Resulta asombroso que una buena parte de los investigadores hablen de la verdad científica y se lleven después las manos a la cabeza cuando se dice que es un constructo social. Como ya explique en el post que titulamos ¿Que es esa cosa llamada ciencia?, existe una definición de ciencia que reza así: “La ciencia es el acuerdo alcanzado entre científicos de prestigio. ¿Se trata de una buena definición? O mejor de dicho, ¿una definición ortodoxa de ciencia? ¡Pues va a ser que no!, como expondremos más abajo. Sin embargo, encierra una carga de información sumamente útil. Sinceramente no se a quien se le ocurrió. Merece la pena hacer el ejercicio de analizarla, por cuanto a un siendo falaz nos informa mucho y bien de cómo funciona en verdad la ciencia. Desde que supe de ella, me ha sorprendido la atracción subliminal que genera en mi mente. Y es que de ser cierta, “la verdad científica” sería más materia de la sociología que de la filosofía de la ciencia.  Y algo así ocurre, en ciertos sentidos. Por mucho que algunos colegas se nieguen a reconocerlo,  la investigación, al menos desde el siglo XIX funciona así, con la consolidación de las Sociedades Científicas. Como la Royal Society of London, por citar uno de sus máximos exponentes. En estos entes sociales, y actualmente en los propios foros políticos, se termina por decidir mucho, probablemente demasiado. Recordemos que las luchas de poder por alcanzar puestos notorios en su seno generará que ciertos miembros queden desplazados, mientras otros serán ensalzados. ¿Qué ocurre si una comunidad aclama a un investigador o una teoría? Mutistis mutandis se convierte en verdad científica. Al fin y al cabo los editores y referees de las revistas pertenecen al establishment. La vinculación entre este y aquellas es tan íntima que resulta difícil encontrar una brecha para separar sus poderes en la práctica. Por tanto, aquí interaccionan “objetividad”, “verdad científica” luchas de poder, confrontación de intereses, confabulaciones, golpes de estado y muchos más aspectos (algunos vergonzosos, otros no) que regirán el futuro de una ciencia en la práctica. Vamos a intentar demostrarlo. 

 

 

Imagen de la Royal Society en el siglo XIX

 

Sin embargo comenzaremos por analizar la definición de ciencia previamente mentada. ¿Porqué es mala? Simplemente porque se trata de una tautología, y/o de un razonamiento circular, es decir de una falacia lógica. Vislumbro algunos matices que diferencian a estos tres vocablos, pero expliquémoslo llanamente.

 

·         ¿Que es la Ciencia?: el cuerdo alcanzado entre científicos de prestigio

·         Pero entonces (…) ¿Qué son los científicos? Digamos que aquellos que practican la ciencia

·         Por tanto la segunda sentencia nos retrotrae a la primera y esta a la segunda en un círculo vicioso. Por tal razón hablamos de razonamiento circular.

·         Se trata pues sin duda de una falacia lógica. Las hay de más o menos complicadas, como se muestran en algunos gráficos de Wikipedia ( razonamiento circular). Pero al fin y al cabo una falacia es una falacia y punto.

 

Sin embargo, el poder de atracción que reside en esta definición falaz se me antoja irresistible, ya que efectivamente, los acuerdos alcanzados entre los miembros de una sociedad de determinan quien y que saldrá exitoso y quien o que no. Sin embargo, como en cualquier colectivo, unos ansían el poder a cualquier precio, otros odian a ciertos compañeros (con o sin razón), etc., por lo que tales colectivos padecen y disfrutan las bondades y debilidades de cualquier red social. En consecuencia, la verdad científica pasa a ser un consenso entre los expertos, aunque siempre condicionado por los que atesoran mayor poder y/o prestigio (que no son necesariamente los mejores científicos). Si el lobby que manda decide que tal investigación aparentemente novedosa no aporta nada, no aporta nada, a no ser que otro lobby o escuela invisible logre desbancar a los que ostentan o manipulan en la sombra las decisiones de los que gobiernan.

 

 

Los  acuerdos son esenciales en ciencia

 

Cuando los miembros que comulgan por los mismos intereses se agrupan, suelen surgir las sociedades científicas. En ellas se han expuesto y debatido durante algunos siglos, los principales logros de una disciplina. Si dos teorías rivales y sus defensores exponían sus puntos de vista, los triunfadores convertían su teoría en la “verdadera. Punto y final hasta el próximo debate, anual, bianual, trianual, etc., etc. ¿O no?

 

 

 

Royal Meteorological Society

 

Recordemos que las revistas con “revisión por pares” (eufemismo), son un invento bastante reciente. Su papel se consolidó tras la segunda guerra mundial. Pero recientemente, es decir, tan solo en las últimas décadas se ha dado un paso casi “inadvertido” hacia delante. No obstante, dada su perversión y repercusión, deberemos analizar tal asunto en otro post. Por tanto retornemos al asunto que hoy nos preocupa.

 

Tradicionalmente, en las reuniones de las sociedades los expertos exponían a sus colegas sus descubrimientos, investigaciones y puntos de vista. Estos eran debatidos en tales foros. Después la mayoría aprobaba o reprobaba sus contenidos. Las Revistas científicas, tal y como hoy las conocemos tenían mucho menor peso, o simplemente no existían. Del mismo modo, eran estos colectivos los que destinaban parte de sus presupuestos para publicar los resultados, ya fueran en las actas de sus reuniones y/o en los boletines y revistas que editaban. Sólo así podemos entender la dinámica científica hasta hace pocas décadas (y en algunos casos muy pocas).

 

Personalmente aprobé mi oposición para entrar en la plantilla del CSIC en 1986, justamente el año en que se aprobó  la Ley de la ciencia en España. En mi tribunal, pocos miembros del jurado tenían artículos en revistas indexadas (probablemente yo superara a casi todos; seguro que a uno no). Un año después todo cambió. Pero hasta entonces, en las Reuniones de la SECS se decidía casi todo lo que era de su incumbencia. La revista que por aquél entonces existía (Anales de Edafología y Biología Vegetal) era el órgano de máxima expresión para un edafólogo español. Nuestra escuela era también más francófona que anglosajona, por lo que los pocos que publicar un artículo no tenían reparos de publicar en Pédologie (devorada tendenciosamente por los anglosajones; otra historia que contar) como un hito importante.

 

 

 

Un Científico, o varios, galardonados por una

Sociedad Científica o Colegio profesional mediante

medallas y otro tipo de distinciones

 

Reitero que los ISI papers” no preocupan a la mayor parte de los colegas a la hora de juzgar a sus compañeros. El prestigio se ganaba antaño debatiendo públicamente los resultados en los foros públicos, gran parte de los cuales eran reuniones de tales Sociedades Científicas”. Y de hecho aun sigue siendo así. Por ejemplo, muchos de los colegas que reciben los mayores galardones de la IUSS, no atesoran enormes volúmenes de ISI papers. Yo mismo tengo más que muchos de ellos. ¿Hemos cambiado a mejor o a peor? Se trata de una pregunta difícil de contestar, y más aun cuando no he leído nada al respecto.         

 

El problema de tales Sociedades no estriba en su mera existencia, que de hecho debemos reconocerla como positiva e insoslayable, sino en el poder y confianza que la sociedad en general les otorga (como también ocurre con los Colegios Profesionales) y en la gerontocracia dominante que parece ser su quinta esencia (salvo honrosas excepciones).  Nuestros popes suelen acumular ya bastantes años, por lo que de tener calidad forman parte del establishment de “científicos de excelencia”. Reitero que hasta no hace mucho tiempo, en numerosas disciplinas, como lo es el caso de la edafología, las Sociedades editaban sus revistas y no había un mercado, al menos dominante de multinacionales. Hubo un periodo de coexistencia entre ambas, eso es cierto. Empero pronto las últimas fueron llegando a acuerdos con tales sociedades. El resultado es devastador: gran parte de las revistas de las sociedades han ido desapareciendo. Al mismo tiempo, las publicaciones escritas ganaron rápidamente relevancia  a las intervenciones orales, debido a la política de “publica o perece”, por lo que aquél poder colectivo se le escurrió entre las manos. Hoy son estas multinacionales las que mandan a modo de oligarquía que transgrede las fronteras disciplinarias. Y ya sabemos los resultados.

 

¿Quién elige a los editores de las revistas multinacionales? Obviamente estas desean tener a científicos de prestigio en su staff, empero existen otros intereses imbricados no menos importantes. La cuestión es que mejor o peor antaño eran tales Sociedades, y ahora no, las que mandan en el mercado de la ciencia. Delegamos “involuntariamente” el poder en manos de unos comerciantes.

 

En el caso de España, cuando aun estaba en el Comité Científico Asesor de la Presidencia del CSIC, tuve que asistir al drama de la desaparición de muchas de ellas. La Institución no podía permitirse el lujo de gastar una buena parte de sus escasos recursos financieros en revistas de “habla hispana” (cuyo producto raramente son ISI papers), el mantenimiento de colecciones (herbarios, etc.) y otras menudencias, por lo que decidió que o se fusionaban varias en una y/o alcanzaban una cofinanciación externa generosa, o debían desaparecer. Lamentablemente esto ocurrió en demasiados casos.       

 

Pues bien, a los científicos de un colectivo, los gremialismos les encantan. Al fin y al cabo los seres humanos somos gregarios. Los gremios necesitan líderes, es decir jerarquías que les indiquen el camino a seguir. Empero un buen científico o un genio puede ser, con frecuencia, un mal diplomático o escasamente carismático, mientras que uno malo (o una persona sin escrúpulos), arrebatar por su verborrea o encanto a sus colegas. En consecuencia, nadie puede garantizar que se adopten las decisiones más honestas y “objetivas”, como ocurre frecuentemente.

 

¿Termina todo aquí?. Ojalá. Los colegios profesionales suelen ser colectivos muchos más fuertes, en especial, cuando la ley les permite demarcar quien y como pueden ejercer ciertas profesiones (como por ejemplo los de, médicos, farmacéuticos, veterinarios, arquitectos, ingeniarías, etc.), Si este no es el caso de otros, como el de los biólogos, y por tanto raramente adquieren relevancia, incluso entre sus asociados. Por norma “en donde hay patrón no manda marinero”, por lo aquellas profesiones que disfrutan un colegio fuerte (en detrimento de los profesionales que proceden de otras carreras profesionales afines) están muy por encima de la influencia de las sociedades científicas de su incumbencia. Nadie debiera dudar de la influencia científica  y social de los gremialismos científicos, y si no es así pinchen ese enlace. En este otro: los mentirosos de le ciencia podéis observar un debate curioso. No estoy de acuerdo en muchos de sus puntos (por ejemplo, para los científicos ¡si! Hay vacas sagradas!, pero en otros sí). Os lo recomiendo.

 

 

Para ilustrar la influencia de las Sociedades Científicas, me retrotraeré a dos post en los que hablé del affaire entre Darwin, Wallace y Lyell. Darwin tenía preparada su obra sobre la Teoría de la Evolución, Wallace llegó independientemente a la misma (durante un delirio padecido por un ataque de malaria). Alguien le comentó algo acerca de los estudios, Darwin. Wallas le envió un trabajo que iba a presentar a la Sociedad Linneana. Darwin asustado y quejumbroso escribió a su amigo Lyell (que era el presidente, tenía algún cargo o influencia sobre aquella Sociedad) quien le propuso que los dos trabajos se presentaran simultáneamente (aquí en Wikipedia se omite todo este asunto). Finalmente Carlitos no salió mal parado por la intermediación de su amigo y el amparo del mentado colectivo. ¿Qué hubiera pasado si Wallace no le hubiera escrito y Lyell no hubiera intervenido? Piénsenlo detenidamente.

 

Existen muchos sucesos como este a lo largo de la historia de la ciencia. El éxito o fracaso depende a menudo de tus influencias en estos colectivos. No lo duden. Aun sigue siendo así, empero la emergencia del “publica o perece” y los consensos políticos que se alcanzan ahora en las reuniones de los grandes convenios han cambiando “en parte” las estructuras sociales del pasado. En mi opinión más para mal que para bien (a pesar de los inconvenientes de los antiguos colectivos). Pero tal tema ya lo trataré en otro post. Hoy ya me he extendido demasiado   

 

 

Juan José Ibáñez

Sumario de los post editados en “Curso Básico sobre Filosofía y Sociología de la Ciencia hasta este post (pinchar en los números para desplegar los post)

 

 

¿Qué es esa cosa llamada Ciencia?

El Método Científico

Curso Básico sobre Filosofía y Sociología de la Ciencia

Reduccionismo Epistemológico

Ciencia e Inducción [1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13,]

El Círculo de Viena y el Positivismo Lógico [41]

Filosofía de Karl Poper: El Falsacionismo [14, 15, 16, 19, 20, 21, 23, 24, 25, 26]

Filosofía de la Teoría de la Evolución y Sociedad   [17, 18],

Naturaleza y enseñanza de la Ciencia [22]

Las Teorías Científicas Como Estructuras Complejas

La Filosofía de Imre Lakatos  [28, 29, 30, 31, 32]

La Filosofía de Thomás Kuhn [33, 34, 35, 36, 37]

Filosofías Radicales de la Ciencia: Feyerabend y más  [38]

Filosofía de la Ciencia versus filosofías científicas [39]

¿Es la mente fractal? [40]

¿Filosofía Cuántica? [41]

Filosofía de la Ciencia y Ficción  [42]

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3 comentarios

  1. Disculpa la brevedad del comentario. He aquí mi (siempre discutible) aportación:

    · ¿Que es la Ciencia?: el cuerdo alcanzado entre científicos de prestigio
    · Pero entonces (…) ¿Qué son los científicos? Digamos que aquellos que practican «el método científico».

    Con eso se rompería la circularidad 😀

    Te remito a

    https://es.wikipedia.org/wiki/Consenso_cient%C3%ADfico

    que creo que es un artículo muy bueno. Gracias por escribir sobre la ciencia como «constructo social».

  2. Dos definiciones tautológicas por lo que no valen Víctor. Yo las exponía como ejemplos en mis clases de lo que no podía ser. Sigues sin definir que es la ciencia ni su método.

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