¿Se Extingue la Edafología? (1: Introducción)

¿Se Extingue la Edafología? (1: Introducción)

 

Estimada y sufrida audiencia de esta weblog. Estos días, haciendo un lapsus, antes de redactar mi modelo «mántrico» de representación del sistema suelo, vamos relajarnos e impartir otra «lección magistral» (es broma) de cómo se comportan los miembros de una comunidad científica, cuando su disciplina se encuentra en crisis.

Nuestro amigo «Gustavo Moscatelli«, por aquel entonces Presidente de la Sociedad Argentina de las CC. del Suelo, me pidió (entre otros) una valoración o impresión de lo acaecido en el Congreso Mundial de Suelos celebrado en Montpellier en 1998. Como siempre, y debido a mi incontinencia verbal o escrita, en lugar de ser escueto y conciso le envié un documento de 8 páginas. Castigo que sigo infringiendo a cualquiera que se atreva a pedirme un «breve comentario» Creo que este sigue siendo de vigente actualidad, a pesar de que la propuesta explicitada abajo sobre la reestructuración de las Divisores de la Sociedad, fue rechazada, alcanzándose un acuerdo más razonable.

 

En cualquier caso, si bien aquel intentó de demoler una disciplina por sus propios practicantes fracasó, posteriormente aparecieron dos más. Uno concierne al mal denominado paradigma de la calidad del suelo, mientras el otro ya explicado en esta weblog en la contribución denominada: Modelos conceptuales o representaciones del sistema edáfico. 2. El suelo como substrato del desarrollo vegetal, y la edafología matemática (¿?)». Esta visto que la constancia es algo consustancial a la actividad científica. ¿Pero y el suicidio? Pues bien, Gustavo me ha dado permiso para reproducir, con las modificaciones que yo considerara oportunas (bastantes), el texto completo (no el finalmente publicado; obviamente más breves bajo sus juiciosas tijeras). Dividiré el texto en tres partes. Aquí presento la introducción, o como a los sabios se les indigestan las crisis. El texto finalmente publicado en Argentina puede encontrase en:

 

 Ibañez, J.J. 1998. Boletín de la Asoc. Argentina de la Ciencia del Suelo, 76: (pp.14-21). Buenos Aires. Reflexiones sobre las actividades institucionales desarrolladas en  el 16th World Congress of Soil Science. (Montpellier, 20-26 August 1998).

 

Nunca he entendido como en las carreras científicas universitarias  de tipo experimental (excluyo por tanto matemáticas y físicas) no se imparte al menos una asignatura sobre que es la ciencia y el método científico. También deberían impartirse dos o tres más para que los futuros científicos no cometan el mismo error que sus predecesores (por ejemplo, filosofía, sociología e historia de la ciencia). Si muchos de mis colegas tuvieran algún conocimiento del tema, este tipo de discusiones, bizantinas cuando no bochornosas, no habrían tenido lugar. Empero nuestros gestores de la política científica insisten en substituir antiguas asignaturas por otras de «moda» y el problema deviene en  crónico. Resulta sorprendente que los una buena parte de los investigadores científicos desconozcan los fundamentos de lo que es la ciencia. Sin embargo se trata de un hecho incuestionable. Veamos porqué.  

 

 

Madrid, 2 de Octubre de 1998

 

Querido «Moscatelli«,

 

Tras nuestra «balasera» telefónica del último día (en lo que a variedad de temas se refiere), entendí que estás sondeando a diversos colegas a cerca de sus impresiones sobre lo acontecido en el Congreso Internacional de Montpellier, y que deseabas también tener las mías por escrito. Pues bien, aquí van.

 

En cualquier caso, antes de iniciar mi desiderata, debes tener presente algunas consideraciones previas.

 

·         Primero, que entiendo que se trata de una carta, más o menos, personal y, no teniendo que ser «políticamente correcto», me permitiré ciertas licencias y una buena dosis de ironía que espero que entiendas (tu y posibles lectores).

 

·         Te recuerdo, que mis neuronas andan un poco «perjudicadas«. (Me)He consumido dos meses coordinando la redacción del informe anual sobre «soil degradation» que debe presentar el Centro Temático Europeo de Suelos al Consejo Europeo de Ministros de Medio Ambiente y al Parlamento Europeo. En otras palabras, he mantenido una dura pugna con la Agencia Europea de Medio Ambiente y otros colegas, para elaborar un documento que no sólo incluya eco y/o edafo-basura sino también algo de sustancia. Lo primero era lo que realmente nos exigían aquellos que se encuentran en la obligación de hacer pretender creer a los conciudadanos, de este lado del charco, de la honda preocupación de sus líderes políticos por la salud ambiental. Obviamente no lo he logrado, del mismo modo que los «culebrones» (tele-basura novelada), saldrán ineludiblemente victoriosos frente a cualquier programa de interés cultural, en lo que a captación de audiencia se refiere (ya me han amputado cualquier indicio sospechoso de novedad).

 

Primera consideración: sobre los mercadillos científicos

Entre tenderetes de editoriales, stands de organismos internacionales, habitáculos para demostraciones informáticas interactivas, y otras variopintas iniciativas en boga, el aspecto (y quizás también la esencia) de este macroevento se me asemeja más a una feria internacional de comercio, que a un verdadero foro de debate sobre los «últimos» (?) progresos de las denominadas CC. del Suelo.

 

Para que vamos a engañarnos «Moscatelli». Se trata de «jornadas» de encuentros personales con viejos amigos (esto es, probablemente, lo más inocuo), de tráfiqueo de intereses e influencias, de permitirse hacer alguna que otra escursioncita (si los recursos lo permiten), de que los jóvenes incautos que pretenden inicializarse en una disciplina(s) tan denostada como la edafología, al menos en los denominados «países desarrollados», conozcan a sus vetustos y míticos héroes, y/o paladines de la verdad edafológica (mejor si no saben inglés: así seguirán creyendo en los reyes magos), y de que estos jueguen a mandamases, paseando sus semovientes bodies entre la algarabía de correveidiles que revolotean a su alrededor. Poco importa, ya que cuando cualquiera de nuestros jerifaltes se encuentra ante la necesidad de vender sus sesudos e impactantes productos, ante nuestros sagaces gestores, nacionales e internacionales, en materia de política científica, se enfrentarán irremediable a un rotundo fracaso (¿con o sin razón?).

 

Segunda consideración: sobre el status de la edafología como ciencia básica o aplicada y su pérdida de credibilidad.

Durante los últimos años, se ha debatido, con más profusión que profundidad, sobre el status ontológico y epistemológico de nuestra disciplinada, así como si la Edafología («pedology») es una ciencia en recesión y, como corolario, sus practicantes habían sufrido pérdida de credibilidad en otros foros de la comunidad científica internacional. A mí, personalmente, sobre este tópico, el artículo que más me gusta, aunque solo sea por su título, es el de Basher, cuya traducción sería, ¿Está la edafología muerta y enterrada? (Aust. J. Soil Sci).

 

A la primera pregunta no hubo más remedio que proporcionar una respuesta afirmativa: «crisis total, descrédito total«. En consecuencia, rayando la unanimidad, se llegó a la conclusión de la necesidad de un «cambio de Paradigma«, en el sentido que el filósofo de ciencia T. Kuhn propone del término en su «Estructura de las revoluciones Científicas«. Este vocablo y largar algunos «adornos» más, aquí y allí, como meros elementos ornamentales de los discursos tradicionales se ha convertido en el santo y seña de la «postmodernidad edafológica«. Sin embargo, al escarbar en busca de sustancia, uno llega a la conclusión de que, en la mayor parte de los casos, tan solo se utiliza por moda, sin poder vislumbrar el menor intento de proporcionar respuesta alguna, y como corolario, menos aún, de proponer posibles soluciones. Con toda seguridad, esta última actitud acarrearía el descrédito del descarado que se atreva a atacar al «establishment» y su ideología, que es de lo que se trataría por definición, si en verdad se desea el «cambio«. En otras palabras, digamos que debemos cambiar todo para que todo siga igual.

 

Entre la plétora de agudas y transcendentales dudas existenciales ha que ha dado lugar este sesudo alarde de autocrítica, reza una que ha despertado un gran interés por su profundidad: ¿Es la edafología una ciencia básica o aplicada? Tras intensos debates, ejemplificados por una multitud de manifiestos en las más altas instancias de nuestros consagrados órganos de difusión (por ejemplo varios «Guest Editorials» en «International Journals» incluidos en la ISI Database), salvo algún elemento indeseablemente descarriado (como lo es este menda), la respuesta ha sido unánime: Por su puesto, la edafología es una ciencia aplicada. Seguidamente, ya que comienza a reconocerse que nuestra disciplina nació al servicio de la agronomía (como no, hecho actualmente etiquetado como «paradigma agronómico«), y que esta comienza a desinteresarse por nuestras modestas contribuciones, mutatis mutandi no cabe más remedio que replantearse de otro modo la pregunta: ¿a que podemos aplicar nuestra disciplina aplicada? (permítaseme la «rebuznancia«). Y he aquí, que ¡ahora sí!, todo el mundo tiene algo que decir al respecto. Durante la cita de Montpellier, se rezumaban respuestas por todas partes, ya que si es permisible (vocablo que viene a ser traducido en anglosajón, por el de «brainstorm«, que dicho sea de paso es más «docto y «políticamente correcto«, ¿?), cuanto no se compromete nada serio, tener la licencia para espetar opiniones subjetivas (juicio experto resulta ser también, en este contexto, «científicamente» más correcto que el despectivo calificativo de subjetivo, ¿?)».

 

La respuesta a esta pregunta, también resultó ser cuasi-clamorosamente unánime: nuestro paradigma será el medio ambiente. ¿Por qué? Pues porque está muy de moda, cabe casi todo, es ampliamente tratado por los «mass media» (da prestigio) y hay ¡guita! ¿Alguien da más?. El problema, al menos en Europa, ha resultado ser que (.) pues nada, tampoco cuela, no nos hacen caso. ¿Por qué? Sencillamente porque nuestro producto no interesa. ¡Que indignación! Lo hemos intentado todo: editado libros sobre los más variopintos temas de  rabiosa actualidad: «soils and climate change» (sus repercusiones serán un desastre sobre los suelos), «soils and sustainable agriculture» (totalmente imprescindible tener en cuenta a los suelos), etc. Más aún, en Montpellier, se presentó un borrador de «Soil Convention«, con vistas a intentar que sea ratificado por las Naciones Unidas (por cierto las «conventions» sobre los más «disparate natural resources«, comienzan a proliferar como una plaga). Pero seguro que nada; nada de nada. Todo menos contestarnos una pregunta bastante trivial: ¿puede una disciplina aplicada, cuya praxis ha estado condicionada bajo el paraguas de otro dominio aplicado del conocimiento, ser útil a un tercero sin cambiar sus bases teóricas y modus operandi? Aquí esta la clave. ¡Pues no! No basta con cambiar el lenguaje (sustituir capacidades o aptitudes por «soil functions«, u otras componendas terminológicas de tal calibre, como el concepto de soil quality, lo cual viene repitiéndose ad nauseam), ni los objetivos. Debemos profundizar más.

 

Entre los múltiples ejemplos que me vienen a la cabeza estaría el de a que profundidad muestrear y que propiedades medir. En los denominados países altamente desarrollados y densamente poblados, como por ejemplo lo son en Europa: Bélgica, Holanda, Alemania, Dinamarca, etc., o lo que es lo mismo, aquellos cuya «edafosfera» está altamente deteriorada (enriquezcamos nuestro «jargoon» cultural con una nueva palabreja que nos maquille de postmodernidad; pero ¡cuidado!, no intentemos profundizar en su potencialidad heurística, no sea que nos encontremos con la desagradable sorpresa de que sea realmente útil y nos señale posibles vías para conseguir un genuino cambio de paradigma, aun a costa de tener que cambiar nuestra percepción del suelo) los reconocimientos de suelos convencionales no pueden ni deben sondear el solum tan solo hasta uno o dos metros de profundidad, si queremos resolver realmente problemas de contaminación ambiental, que no respetan las fronteras artificiales marcadas a priori por sistemas de clasificación diseñados para otros propósitos (¡serán antipáticos!).

 

Una ciencia no progresa, por el mero hecho de cambiar la terminología. Lo que necesita son serios esfuerzos para avanzar en la aprensión de su objeto de estudio, de alcanzar nuevas formas (representaciones mentales) más heurísticas de percibir (ontología), conceptualizar (epistemología), y abordar su análisis (metodología). El cambiar etiquetas agronómico-productivistas por otras ecológico-ambientales, no resuelve nada, ni permite engañar a nadie; no son más que un mero ejercicio de travestismo (pseudo)científico. Por otro lado, la búsqueda  de otra(s) ciencia(s) que den soporte a nuestras actividades, no es síntoma de ingenio, sino de ingenuidad; no de atrevimiento, sino de debilidad. Si realmente el suelo es un cuerpo natural, con sus propias leyes fundamentales de autoorganización, solo nos legitimará la construcción de un corpus doctrinal basado en una teoría y leyes estrictamente edafológicas, que den cuenta de su naturaleza, estructura, dinámica y evolución, aspectos que nunca podrán ser explicados por los aparatos teórico-metodológicos de otras disciplinas, sin un previo proceso de reducción epistemológica. 

 

El Administrador amenaza (.) Continuará….

 

Juanjo Ibáñez

El Administrador Impasible

 

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