años. El investigador británico no descarta que pueda haber otro coronavirus de murciélago más cercano al humano que aún no haya sido identificado.

A la pregunta de por qué emerge ahora, Robertson responde que simplemente porque ha podido. “También hay pruebas de estudios serológicos para otros virus similares al SARS que pasaron a humanos, lo que sugiere que también se han producido transmisiones fallidas”, dice. En efecto, varias investigaciones, la más reciente publicada en septiembre del año pasado, unos pocos meses antes de la actual pandemia, señalan infecciones locales provocadas por coronavirus pero que no fueron más allá de unos cuantos casos.

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