Desde Cuzco (Perú), «Un Universo Invisible Bajo Nuestros Pies». Resulta harto frecuente que un mismo vocablo atesore distintos significados en disciplinas diferentes. Con frecuencia, estas últimas abordan temas relacionados, dando lugar a confusiones desafortunadas que bien pudieran ser corregidas con un mínimo esfuerzo. Peor aun, ciertos lobbies, usan vocablos, que debieran ser sinónimos, con vistas a dar cuenta de conceptos y/o prácticas distintas. En este caso, no cabe hablar de tradición, sino de un tema mucho más oscuro: vender gatos por liebres, es decir, engañar a los lectores y posibles usuarios. Obviamente hablamos de dos temas distintos. Sin embargo el lenguaje, o su mal uso, puede ser fuente de equívocos, y temas más turbios. Veamos algunos ejemplos concretos que dan cuenta de ambos temas. Abordaremos algunos casos extraídos de la ciencia del suelo, agronomía y ecología. No obstante tales dilates acucian a una buena parte del conocimiento científico.

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 Foto tomada por Juan José Ibáñez en México

 

 Evolución en Edafología y Biología

La mayor parte de vosotros sabéis de sobra que el término “evolución en biología es usado para dar cuenta de los cambios (incluidos extinción y aparición) sufridos por distintas “formas biológicas” (generalmente especies) a lo largo de la historia de la Tierra. Sin embargo, en edafología (por poner un ejemplo, pero también en geomorfología, etc.), se aplica con vistas a describir como se “desarrolla un suelo” desde que comienza a “formarse” a partir de una roca. Realizando un sencillo paralelismo, resultaría que la “evolución de suelos” correspondería mejor al vocablo de ontogenia (más concretamente, a la morfogénesis), o el desarrollo de un “individuo suelo” a partir de determinado material parental. Empero en la ciencia del suelo no existe un vocablo universalmente consensuado que de cuenta de lo que en biología denominamos filogenia. Por lo tanto, la evolución de suelos resulta ser un término equívoco que debiera ser reemplazado por el de desarrollo o formación de un suelo, a la hora de describir su morfogénesis, empleando evolución con vistas a referirnos a como han cambiado las “morfogénesis” de los suelos desde el origen de la tierra hasta la actualidad. En principio, tal problema puede parecer espurio, aunque no tanto como pudiera creerse. Cuando un biólogo profano en materia edafológica, escucha el término “evolución de suelos”, entenderá algo muy distinto y erróneo, de lo que tiene en mente un experto en la materia. Debiéramos atender estos aspectos con sumo cuidado, en lugar de soslayarlos.

 El Vocablo Conservación en Biología y Edafología

Nadie cuestiona que el concepto de conservación ecología da cuenta de la teoría y prácticas destinadas a preservar la estructura y dinámica natural de los ecosistemas y sus especies, tanto como sea posible, paliando o previniendo su deterioro o pérdida por la acción del hombre. Sin embargo, en edafología tal vocablo se aplica a un “concepto” totalmente diferente. Un experto en conservación de suelos tiene como objetivo “hacer uso” de este recurso natural de tal modo que se evite su degradación y/o pérdida. Por tanto, se trata de un concepto utilitarista procedente del mundo de la agronomía, diametralmente opuesto al de intentar proteger ciertas áreas naturales con un alto valor ecológico al objeto de que las prácticas humanas no lo deterioren. ¿Y que hacen los expertos en ciencias del suelo a la hora de preservar sus recursos, que también forman parte del patrimonio natural? En realidad, poco o nada, con la salvedad de que comenzamos a valorar que se trata de una necesidad. La alternativa que usamos “algunos” de nosotros con vistas a distanciarnos del uso del vocablo-concepto “conservación” en nuestra disciplina” es recoger el de “preservación” que también prolifera en biología de la conservación. Sea como sea, se trata de otro problema derivado del mal uso del lenguaje por parte de los científicos. Y como veremos en el último apartado de este post, ciertos lobby han recogido el vocablo conservación con intereses bastante viles. Pero sigamos.   

 Términos Confusos: Los Vocablos Calidad y Funciones del Suelos 

Ya os comentamos en algún post anterior que suele hablarse de calidad o función de suelos con vistas a referirnos a su potencial productivo, así como a sus implicaciones en la estructura y dinámica de la biosfera y beneficios que ofrecen a la especie humana, respectivamente.

 Ahora bien, como defendimos en su momento, un recurso natural no atesora ni calidades (otra cosa sería hablar de cualidades) ni funciones. Por ejemplo, ¿tiene un elefante más calidad que una diminuta bacteria?. ¡No!. Ningún biólogo con dos dedos de frente aceptaría tal aserto. Lo que si puede despertar en la sociedad, e incluso en ciencia, resulta ser un mayor “interés”. Empero ya hablamos de aspectos subjetivos, más o menos condicionados tanto por rasgos inherentes a la psiquis, como la relevancia que dan a unos y otras los medios de comunicación de masas. Los suelos per se, ni tienen calidades (que si cualidades) y menos aun funciones. El que ciertos edafotaxa puedan dar lugar a mayores producciones que otros, ha propiciado que nuestras mentes, netamente antropomórficas, asignen a los suelos “calidades”, algo carente de sentido alguno al margen de una agricultura concreta (la que algunos dicen disfrutar y otros consideramos padecer). Lo mismo podemos decir de la acepción “función” en esta disciplina. Por ejemplo, muchos colegas afirman que los suelos tienen la función de producir biomasa, filtrar el agua, etc. Sin embargo, ¿Quién asigna funciones a entes mayoritariamente inorgánicos y desde luego carentes de consciencia y capacidad de generar descendencia? Pero aquí, si encontramos paralelismos en el campo de la biología. Por ejemplo, algunos ecólogos han escrito frases de la siguiente güisa: “los elefantes tienen la función de generar la estructura arbolada y abierta en las sabanas”. ¿Tienen algunas funciones los elefantes? ¡No!. Bien pudiera ser que sin ellos las sabanas africanas se cerraran como bosques de acacias (u otras especies, según el lugar geográfico). Pero si las sabanas son como son deviene meramente del hecho de que unas especies animales y vegetales coincidieran en el espacio y el tiempo para dar lugar a tales estructuras, y como es obvio sin premeditación alguna. ¿un mero avatar de la historia del planeta! Se trata de otro abuso del lenguaje que da lugar a representaciones equívocas de lo que es la biosfera. Sin embargo, una cuestión bien distinta deriva de que el vocablo función si tiene sentido en otros ámbitos de la Biología. Un riñón tiene la función de (…).

 Los Lobby aprovechándose de extrayendo beneficios de las confusiones lingüísticas

Como ya comentamos en alguno que otro post, y en especial en este: “Agricultura Ecológica versus Agricultura de Conservación” la mayoría de los ciudadanos y colegas de otras disciplinas pensarán que se estos últimos conceptos deben guardar significados muy similares, cuando no sinónimos. Sin embargo, tal apreciación dista mucho de ser veraz. Más bien se trata de todos lo contrario. La agricultura ecológica tiene como objetivo, alcanzar un modo de producción agropecuaria basado en principios ecológicos, de tal modo que se evite en la medida de lo posible el uso de agroquímicos y fertilizantes, emulando la estructura y dinámica de los ecosistemas naturales. Muy por el contrario, una buena parte de la agricultura de conservación esconde, un modo de hacer agricultura basada en organismos genéticamente modificados, así como en la aplicación abusiva pesticidas y fertilizantes. Pocas son las multinacionales que acaparan todo el mercado mundial en esta materia, habiendo sido denunciadas en numerosas ocasiones por sus presuntas atrocidades (ver enlace al final del post) a la par de propiciar la pérdida de soberanía alimentaria un muchos países del tercer mundo. Resumiendo, la agricultura ecológica y de conservación son enemigas por naturaleza. El uso del vocablo de marras por un pequeño manojo de multinacionales, entre las que destaca una, no deja de ser una actitud reprochable (por no dar rienda suelta a otro tipo de calificativos), favorecida por el desafortunado uso del concepto de “conservación de suelos”. Se trata de vender como verde o ecológico, lo genuinamente anti-ecológico.       

Como vemos, y tan solo hemos expuesto unos escasísimos ejemplos, el mal uso del lenguaje puede causar confusiones, pero también esconder perversiones (como en la vida cotidiana). De ahí que los investigadores y la comunidad científica internacional, debiéramos ser mucho más cuidadosos de lo que somos a la hora de acuñar vocablos, o hacer un uso más riguroso e interdisciplinariamente consensuado de los existentes. Y como no lo hacemos, ocurren casos tan denunciables como el citado en el último apartado.   

El experto en ciencias cognitivas, Douglas Hofstadter, en su último libro, “Yo soy un extraño bucle”, señala que la antropomorfización de la naturaleza (asignarles intenciones, funciones, roles, objetivos, fines, etc.), obedece a una mera proyección de nuestras psiques al mundo que nos rodea, siendo una tendencia innata a la consciencia humana.  ¡Seguramente!. Ahora bien somos los científicos los que deberíamos poner los puntos sobre las “ies” en lugar de abundar en las confusiones, involuntaria o intencionalmente. El lenguaje teleológico (“lo que está dirigido a un fin o posee un sentido; teoría de los fines”) no tiene cabida en la ciencia, salvo excepciones (anatomía, fisiología, etc,).

 Juan José Ibáñez        

 Ver post: Monsanto Una verdad incómoda

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6 comentarios

  1. Hola, Juan José. En qué dirección de correo electrónico podría contactar con usted?
    Muchas gracias.

  2. Hola Marta, sigo de viaje por Perú y Colombia.

    Por favor espera a los primeros dias de noviembre y ya te indico como contactar conmigo.
    Cordiales saludos.
    Juanjo Ibañez

    hj

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