Fecha
Fuente
El País
Autor
Manuel Ansede

El último encargo para el exterminador de virus

José Manuel Sánchez-Vizcaíno, archienemigo de las pestes desde que sufrió la polio de niño, se enfrenta a un último desafío antes de jubilarse: la plaga que amenaza a los cerdos en todo el mundo

Los que vivieron en la década de 1950 recuerdan que a veces, por las calles, había tantos niños con muletas que parecía que regresaban de una extraña guerra. José Manuel Sánchez-Vizcaíno fue una de aquellas criaturas. Con solo dos años de edad, en 1953, sufrió la polio, provocada por un virus que ataca el sistema nervioso y paraliza las piernas de los niños. La vacuna se descubrió apenas dos años después. Sánchez-Vizcaíno, nacido en Murcia hace 69 años, creció oyendo constantemente esa palabra mágica: vacuna. “Qué pena, por un poquito no llegó a la vacuna”, escuchaba. “Por qué poco”. Desde muy niño, aupado a sus pequeñas muletas, decidió que quería dedicar su vida a inventar esas inyecciones milagrosas. A ser un exterminador de virus.

Sánchez-Vizcaíno acabó Veterinaria en 1975 en la Universidad Complutense de Madrid y desde entonces ha trabajado en casi todas las crisis sanitarias vividas en España y en muchas más por todo el planeta. Sus investigaciones han ayudado a eliminar varias enfermedades animales terribles, como el cólera porcino, que obligó a sacrificar más de un millón de cerdos hace dos décadas, y la peste equina, una maldición introducida en España en 1987, cuando un zoológico madrileño compró cebras infectadas de Namibia. Tras una vida dedicada a combatir enfermedades víricas, el último objetivo de Sánchez-Vizcaíno antes de jubilarse es su más vieja enemiga. El veterinario se refiere a ella con sorna como “la Pepa”, por sus letras iniciales: la peste porcina africana. “Puede ser una hecatombe”, advierte el veterinario.

La Pepa puede matar a todos los animales de una granja, tras unos pocos días de fiebre, tos y hemorragias. Es una plaga típica del África subsahariana, pero en 2007 saltó a Georgia. Y, desde allí, a Rusia y a China. Sánchez-Vizcaíno dibuja un mapa de la expansión del virus en una hoja de papel, como si fuera Napoleón en la batalla de Austerlitz. En 2014, la Pepa ya había entrado en el oriente de la Unión Europea. Estalló el pánico. Con un solo caso de peste, el país afectado entra en una lista negra internacional y ya no puede exportar carne de cerdo. El mayor productor de Europa, Alemania, cayó el pasado 10 septiembre, tras encontrar un jabalí infectado. Las autoridades alemanas están levantando un vallado de 120 kilómetros en la frontera con Polonia para impedir el paso de los jabalíes. Dinamarca ya ha erigido otra barrera de 70 kilómetros en su límite con Alemania.

“Estamos volviendo a la Edad Media: nos encierran en casa por el coronavirus y levantamos muros en las fronteras”, advierte Sánchez-Vizcaíno. Todo el mundo en el sector mira ahora a este curtido veterinario español. El murciano coordina un equipo internacional que ha recibido 10 millones de euros de la UE para intentar desarrollar una vacuna que evite el desastre de la peste porcina africana. Los primeros datos son prometedores: su primer prototipo protege al 92% de los jabalíes vacunados. La revista científica que publicó los resultados preliminares el año pasado, Frontiers in Veterinary Science, lo resumió de manera dramática: “La vacuna contra la peste porcina africana puede salvar nuestro beicon”.

No sería la primera vez que Sánchez-Vizcaíno ayuda a rescatar al sector porcino. Sentado en su despacho de la Facultad de Veterinaria de la Complutense, el hoy catedrático recuerda “la Operación Pata Negra”. Hay aventuras maravillosas y decisivas que, incomprensiblemente, solo conocen sus protagonistas. Esta es una de ellas. Hace ahora 30 años, científicos de España y EE UU se encerraron en un laboratorio de alta seguridad de Olot (Girona) para inocular los peores virus conocidos a casi 200 cerdos, la mitad de ellos ibéricos. Los animales fueron entonces sacrificados, congelados y enviados a la isla Plum, un islote paradisiaco con un recinto de alto secreto en el que EE UU experimenta desde hace décadas con enfermedades infecciosas letales. “Allí les montamos una fábrica de embutidos y jamones”, rememora Sánchez-Vizcaíno.

España era por entonces una apestada, literalmente. La peste porcina africana hacía estragos en la península y ningún país quería comprar los productos españoles, sospechosos de transportar el virus letal. El sector del porcino se hundía y con él las economías de muchos pueblos. La Operación Pata Negra era el último intento de las autoridades españolas para probar científicamente que el proceso de salación del jamón, el lomo y la paletilla era suficiente para inactivar virus como el de aquella peste. “Lo demostramos”, celebra Sánchez-Vizcaíno. Las granjas españolas empezaron a exportar y a crecer. España, un país de 47 millones de habitantes, sacrifica en la actualidad unos 50 millones de cerdos cada año, el doble que antes de la Operación Pata Negra.

Los jamoneros españoles no olvidan a Sánchez-Vizcaíno. El año pasado le dieron un premio a su trayectoria científica, en el X Congreso Mundial del Jamón. Además de aquella inconcebible fábrica de embutidos y jamones en una isla secreta de EE UU, Sánchez-Vizcaíno desarrolló nuevos métodos de diagnóstico de la peste porcina africana que permitieron hacer análisis masivos en los cerdos. España consiguió erradicar por fin la enfermedad en 1995, tras 35 años de batalla.

“Nunca en mi vida he visto lo de ahora con el coronavirus: cada uno disparando hacia un sitio. Contra la peste porcina africana logramos una unión bestial. Nos unimos todos: productores, políticos locales, el Gobierno nacional, la administración europea, los ganaderos, los veterinarios”, explica el catedrático. “Ojalá en esta pandemia de covid fuéramos capaces de trabajar todos juntos en el mismo barco”.

Para muchos expertos, la pregunta ahora no es si el virus de la peste porcina africana volverá a cruzar los Pirineos, sino cuándo lo hará. España es la segunda potencia productora de porcino de la UE y la cuarta del mundo, tras China, EE UU y Alemania. Un solo caso de peste podría hundir el primer sector ganadero español, con una facturación de unos 20.000 millones de euros, según los datos de la patronal Anprogapor.

Sánchez-Vizcaíno muestra un vídeo en su teléfono móvil. Aparecen unos jóvenes pasando el día en un merendero en un bosque, hasta que llegan unos jabalíes, brincan a su mesa y se llevan la comida. Al veterinario se le ponen los pelos de punta. El virus de la peste porcina africana es extremadamente resistente y puede sobrevivir en algunos productos cárnicos. Por eso los empleados de las granjas de cerdos tienen prohibido comerse un bocadillo de chorizo en el trabajo. Sánchez-Vizcaíno dibuja un escenario escalofriante y factible: una abuela de Rumanía —donde la peste está asentada— le regala embutido infectado a su nieto, que vive en España. Si el joven trabaja en una granja o simplemente hace un pícnic en el bosque, el virus puede saltar a los cerdos o a los jabalíes españoles. Un sector que mueve el 2% del PIB nacional tiembla por un bocata.

El veterinario plantea otras dos vías de entrada. El virus está recorriendo tranquilamente Europa de este a oeste a paso de jabalí, así que un ejemplar infectado podría acabar entrando en España. Desde 2014 se han detectado casi 50.000 jabalíes infectados en la UE. Pero la posibilidad que más inquieta a Sánchez-Vizcaíno es la tercera: los productores alemanes, con las exportaciones bloqueadas por sus casos de peste en jabalíes, intentan colocar en la UE sus millones de cerdos a buen precio. Un camión contaminado podría traer la peste. Para el veterinario, esas ofertas de lechones europeos baratos son “caramelos envenenados”. La plaga, opina, entrará en España “por avaricia”.

El equipo de Sánchez-Vizcaíno ensaya su vacuna experimental en jabalíes en el Centro de Vigilancia Sanitaria Veterinaria (Visavet) de la Complutense. “Los animales están de puro lujo”, afirma el investigador, mostrando vídeos de los jabalíes jugando con una pelota en el laboratorio de alta seguridad. El primer prototipo vacunal, administrado en cebos con maíz, está elaborado a partir de un virus atenuado aislado en un jabalí de Letonia. Para evitar riesgos, cada animal que entra en Visavet sale incinerado.

Los ensayos de la vacuna en cerdos domésticos se han llevado a cabo en el Centro de Investigación en Sanidad Animal (CISA), el principal laboratorio de alta seguridad biológica de España, situado en Valdeolmos, a 40 kilómetros de Madrid. El CISA, un búnker de hormigón armado de 11.000 metros cuadrados, fue ideado por el propio Sánchez-Vizcaíno e inaugurado en 1992 para investigar patógenos letales. Hoy es el laboratorio de referencia de la UE y de Naciones Unidas para la peste porcina africana. El veterinario describe sus instalaciones como “auténticas cárceles para los virus”.

Sánchez-Vizcaíno dirigió el CISA hasta 2002 y allí se enfrentó a la crisis del ántrax —cuando empezaron a circular sobres con polvos blancos en España tras los atentados del 11-S en EE UU— y a importantes patógenos animales, como el virus de la lengua azul, que ataca a ovejas y a vacas. “El CISA fue idea de José Manuel. Él tuvo la visión y convenció a las autoridades de que España necesitaba un laboratorio para manipular virus, porque es la vía de entrada de virus africanos en Europa”, aplaude la bioquímica Marisa Arias, actual directora del CISA, donde hoy se ensayan en ratones las vacunas experimentales españolas contra la covid.

“El virus de la peste porcina africana es muchísimo más complejo que el nuevo coronavirus, no hay color”, advierte Arias. “Comparándolo con algo humano, sería algo parecido al virus del sida. Es un virus que no induce anticuerpos que lo neutralicen, por eso es tan difícil conseguir una vacuna”, añade la farmacéutica Carmina Gallardo, coordinadora del laboratorio de peste porcina africana en el CISA.

Pese a todo, Sánchez-Vizcaíno es optimista y confía en dejar una vacuna experimental para jabalíes lista antes de jubilarse. “Ahora estamos como Louis Pasteur, que inventó las vacunas sin conocer su mecanismo real. Nosotros todavía no hemos identificado cuáles son las proteínas del virus de la peste porcina africana que inducen la respuesta inmune, pero nuestra vacuna experimental protege al 92% de los jabalíes”, celebra. Su proyecto, bautizado VACDIVA, termina en 2023.

Sánchez-Vizcaíno cuenta que, cada vez que viaja a París, visita el museo instalado en la casa en la que vivió sus últimos años el científico francés Louis Pasteur, fallecido en 1895. Allí se custodia también la tumba del sabio, considerado el padre de las vacunas modernas. “Cuando yo tenía siete u ocho años, alguien me regaló un librito de Pasteur. Y desde entonces tuve una ilusión impresionante por los virus. Ahora, cada vez que voy a París, voy a ver al tío Louis”.

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