¿Existe la Luna solo cuando la medimos o miramos?

Entonces existe siempre, pues medir algo es equivalente a interaccionar con ello, y todos los cuerpos, todos los entes del universo interaccionan constantemente todos con todos. 

En un artículo reciente de Science, se afirma: “Un fotón puede estar polarizado en vertical o en horizontal o en una mezcla de ambas polarizaciones”, y de ahí, no se sabe cómo, deduce que la Luna solo existe cuando la miramos. De lo que está hablando es de las soluciones de la ecuación de Schroedinger para una onda electromagnética (EM). Esas soluciones lo que representan son las probabilidades de que el sistema tenga ciertos valores, como por ejemplo, una polarización vertical. La onda no está en una mezcla de polarizaciones. El mejor ejemplo es el del Gato de Schroedinger, traspasado a los seres humanos. En cualquier momento de la vida estamos vivos O muertos, y tenemos una mezcla (suma) de probabilidades de morir (pequeña al principio y grande al final) y de estar vivos. Podemos decir que la probabilidad es una mezcla de las dos, de la probabilidad de estar vivos y de la probabilidad de estar muertos, pero eso no implica que nosotros estemos vivos y muertos. En el caso del Gato de Schroedinger, cuando abrimos la tapa de la caja no cambiamos nada en el gato, sino que adquirimos información. Exactamente lo mismo con las polarizaciones de las ondas, cuando se miden esas polarizaciones, no se cambian éstas, sino que se adquiere información. 

El problema es siempre el lenguaje. Es preciso emplearlo bien. Una cosa son los sistemas físicos y otra la información sobre los mismos.

Se escriben muchas cosas mal entendidas sobre la realidad. Entre otras, y desde hace unos 122 años, sobre la realidad de los fenómenos en escalas de nanometros (milésimas de millonésimas de metros) e inferiores y escalas de muy pequeñas energías, en unidades de electrón-voltios, es decir,  centésimas de billonésimas de billonésimas de kwh.

Desde entonces, y escrito también por físicos y premios Nobel, se estimula a las personas a pensar que en esas escalas las cosas son mágicas, y que no se cumplen en ellas las leyes de la física. En particular se habla en casi todos los sitios que describen estas cosas de que la “luz”, (la radiación electromagnética. EM) es simultáneamente onda y partícula. La realidad es que, para determinados tamaños (pequeños) de las ondas EM, la interacción entre radiación y materia es resonante, está cuantizada, y de ahí se habla de esa radiación como compuesta por partículas (sin masa)) que se denominan fotones. 

Pero los fotones solo aparecen en la interacción de la radiación EM con la materia, nunca en el camino entre lo que ha producido esa radiación y la materia que la recibe, y nunca en las ondas de radio de onda larga. 

Una soprano puede romper una copa de cristal con muy poca energía, ajustando la frecuencia de su nota a la de resonancia de la copa. Esta resuena y aumentan sus vibraciones hasta que se rompe. La rotura no depende del volumen de la nota de la soprano, sino de su frecuencia. De la misma manera, cuando cae luz sobre una celda fotovoltaica, el que salten electrones de los niveles energéticos ligados al núcleo de los átomos de silicio de la placa a los niveles casi libres de la banda de conducción, es un fenómeno resonante, que depende no de la intensidad de la luz, sino de la frecuencia de la onda de luz que impacta sobre la celda. No necesitamos los fotones para nada, ademas del misterio de cómo podría atinar un fotón minúsculo que se mueve a 300.000 km/s chocar con un electrón que se mueve alrededor del núcleo del átomo también a muy alta velocidad.  La cuantificación de la radiación EM existe en la interacción, no en la misma radiación. 

Un físico francés, Louis de Broglie, propuso en su tesis doctoral una hipótesis: Los cuerpos, las partículas cuando se mueven, van acompañados de unas ondas, que denominó ondas de fase. No especificó cuál era la realidad física que variaba en el espacio y en el tiempo (lo que es una onda). Sencillamente esas ondas de fase eran expresiones matemáticas, cuyos grupos de onda se propagaban, matemáticamente, con la misma velocidad (evidentemente) que las partículas. De unas ondas de fase puramente matemáticas muchos físicos pasaron a hablar de que el electrón es una onda, no se sabe de que. 

Schroedinger, un año y medio después, propuso una ecuación no para el movimiento de los electrones de átomos aislados, si es que esto tiene algún sentido, sino para las probabilidades de las posiciones y energías de esos electrones. Ahora bien, lo mismo que el clima es una creación humana (es el promedio de las variables reales de la atmósfera al tiempo y al espacio), la probabilidad es una descripción matemática, humana, de la realidad física. Una bola de lotería no se mueve en el bombo debido a una probabilidad, sino según la fuerza de la gravedad, los choques con el resto de las bolas y con los alambres del bombo. La probabilidad la calculamos nosotros. 

Se dice que la realidad de que las partículas son ondas se comprueba al hacerlas pasar por cristales sin o con orificios. Pero los cristales son estructuras periódicas, y según demostraron  Duane y Landé, es totalmente posible explicar los fenómenos que se atribuyen a la difracción e interferencia de ondas mediante el movimiento de las partículas a través de una estructura periódica. Las periodicidad que producen la interferencia y la difracción está en el cristal, no en el electrón. 

Cómo con los fotones, al estudiar el movimiento de las partículas en redes periódicas de átomos se traslada el fenómeno del reino de la magia, al de la realidad de fuerzas e interacciones. Las cosas no se convierten, instantáneamente de ondas a corpúsculos a ondas, sin explicación física, salvo el “alohamore” del mago, sino que se ofrecen explicaciones físicas, racionales. 

En cuanto al fenómeno del entrelazamiento, da mucho para publicar, siempre con el mismo fenómeno que ya exhibieron  Aspect  y su grupo, hace bastantes años, sencillamente aumentando las distancias. La explicación racional, no mágica, se puede ver en mi libro : “Disfrutando la Incertidumbre”. De hecho, nunca se mide el entrelazamiento, sino la correlación entre dos polarizaciones de ondas EM, o entre dos spines de electrones.  Pero si se preparan dos cuerpos, de escala atómica o macroscópica, de una cierta manera y se les cambian sus propiedades de forma incremental, aunque aleatoria, las correlaciones se mantienen a cualquier distancia que se quieran medir. 

Si alguien tiene curiosidad por estos temas puede consultar mi libro publicado en Kindle, que se encuentra tecleando  “Amazon – Disfrutando la Incertidumbre” en Google. 

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