Realmente la pregunta es ¿para qué estudiar?

Si el objetivo de la educación fuese otorgar a las personas habilidades concretas, lo mejor sería volver al sistema de los gremios, y colocar como aprendices en las distintas profesiones a los niños y jóvenes. Un problema de los gremios era su radical, esencial, incapacidad para innovar. 

La educación en materias que no tienen nada que ver con las profesiones a las que accederán los jóvenes estudiantes tiene un objetivo claro, que muchas veces se olvida hasta por lo propios profesores, al menos en casi todas las asignaturas que no son la física.

Esto es barrer para casa, claro, pero es una realidad. La física nunca se enseña como asignatura teórica. La física se enseña, y los estudiantes se examinan, resolviendo problemas. Los estudiantes de física aprenden, esencialmente y sobre todo, a plantearse la estrategia correcta para resolver cualquier problema que les surja en la vida, sea aprobar un examen de la asignatura, o resolver una cuestión personal. 

La estrategia es: 1) Entender cuál es el problema, es decir, saber leer o escuchar lo que se plantea, comprender que es lo que se pide, lo que se necesita, lo que se quiere resolver.  2) Despiezar el problema en pequeñas partes más sencillas.  3) Recordar las leyes de la física (las normas aceptadas) que se refieren a ese problema identificado: ¿Es de mecánica, de termodinámica, de electricidad, …?  4) Recordar otros problemas similares resueltos en casa, o por el profesor en la pizarra. 5) Ponerse a trabajar sobre el problema. 

Esto mismo es lo que ocurre, o debería ocurrir, en el resto de las asignaturas: Una traducción del latín a la lengua vernácula; qué quiere decir una afirmación filosófica; cómo se desarrolló un episodio histórico, qué nos muestra un autor con una novela, con una poesía. El alumno aprende a resolver problemas cada vez más diferentes, en áreas de la vida cada vez más distintas, al tiempo de sentir un placer cada vez más grande al comprobar que aumentan sus conocimientos y es capaz de resolver todos los problemas que le van apareciendo. 

El alumno o la alumna se enfrenta a problemas nuevos, no conocidos por ella o él anteriormente, pero similares a otros analizados en clase, y a los que se ha enfrentado en la soledad de su mesa de trabajo, sea esta un pupitre en su habitación, la mesa del comedor, o una mesa de una biblioteca en total silencio. 

El alumno o la alumna aprende a confiar en sí misma, a buscar en su mente situaciones no iguales, pero similares, a encontrar soluciones nuevas, al menos nuevas para ella, a innovar. 

Este es el objetivo real de la educación, y es algo que se olvida periódicamente en la historia humana, y que deben encontrarlo, también cada vez, los jóvenes que quieren avanzar en la sociedad, quieren innovar, y quieren enseñar, finalmente, a los nuevos. jóvenes, el significado real del aprendizaje. 

Sin esto, la sociedad va muriendo poco a poco hasta que otro grupo de personas decide rescatarla y darle un nuevo impulso. 

Esa es la belleza de la educación y el inmenso placer de los educadores que realmente educan a las nuevas generaciones, una y otra vez.

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