¿Regreso al carbón en el siglo XXI?
El carbón fue durante mucho tiempo el principal combustible fósil utilizado por el hombre. La primera revolución industrial se basó en gran parte en el desarrollo de la máquina de vapor, lo que supuso el consumo de grandes cantidades de carbón a lo largo de los siglos XVIII y XIX. Sin embargo, el uso de este combustible conllevaba un importante impacto medioambiental como consecuencia de su alto contenido en azufre y cenizas, que se emitían a la atmósfera degradando la calidad del aire. Afortunadamente, a lo largo del siglo XX se desarrollaron diferentes tratamientos que permiten limpiar las emisiones de contaminantes procedentes del carbón, al menos en las grandes centrales térmicas en las que se usa de forma masiva.
Es sabido que el principal problema de contaminación ambiental al que nos enfrentamos hoy en día es el cambio climático, provocado por la acumulación en la atmósfera de gases de efecto invernadero, principalmente CO2 procedente del uso de combustibles fósiles (proporcionan más del 80% de la energía primaria que consumimos). La progresiva descarbonización de las fuentes de energía se contempla como una evolución en la dirección adecuada para conseguir mitigar o disminuir las emisiones de CO2. De los diferentes combustibles fósiles, el carbón es el que contribuye en mayor medida a las emisiones de CO2 respecto de la energía producida. Se ha estimado que en el año 1999 el carbón contribuyó en un 35% a las emisiones de CO2 procedentes de combustibles fósiles, mientras que aportó menos del 24% de la energía primaria producida. Respecto del gas natural, la relación emisiones de CO2/energía primaria producida es aproximadamente 1,7 veces superior en el caso del carbón.
Durante el siglo XX el carbón fue sustituido paulatinamente por el petróleo, primero, y por el gas natural después. Este proceso conlleva una descarbonización progresiva de los combustibles fósiles al utilizarse en mayor medida aquellos que presentan una mayor relación hidrógeno a carbono (H/C): carbón (H/C=1), petróleo (H/C=2), y gas natural (H/C=4). Se ha propuesto que el siguiente paso en esta tendencia sería la utilización del hidrógeno como combustible libre de carbono, al menos si el hidrógeno se obtiene a partir de fuentes de energía renovables.
Los párrafos anteriores recogen el panorama que se dibujaba hasta hace poco tiempo y que de una forma idealizada pronosticaba un papel cada vez menos relevante del carbón como fuente de energía. Sin embargo, estos postulados no se encuentran avalados por los datos de consumo de energía primaria correspondientes a años recientes (BP Review of World Energy, Junio de 2005).
[David Serrano Granados]