La Semana Mundial de la Concienciación sobre Antimicrobianos

Desde hace ya varios años el 18 de noviembre el Centro Europeo para el Control de Enfermedades (ECDC) celebra el European Antibiotic Awareness Day, que en España es el Día Europeo de la Concienciación sobre el uso de Antibióticos o Día Europeo para el Uso Prudente de los Antibióticos. En paralelo, la OMS celebra del 18 al 24 de Noviembre la World Antimicrobial Awareness Week ó Semana Mundial de la Concienciación sobre Antimicrobianos. En el marco de estas celebraciones el Plan Nacional de Resistencia a Antibióticos (PRAN) ha lanzado este año en diversos medios la campaña “Antibióticos: tómatelos en serio”. El objetivo de estas campañas es “concienciar a la población sobre el uso adecuado de estos medicamentos”, aunque en un mundo que busca desesperadamente antivirales para combatir una pandemia puede sonar un tanto paradójica esta llamada a la prudencia.

 

Cartel de la Semana del Uso Prudente de los Antibióticos. Hospital Universitario La Paz.

 

El mensaje central de las campañas es que, a diferencia de otros medicamentos, los antimicrobianos, sean antivirales, antifúngicos o antibacterianos (los que llamamos antibióticos), promueven la aparición de resistencias a los propios fármacos. Se trata de evolución biológica por selección natural: cuando surge una variante resistente, el antibiótico ya no puede curar la infección, pero además la nueva variante tiene ventaja sobre las variantes sensibles y se disemina con más facilidad. La producción y el consumo mundial de antibióticos se cuenta ya en miles de millones de toneladas anuales y está sucediendo lo que cabría esperar, las bacterias resistentes aparecen y proliferan por todo el mundo. Se ha repetido ya muchas veces la conclusión del informe O’Neill de que para 2050 las infecciones por «superbacterias» resistentes a los antibióticos serán la principal causa de muerte en todo el mundo y podrían superar los 10 millones de muertes al año.

Podría decirse que los antibióticos son víctimas de su propio éxito. Como los analgésicos, han sido adoptados por la cultura popular y con frecuencia se utilizan sin consultar a un médico, simplemente porque anteriormente han funcionado bien, o porque lo ha recomendado algún conocido o por cualquier otra razón. Pero usar los antibióticos correctamente no es sencillo, incluso para los profesionales es un tema complejo. Existen en el mercado muchos antibióticos con propiedades muy diferentes. Unos tienen actividad sobre muchas especies de microorganismos y se dice que son de amplio espectro, mientras que otros sólo afectan a unas pocas especies. Algunos se pueden tomar por vía oral y otros deben administrarse por vía intravenosa o intramuscular. Unos se distribuyen fácilmente por todo el cuerpo y otros tienen dificultades para llegar a algunos tejidos. Unos son muy estables y otros se degradan o se eliminan rápidamente. En el caso ideal, el clínico tiene toda la información necesaria (origen, extensión y gravedad de la infección, microorganismo, estado del paciente), valora la situación y elige el tratamiento óptimo, que maximiza el beneficio al paciente y minimiza el impacto ecológico (selección de resistencias). En el mundo real la información disponible suele ser incompleta y el clínico tiene que valorar todas las opciones posibles y elegir el tratamiento que tenga mayor probabilidad de ser óptimo. Cuanto mayor es la incertidumbre inicial mayor es la probabilidad de seleccionar un tratamiento subóptimo. Por eso las sociedades médicas y científicas de algunas especialidades apoyan a los médicos elaborando guías de uso de antibióticos para las infecciones más comunes en el ámbito de su especialidad. Por eso muchos centros sanitarios, tanto en atención primaria como especializada, tienen Programas de Optimización de Uso de los Antibióticos (PROA) cuyos objetivos son “mejorar el pronóstico de los pacientes que los necesitan, minimizar los efectos adversos, controlar la aparición de resistencia y garantizar el uso de tratamientos coste-eficaces”. Por eso es necesaria y urgente la creación de la especialidad de Enfermedades Infecciosas. Y por eso auto-recetarse antibióticos es una pésima costumbre.

 

Hasta hace poco el problema de las resistencias se resolvía utilizando nuevos antibióticos para los que aún no había resistencias, pero esa época dorada ya acabó, cada vez es más difícil y menos rentable desarrollar antibióticos. Periódicamente aparecen noticias sobre superantibióticos con propiedades fantásticas y a prueba de resistencias, pero en realidad es muy poco probable que se consiga desarrollar nunca algún antibiótico contra el que las bacterias no puedan desarrollar resistencia. La vida se abre camino y no parece muy inteligente correr contra la naturaleza en una carrera de armamentos que no se puede ganar. Lo más razonable es aprovechar bien lo que se tiene y si se usa con prudencia cumplirá su función durante mucho tiempo. A partir de ahí todo lo que llegue nuevo será bienvenido, pero tampoco servirá de mucho si no se cuida.

Hay que romper la leyenda de los antibióticos y convencer de que el abuso y el uso incorrecto tienen un impacto ecológico cuyas consecuencias pueden alcanzar proporciones pandémicas. Ese es el objetivo de la celebración anual de campañas de concienciación.

 

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