OPINIÓN SOBRE LA FORMACIÓN POSGRADO (y II)

La formación posgrado supone una preocupación por la mejora en la calidad de los servicios asumida y demandada por los profesionales sanitarios. Los fisioterapeutas tienen una larga tradición en este aspecto de su profesión. Sin embargo, más alla de los comentarios de colegas, en otra entrada hemos reflexionado sobre un replanteamiento que tenga en cuanta las necesidades y características del profesional en ejercicio.

La formación posgrado supone una preocupación por la mejora en la calidad de los servicios asumida y demandada por los profesionales sanitarios. Los fisioterapeutas tienen una larga tradición en este aspecto de su profesión. Sin embargo, más alla de los comentarios de colegas, en la entrada previa hemos reflexionado sobre un replanteamiento que tenga en cuenta las necesidades y características del profesional en ejercicio.

En el terreno de lo concreto hemos comprobado muchas veces como se hacen exposiciones teóricas sobre materias básicas  (anatomía, biomecánica, fisiología) que engordan la duración de los cursos. No está de más un recordatorio de las mismas pero no ha de suponer un porcentaje significativo de las horas totales.  También ha de considerarse la aplicabilidad inmediata, el resultado práctico del esfuerzo formativo. De no ser así abandonaremos lo aprendido, constatando la futilidad de nuestra dedicación. El contenido tiene mucho que ver con esto, pues en demasiadas ocasiones nos formamos en técnicas terapéuticas y diagnósticas que no han demostrado ni siquiera validez empírica y carecen de fácil justificación científica.

El fisioterapeuta, como las demás personas, tienen otras ocupaciones que puede considerar prioritarias. La formación no ha de suponer un obstáculo insalvable para las mismas. Ya sabemos que sí supone un esfuerzo que se verá con buenos ojos si se observan resultados. Familia, más en una profesión muy feminizada, aficiones u otras dedicaciones requieren tiempo. Aunque no pueden argumentarse como excusa para la renuncia a la formación, los requerimientos del curso habrían de contemplarlo para, con ello, propiciar la adherencia al mismo.

En el contexto de determinadas enseñanzas como las de máster, doctorado o títulos propios de posgrado de las universidades los programas están ofertados y publicados y el estudiante sabe a lo que se compromete para la obtención del título. Es de esperar cierto grado de exigencia teórica, dedicación presencial, elaboración de trabajos, etc. Pero en otra coyuntura, como la de la multitud de cursos sobre determinadas terapias, escuelas o enfoques es donde han de primarse las características del adulto. No debe obviarse su bagaje, muy largo para muchos, la experiencia o la expectativa de aplicabilidad de los contenidos.

En estos casos no podemos perder de vista que son los profesionales los que demandan un tipo de formación. Es decir, son el cliente, el que dice lo que pretende, y el proveedor debería adoptar su visión de lo que ha de ser la acción formativa. Debe contemplar lo que se quiere aprender y cómo se quiere aprender, y no exponer sus condiciones ignorando los deseos, disponibilidad, prioridades, práctica o conocimientos de los alumnos. Estos muchas veces saben y tienen experiencia, no son el recién titulado vulnerable, impresionable  que se deja cautivar por las habilidades de un profesor erudito en la materia.

Por lo tanto,  se puede aspirar a cursos con mayoría de contenido práctico, cuyas enseñanzas se puedan aplicar al día siguiente, fundamentadas en la experiencia cualificada del docente y apoyadas en las ciencias básicas y en estudios científicos; que valoren la experiencia del alumno, sus expectativas y necesidades; y que sopesen la incidencia que su realización tiene en las vidas personales y profesionales de los asistentes.

En definitiva, encajar todas las piezas del complejo rompecabezas de la formación posgrado supone un esfuerzo del alumno, una implicación previa y concurrente con el curso, un compromiso, también de los centros e instituciones, públicos y privados. Pero además supone una postura crítica que evalúe los contenidos, los materiales docentes, la aplicabilidad o la accesibilidad, también económica. Con estos criterios y, aunque no exista una satisfacción total,  se propiciará que los fisioterapeutas y demás profesionales asuman la formación de  mayor agrado, serán más receptivos y, con ello, mejorarán la calidad de su trabajo y el reconocimiento del mismo.

Entrada relacionada: Opinión sobre la formación posgrado (I), en https://www.madrimasd.org/blogs/fisioterapia/2011/09/26/opinion-sobre-la-formacion-posgrado-i/

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