REFLEXIÓN SOBRE LA DOCENCIA EN LA PRÁCTICA CLÍNICA (I)

La labor docente forma parte de las funciones del personal asistencial en los hospitales universitarios y centros de salud junto con la investigadora y la propia atención a los pacientes y usuarios del sistema sanitario. Sin embargo, las dos funciones primeras se han visto entre los profesionales como anejas, secundarias, accesorias. Esta visión choca con la imposición de la docencia por parte de los gestores, la mayoría de las veces sin una contrapartida para el profesional que la ejerce.

Palabras clave: docencia, profesiones sanitarias, tutor de prácticas.

Key words: teaching, health profession, advisor.

En el periódico Diario Médico (31/7/08) Indalecio Sánchez, nuevo decano de la Facultad de Medicina de Granada, aboga por la integración del personal clínico en la docencia con los incentivos adecuados. Como profesional asistencial de cierta experiencia y como docente de pregrado en fisioterapia no podemos sino asentir a las declaraciones del decano. Efectivamente no abundan los incentivos para la implicación en esta labor. Por otro lado, se podría decir que tales incentivos sobran, pues el trabajo docente forma una de las tres patas del conjunto de las actividades exigibles al profesional cuando se integra en las instituciones sanitarias. Aunque esto sea así, y lo aceptemos, no parece coherente que desde los órganos administrativos de los centros no se vele por la puesta a disposición de recursos para el adecuado desempeño de la tarea docente. No entraremos ahora a valorar la ausencia práctica de interés en la labor investigadora, la otra faceta del profesional. Como fisioterapeuta asistencial nos damos cuenta de que en nuestra profesión, y diríamos que en las demás, no se estimula este cometido, cuando no se restringen medios o se obstaculiza.

En nuestro entorno percibimos que, junto con el requerimiento para el desempeño de la enseñanza de la fisioterapia, la medicina, la enfermería, etc., no se procuran los recursos que la propicien, al menos con pretensiones de calidad. Esto no quiere decir, ni mucho menos, que la formación de pregrado sea defectuosa, sino más bien que su consecución es mucho más meritoria. Son muchas las lagunas a cubrir en general y en cuanto al profesional que participa en la docencia. Para empezar, se supone que cualquiera puede ser docente, sin proceso de selección transparente unas veces, sin claros criterios otras, y sin procurar la formación del formador. Así, a cualquiera se nos supone unas habilidades comunicativas, de transmisión de conocimientos y de capacidad evaluadora. Y el que de verdad las posee o se forma de manera externa a la organización no ve por ningún lado reconocimiento por ello. Vemos efectivamente, esa es nuestra experiencia directa y la transmitida por otros compañeros, como desembarcan en nuestras unidades alumnos, fruto de un convenio del que no se informa en muchas ocasiones, y no se plantean aspectos tan elementales como la disponibilidad de tiempos, espacios, o disposición de los profesionales ascendidos a docentes. Ya hemos hablado en otra ocasión de la necesidad de especialización dentro de fisioterapia, y ahora volvemos a reclamar, no especialización, pero sí formación en docencia para poder ejercerla con dignidad.
Hemos criticado, creemos que de modo constructivo, la implantación de la carrera profesional (específicamente en la Comunidad de Madrid) por no constituir más que un modo de retribución por antigüedad, y esto viene a colación por la falta de peso de la docencia en la misma. Es decir, el ámbito de incentivación para docencia e investigación en  materia de ascenso profesional se ve prácticamente extinguido desde su origen. En este contexto, la implicación en la docencia no supone un incentivo ni por reconocimiento ni por retribución. El el diseño de la carrera actual la ponderación de dos de las tres patas antes aludidas, investigación y docencia, es muy desproporcionada con el componente asistencial, por lo que su desarrollo no supone una motivación.


Lo que además agrava el cuadro es que la docencia se haya convertido en una labor no consensuada con una de las partes, el docente, y sea una labor impuesta. Es innegable la asunción de la responsabilidad docente desde el momento en que esta es una más de nuestras funciones como profesionales de la salud. Sin embargo, su desempeño viene ligado a la ubicación del centro de trabajo. Dentro de un mismo lugar y entre sitios distintos hay diferentes vinculaciones con la docencia. La dedicación a la misma puede ser mayor o menor, o ni siquiera darse. Sin embargo, esto no implica diferencias en reconocimiento o salario en muchas ocasiones. Curiosamente se puede dar la situación en que dos trabajadores asumen alumnos y sólo uno de ellos percibe, fruto de un proceso de elección, compensación económica. Estas discriminaciones conllevan a situaciones de desequilibrio poco lógicas.
En definitiva, en la formación pregrado, que es la que nosotros conocemos, y específicamente en fisioterapia, es común el ejercicio de la docencia como parte de nuestra relación contractual en unas condiciones de obligatoriedad, sin formación específica en docencia, sin incentivación (en términos de reconocimiento, compensaciones laborales o económicas), sin recursos específicos (tiempo dentro de la jornada laboral, espacios, medios didácticos, etc.) y, en ocasiones, sin proporcionalidad en comparación con otros colegas.

Continúa en https://www.madrimasd.org/blogs/fisioterapia/2008/08/07/reflexion-sobre-la-docencia-en-la-practica-clinica-y-ii/

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