Fecha
Fuente
El País
Autor
Daniel Mediavilla

“Tenemos medicamentos que previenen el cáncer de mama y nadie los usa”

Entrevista a Miguel Martín, jefe del Servicio de Oncología Médica del Hospital Gregorio Marañón de Madrid y presidente del Grupo Español de Investigación en Cáncer de Mama (GEICAM)

Harold Varmus, uno de los primeros investigadores que empezaron a definir el cáncer como una enfermedad genética, describía este mal como una versión perversa de nosotros mismos. A diferencia de una infección provocada por virus o bacterias, que se pueden aniquilar para recuperar la salud, los tumores surgen por un mal funcionamiento de los mismos mecanismos que nos mantienen con vida. Combatirlos requiere un complejo equilibrio entre el daño que se inflige al cáncer y el que se causa a quien lo sufre. La investigación de las últimas décadas ha permitido acotar con mayor precisión las diferencias entre las células sanas y las tumorales, comprender las causas del mal y atacarlo con mayor eficacia y menos efectos secundarios. Pero la lucha contra el cáncer sigue requiriendo equilibrios complicados.

Miguel Martín (Valladolid, 1954), jefe del Servicio de Oncología Médica del Hospital Gregorio Marañón de Madrid y presidente del Grupo Español de Investigación en Cáncer de Mama (Geicam), lleva toda su carrera conviviendo con estos equilibrios, tanto en el tratamiento de sus pacientes como en la gestión de otros conflictos relacionados con el combate del cáncer. No niega la utilidad del trabajo de las empresas farmacéuticas, “que son las únicas que hoy pueden poner en el mercado nuevos fármacos” que incrementen la esperanza de vida de los pacientes, pero critica duramente un sistema que no es capaz de perseguir enfoques terapéuticos que, pese a su potencial para mejorar la vida de la gente, no den beneficios económicos.

Desde Geicam, una organización que lidera desde hace un cuarto de siglo, trata de compensar esos aspectos perversos del mercado y defiende la investigación como aspecto imprescindible para que en el futuro los enfermos de cáncer tengan mejores perspectivas que en el presente: “La investigación que se inicia ahora beneficiará a los pacientes de dentro de 20 años, hace falta inversión, mucho tiempo y la cooperación de muchísimas personas para avanzar”. Además, defiende la existencia de tratamientos preventivos farmacológicos que, junto a un estilo de vida más saludable, podrían reducir el impacto del cáncer de mama de forma drástica.

Pregunta. ¿Cómo puede la investigación académica cubrir las necesidades de los pacientes con tratamientos que no ofrecen beneficios económicos y no despiertan el interés de la industria farmacéutica?

Respuesta. En España tenemos una buena investigación básica, pero eso no es un fin en sí mismo, necesitamos que eso sirva para ayudar a los pacientes. Esa investigación clínica la financia y apoya la industria farmacéutica, que es la única que hoy por hoy puede poner un fármaco nuevo en el mercado. Habitualmente lo que hace la industria es comprar un fármaco que está iniciando su desarrollo clínico o adquiriendo una pequeña compañía que ha sido la que lo ha generado. Y después invierte una gran cantidad de dinero en desarrollar el medicamento que ellos saben que va a funcionar o tienen muy buenas expectativas de que va a hacerlo. Habitualmente, si el estudio es positivo, ponen el medicamento en el mercado y lo aprueban para una indicación, artritis reumatoide o cáncer de mama, por ejemplo. A partir de ese momento empiezan a recuperar el dinero que han invertido y lo recuperan con creces.

Además de esa indicación, hay muchas otras formas en que puede ser empleado un fármaco y realmente se puede mejorar mucho su aplicación modificando las condiciones en las que se utiliza. Un medicamento aprobado en tercera línea para cáncer de mama metastásico se podría desarrollar para otras condiciones, pero a menudo, cuando el fármaco está en el mercado y ya está haciendo dinero para una aplicación, la compañía no se gasta más en buscar otras aplicaciones.

Eso es algo que se podía hacer desde grupos independientes como Geicam, pensando en el interés de los enfermos y no solo en el de los accionistas de las empresas. Pero hacer un estudio clínico de este tipo cuesta muchísimo dinero, 15 o 20 millones de euros, y como la industria no tiene interés en hacerlo, hay medicamentos que se quedan a medio desarrollar. Las administraciones deberían hacer un esfuerzo para impulsar estudios académicos con fármacos ya comercializados para optimizar el uso de los medicamentos ya disponibles.

El Gobierno francés, por ejemplo, financió un estudio a investigadores independientes para probar si se podía cambiar la forma de usar el trastuzumab, un medicamento comercializado para el cáncer de mama. Se aplicaba el tratamiento, que es muy caro, durante un año, y los investigadores probaron si podría tener los mismos beneficios poniéndolo durante seis meses. Esto lo apoyó el Gobierno francés porque vio que era útil para los pacientes, porque recibían un tratamiento más breve, y para la sanidad pública francesa, que ahorraba dinero. Esto lo necesitamos también en España, pero ha sido imposible, porque los responsables políticos no han querido contemplar este tipo de trabajos cuando los hemos planteado.

P. ¿Por qué?

R. Uno de los problemas es que en España habría que coordinar a todas las comunidades, que tienen la sanidad transferida. Ese es un problema gordo. Aquí tenemos 17 países dentro de un país, Francia solo es uno. Estos estudios serían muy rentables para el país, pero no se hacen, no está contemplado en la normativa actual que se pueda hacer investigación académica. Además, nadie la financia. Este año solamente ha habido una pequeña convocatoria de este tipo del Instituto de Salud Carlos III.

P. ¿Cómo se podría mejorar esta situación?

R. En los países anglosajones se permite el mecenazgo para que una empresa que no tenga que ver con la sanidad invierta en un proyecto de investigación y a cambio le permitan desgravar dinero. Todos salen ganando. La Administración da un servicio al que ella no llega a través de esta empresa y la empresa desgrava. Pero en España hay un proyecto de ley de mecenazgo que lleva 15 o 20 años en un cajón y nadie lo quiere sacar, porque eso supone que algunas empresas den menos dinero a Hacienda y aquí de lo que se trata es de sacar el máximo dinero posible a todos los contribuyentes. Si no hacemos desarrollo y no invertimos en investigación, nuestro país va a ser siempre un país de cuarta, dependiente de otros países, y eso se paga con dinero. Es una visión cortoplacista.

P. ¿Tienen sentido todos los tratamientos contra el cáncer? ¿Tiene sentido gastar decenas de miles de euros en prolongar la vida de una persona muy poco tiempo cuando esos recursos se podrían utilizar para lograr mejoras de la salud mucho más amplias?

R. Hay que pagar lo que sea por los medicamentos que curan a las personas, por los que marcan la diferencia, pero estamos pagando cantidades muy grandes por medicamentos que tienen un valor muy relativo y esto es un tema que tenemos que revisar. Hay que revisarlo de forma negociada y consensuada con muchas partes implicadas: industria, Administración, médicos, pacientes. Los pacientes tienen que implicarse también y no decir que hay que pagar todo. Los pacientes a veces dicen que todo debe estar disponible, porque tienen unas expectativas demasiado elevadas y muchas veces no son conscientes de que algunos medicamentos no valen para nada o para muy poco. Hay pacientes que son sensatos, pero hay otros que son muy talibanes y exigen cosas que no tienen sentido porque van en su propia contra. El dinero es limitado y si se gasta en medicamentos que valen poco, se quita de otros que valen mucho.

Aquí además hay un problema de demagogia social. A una catedrática, economista de la salud [Beatriz González López-Valcárcel], que era asesora del PP y el PSOE gallegos, se le ocurrió decir eso que has preguntado en una comisión del Parlamento gallego, y la echaron, porque había elecciones pronto y los partidos decían que todo el mundo tiene derecho a todos los medicamentos con independencia del coste y de la eficacia. Y esta mujer tiene razón. Hay que establecer criterios, porque no se puede pagar cualquier cosa.

La disponibilidad del acceso a tratamientos contra el cáncer es diferente dependiendo de las autonomías

P. Mucha gente, cuando va a recibir un tratamiento contra el cáncer, espera una curación, cuando en muchos casos es más realista pensar en ganar meses o unos pocos años. ¿Cómo se puede ajustar estas expectativas?

R. Habría que hacerlo a través de las asociaciones de pacientes, porque hacerlo uno a uno es muy complicado, por muchas razones. Muchas personas no lo entienden y otras tienen un contexto familiar que influye muchísimo en el médico y en el paciente, porque en España el paciente toma una parte de las decisiones y otras las toma la familia. Todavía estamos en esta situación a pesar de que legalmente es el paciente el único que tiene que tomar esas decisiones. Entonces hay que darle lo que sea, valga o no valga. Es una situación muy complicada de manejar, pero habría que empezar a buscar un consenso social global en el que los enfermos también reconocieran que hay que poner en perspectiva lo que podemos pagar y lo que no. Porque además, muchas veces no es bueno para ellos. Las pasan canutas uno o dos meses y no vale para nada. Hay fármacos que pueden arruinar el sistema público de salud y eso habría que revisarlo.

P. ¿Tener un mejor conocimiento sobre el sistema de salud o vivir en un lugar concreto de España puede incrementar las probabilidades de sobrevivir al cáncer?

R. Sobre el conocimiento, el médico sabe redirigir al paciente, porque ha tenido que hacerlo muchas veces y normalmente lo hace bien. El tema de si en todas las Comunidades las facilidades son las mismas, en técnicas o en disponibilidad de médicos, lamentablemente, es mejorable. No todas las comunidades autónomas ofrecen las mismas posibilidades. Esto lo hemos denunciado. La disponibilidad del acceso a tratamientos contra el cáncer es diferente dependiendo de las autonomías y esto es un problema muy grave porque implica que un paciente en un sitio puede tener menos opciones que un paciente en otro y la equidad es la base del sistema de salud. La sanidad es el primer presupuesto en casi todas las autonomías, junto a la educación, es un dineral y puede haber tentaciones de ahorrar. Y no hablo de tratamientos poco eficaces. En el pasado ha ocurrido con tratamientos eficaces.

P. ¿Hay algún aspecto de la prevención del cáncer que no se aplique y sería especialmente útil?

R. Si el cáncer aparece, es mejor tratarlo, pero es mucho mejor que no aparezca. Yo convivo cada día con el ejemplo del cáncer de mama. Se curan casi todas las mujeres, pero les deja secuelas físicas y emocionales que son muy relevantes. Sin embargo, fíjate qué curioso, tenemos medicamentos que previenen el cáncer de mama, sabemos que funcionan y nadie los usa.

P. ¿Cuáles son esos medicamentos?

R. No se sabe muy bien cómo funcionan, pero hay tres medicamentos por lo menos, el tamoxifeno, el exemestano y el anastrozol, que se utilizan para tratar el cáncer de mama, que se sabe que si se toman a partir de los 50 años reducen a la mitad el número de casos de cáncer de mama. Pero no conseguimos que lo tomen ni el 5 por ciento de las mujeres que lo tenían que tomar. Sería parecido a las estatinas para el colesterol. La Administración tampoco percibe el problema y no se divulga que esto es viable y que se puede hacer y se debe hacer contando con el médico de cabecera.

Hay otras formas de prevención, como la educación de los niños, que tampoco se está haciendo, fomentando en la escuela el ejercicio físico, la dieta, la reducción del tabaquismo y del consumo de alcohol al máximo. Aunque en otros tumores no hay quimioprevención como tal, el ejercicio físico y la ausencia de tabaquismo y alcohol reducen el riesgo de los tumores.

P. Este uso de los fármacos contra el cáncer, ¿no sería un avance en una medicalización de la sociedad que ya se ha criticado en la prescripción de estatinas cada vez a grupos más amplios de la población?

R. Estoy de acuerdo en que la medicalización puede ser mala, pero si es tan sumamente ahorradora de patología, merecen la pena las excepciones. Y las estatinas son uno de esos casos. Ahorran muchísimo dinero al sistema público de salud porque te ahorras infartos o ictus, que tienen un gran coste para el sistema de salud. Evitar enfermedades es muy rentable a largo plazo.

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