“Nos falta una referencia y hay que buscar estos dos artículos”. ¡Baja a la biblioteca!” “¡No esta vez te toca a ti, que siempre te escabulles!”

Antaño, el trasiego entre la biblioteca y el laboratorio resultaba ser una actividad imprescindiblemente tediosa. Luego fotocopias, si es que el número de la revista o el libro no se encontraba ya solicitado por otro colega, en cuyo caso no había más remedio que ¡esperar! Actualmente, las inscripciones de las Instituciones a las editoriales de las revistas y/o monografías, así como el poder descargar el material bibliográfico electrónicamente desde el PC de tu propio despacho, ha reducido el tiempo destinado a tales menesteres. De este modo, tal ajetreo entre ambos lugares ha descendido sobre manera, ahorrando un valioso tiempo a los científicos. Las bibliotecas comienzan a ser lugares lúgubremente vacíos y solitarios. Empero tal apoyo tecnológico encubre un grave problema que él mismo ha generado. La mayor parte de las editoriales tan solo disponen de los documentos en formatos electrónicos a partir de una fecha determinada, soslayando los precedentes a la misma. Mientras tanto, las urgencias y falta de tiempo para soslayar tal vicisitud decrecen entre los practicantes de la indagación científica. Como corolario, vamos olvidando las ideas, información y teorías de las publicaciones anteriores a las dos o tres últimas décadas, centrándonos en las más recientes. El resultado resulta ser demoledor. No es extraño que se redescubra la dinamita, vendiendo vino viejo en nuevas botellas. En otras palabras, comenzamos a soslayar la historia de la ciencia, suplantando en muchos casos, a los colegas que en realidad fueron autores de muchos e importantes descubrimientos. Y así las bibliotecas de muchos centros de investigación se encuentran hoy en día prácticamente vacías.

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El Silencio de las Bibliotecas Científicas. Fuente: Conecta@blog

Se trata de un hecho que suele soslayarse pero que atesora una gran trascendencia, negativa por supuesto.

Me asombra leer “noticiones” sobre ciertos hechos y descubrimientos recientes que ensalzan los medios de comunicación a bombo y platillo, cuando en realidad ya daban cuenta de una buena parte de los mismos incluso los manuales iniciáticos que utilizábamos los estudiantes en nuestras carreras universitarias hace tan solo dos o tres décadas. Tal modo de proceder es contrario a los cánones de una buena praxis científica, nos guste o no.

Obviamente, los investigadores más jóvenes resultan ser los más perjudicados, dada su falta de conocimientos a cerca de lo que se estudiaba y escribía no hace mucho tiempo. De hecho, entre los nativos digitales el formato papel suele considerarse como un anacronismo. Ahora bien, que se redescubra algo, mostrándolo como novedoso cuando no lo es en revistas de alto impacto internacional, tras pasar la hipócritamente denominada revisión por pares, dice muy poco de las bondades de los sistemas de valoración actuales de la actividad investigadora. Y así se lesionan palmariamente los cánones de la ciencia con mayúsculas.

No se trata de hechos aislados, por desgracia. Leo continuamente noticias de mi especialidad que así lo constatan. Eso sí, tal perversión alcanza cotas deleznables al aliarse con otro perverso elemento de  los modos de proceder de la investigación actual: la lengua franca que impone el imperio. Pero ese ya será el motivo de otro post.

Las editoriales científicas se han ahorrado mucho dinero en detrimento de la historia de la ciencia, perjudicando la formación de nuestros jóvenes investigadores

Juan José Ibáñez

 

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11 comentarios

  1. Existe una perversión aún mas terrible y ocurre cuando se patentan conocimientos tradicionales para luego cobrar por ello a sus propios creadores, como ocurre en el caso de las semillas.

  2. Hola Gaia,
    Obviamente se trata de problemas distintos. Uno afecta tan solo a la ciencia, el que tu mentas, sencillamente esn un atraco del capitalismo neoliberal que no tiene justificación alguna.
    Saludos Cordiales
    Juanjo IBáñez

  3. Hola Juanjo,

    En primer lugar quiero felicitarte porque tu blog es super jugoso y es un gusto leer tus opiniones esté uno de acuerdo o no con algunas cosas. En este caso tengo que discentir contigo parcialmente. El hecho de tener la información digitalizada me ha permitido en mi caso disponer de material antiguo al que quizá de otra manera no hubiera accedido nunca. Las bibliotecas de sudamerica no son lo más completas y hoy en día si tu instituto invierte en un permiso es mucho más fácil y requiere menos mantenimiento que acumular las copias «duras». En mí área he encontrado hasta trabajos de 1867 escaneados que de otra forma no hubiera conseguido. Concuerdo contigo en que hay muchos que «redescubren la dinamita» pero también depende del investigador y de no caer en la costumbre/moda actual de citar sólamente trabajos nuevos para aparentar que uno está al día con el conocimiento científico en lugar de homenajear de alguna manera a los pioneros en el campo de ese estudio.

    Saludos y un fuerte abrazo.

  4. Hola Carlos,

    En parte tienes razón, pero solo en parte. Con los libros es una cuestión, con los papers otra. Y aquí una pregunta: ¿cuantos de ellos eran gratuitos realmente, y cuantos proceden de descargas piratas?.

    Obviamente el proceso que yo narro y lo digo en el post, es para los investigadores más jóvenes, no para aquellos que vivimos la ciencia mucho antes de Internet.
    Un abrazo
    Juanjo Ibáñez

  5. Hola Juan José,

    no puedo estar de acuerdo contigo en la primara parte de tu artículo, referida al acceso de los investigadores a la bibliografía anterior a la web.
    Efectivamente, a mediados de los 90 empezó el proceso paulatino que llevó las revistas al despacho del científico, y con un efecto inversamente proporcional, fué vaciando las salas de lectura de las bibliotecas de los centros de investigación. Trabajo en una biblioteca del CSIC, y puedo asegurar que el investigador puede tener acceso a toda la literatura «antigua». Existe un servicio bibliotecario de acceso al documento (SOD), tanto en el CSIC como en universidades y hospitales. Y dos formas de acceso, la inmediata, cuando el editor ha escaneado todos sus fondos y la institución ha comprado el acceso a esos años (véase JSTOR), o diferido (24 -48 h), el servicio de préstamo interbibliotecario a través de las Redes de bibliotecas nacionales(CSIC, consorcios universitarios estatales y autonómicos (Rebiun), y los internacionales (BL, Subito, OCLC).
    Dicho todo esto, si existe el problema que tu describes, a mi entender, no debería de serlo. Los buenos investigadores deben aleccionar a sus pupilos desde el primer día, y esa instrucción incluye una introducción al tema de trabajo, que conlleva una consulta bibliográfica que puede remontarse mas o menos en el tiempo. Y por consiguiente, requerirá contactar con el personal de su biblioteca, que le va a mostrar el camino mas rápido al documento.
    Insisto, la carencia de información que desemboca en esos disparates, es causada por la mala praxis a la que aludes. Y que los revisores no la detecten, es una sinrazón. Pero eso ya excede a mi competencia profesional (a nivel privado si que podría opinar), por lo que debéis ser los científicos los que sigáis denunciándolo.

    Saludos cordiales,

    Olvido Partearroyo, Bibliotecaria del CIB-CSIC

  6. Hola Olvido,
    Gracias por tu contestación. Yo soy un científico del CSIC que comenzó en 1977 y he visto como tu como caía la asistencia a las biblios y es normal si dispones del documento en pdf. Trabajaba en el CCMA ya defenestrado y ahora estoy en el CIDE. Ahora bien, sigue viniendo gente a la biblioteca del CCMA pero la mayoría investigadores mayores, mucho menos los jóvenes por desgracia.
    Cierto es que somos los senior los que deberíamos enseñar a los jóvenes y debo creer que bastantes o muchos lo hacemos pero otros no. Pero los jóvenes (….) y como digo los editores las revistas (….) y cuando el artículo es en francés o alemán pues como si no existieran. Y así se reinventa la dinamita, excepto que el made in France, Germany or … pasa a ser made in USA o made in UK.
    Todo esto me parece lamentable.
    Un afectuoso saludo
    Juanj Ibáñez

  7. […] Francamente debo confesar que este tipo de noticias científicas me desconcierta. Me refiero por ejemplo a esta: “Científicos del ARS ayudan a mejorar los cálculos sobre el carbono en el suelo” A falta de leer el artículo original, la novedad del estudio parece residir en un absoluto desconocimiento de los estudios realizados sobre las sustancias húmicas de los últimos 30-40 años. Vamos que los antecedentes bibliográficos deben haberse reducido a algunos libros de educación infantil. Y os puedo asegurar que no me gusta estar arremetiendo constantemente con la labor de otros colegas, pero no hay más cera de la que arde. Durante más de un quinquenio trabajé sobre el tema, pero de eso hace ya unos 35 años. ¿Qué ocurre? Simplemente que por aquél entonces ya sabíamos sobradamente lo que ahora se presenta como novedad. Os citaré tan solo un ejemplo. Las sustancias húmicas del suelo pueden ser extraídas, separadas,  clasificadas y cuantificadas en tipos distintos. En un universo tan complejo como el de la descomposición de todos los residuos orgánicos que van a parar al suelo, existen multitud compuestos que son categorizados en una de esas tipologías, siendo su determinación y clasificación una subdisciplina que evoluciona a lo largo de los años. Pues bien, “repito” una vez más que desde al menos hace 30 años, algunos investigadores estimaron la edad media de diferentes tipos o fracciones húmicas (mediante radioisótopos de carbono). Y al hacerlo observaron que mientras en unos tipos las estimaciones de residencia ofrecieron valores que oscilaban entre pocos meses o años, en otros, ascendían a siglos. Las denominaciones de estas tipologías, así como las metodologías para su extracción han cambiado, y supongo que mejorado. No obstante por aquellos tiempos remotos se sabía que la asociación de ciertos tipos de materia orgánica con la fracción mineral inhibían o frenaban considerablemente su descomposición, acumulándose en el medio edáfico durante largo tiempo, mientas que en otros por la ausencia de tales ligaduras se descomponían y emitiendo CO2 a la atmósfera rápidamente. Incluso existía un tipo al que se denominaba “humina de insolubilización residual”,  en el que la unión con la arcilla y algunos minerales resultaba ser tan recalcitrante que era prácticamente imposible separarlas por unos métodos de extracción convencionales que ya de por si eran muy agresivos. Debemos también tener en cuenta que en cada suelo la proporción entre las distintas fracciones lábiles/recalcitrantes resulta ser muy variable, por lo que no se puede generalizar antes de llevar a cabo algún procedimiento de fraccionamiento y estimaciones ulteriores en cada muestra. Si más de treinta años después se vuelve a descubrir lo mismo, ¿Qué podemos pensar? (i) que la noticia científica no responde a los contenidos del paper; (ii) que algunos colegas no tienen un adecuado conocimiento de los antecedentes, lo cual en ciencia no deja de ser, al menos en la práctica, un tipo de pavoroso Alzheimer o (iii) lo que ya hemos denominado en otro post el “El Olvido de la Ciencia: El Efecto Internet”. […]

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