En el medio rural, los campesinos siempre han usado tanto los residuos y sus propios detritus con vistas a devolver la fertilidad a las tierras de cultivo que atesoraban. De este modo, todo los restos desaprovechados eran mínimos. Yo mismo todavía he visto en el agro español (décadas de los años 50 del siglo XX), letrinas que evacuaban a pajares, en donde se mezclaba con los restos vegetales para elaborar abonos orgánicos. En Galicia, por ejemplo, también era frecuente cortar un matorral de leguminosas, llamado tojo, que a la postre era también usado como cama del ganado en los pajares, lo cual ayudaba a ¿compostar? la materia orgánica. Sin embargo, desde la creación de las primeras grandes aglomeraciones urbanas, nuestros detritos o deposiciones comenzaron a ser un problema de salud pública de primera magnitud, causando epidemias terroríficas. Y este feo asunto ha persistido hasta el siglo XX en los países desarrollados, mientras que aun permanece y se agudiza aun hoy en día en los que no lo son. Lamentablemente, el riego a manta con aguas residuales no depuradas causa dolosos estragos en la población campesina que no tiene más remedio que aplicar tal práctica, si la inmensa mayoría del agua de riego procede de urbes próximas que carecen de depuradoras. Se trata de un grave problema que aún dista mucho de ser resuelto, a pesar de que la sociedad moderna dispone de tecnologías para convertir tales elixires venenosos en residuos sólidos urbanos (sin bien estos también acarrean bastantes problemas que ya os mentamos en otro post).  La narración de hoy parte de una lectura previa que me llamó mucho la atención. En las primeras páginas del libro que lleva por título Simplejidad”: Por qué las cosas simples acaban siendo complejas y como las cosas complejas pueden ser simples, escrito por Jeffrey Kluger, se detallan las graves epidemias de cólera acaecidas en Londres durante los siglos XVIII y XIX y el evento conocido como el Gran Hedor.  Me llamó especialmente la atención, como, en parte, de la crisis vino propiciada al desplazarse granjas previas cercanas a los sistemas de alcantarillado y bombas de agua potable, fuera de la ciudad. Y asi el crecimiento y reorganización urbanas dieron lugar a que las aguas antaño utilizadas con vistas a estercolar esos predios urbanos y periurbanos dejaron de ser rentables, para aquellas compañías que, con anterioridad mantenían el sistema de fosas sépticas, comenzando la catástrofe. Sin embargo reconozcamos también que el problema, a parte de dramático era muy fétido, tratando de paliarse desde la antigüedad. De este modo, por ejemplo, en el portal e-ciencia puede, más o menos leerse: “Los métodos de depuración de residuos se remontan a la antigüedad y se han encontrado instalaciones de alcantarillado en lugares prehistóricos de Creta y en las antiguas ciudades asirias. Las canalizaciones de desagüe construidas por los romanos todavía funcionan en nuestros días. Aunque su principal función era el drenaje, la costumbre romana de arrojar los desperdicios a las calles significaba que junto con el agua de las escorrentías viajaban grandes cantidades de materia orgánica”. Pero comencemos primero con nuestra tan hedionda como interesante narración:

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Presunta Granja en Londres Siglo XIX

«Londres, 1854 y John Snow, médico de 40 años que terminó por descubrir como atajar la propagación de la epidemia: Los barrios londinenses contaban con buenas instalaciones de agua desde hacía varias décadas, estando equipados con bombas públicas que proporcionaban un suministro ilimitado para  lavar, cocinar y beber (…). Sin embargo, a pesar de todo, había más fosas sépticas que bombas (unas 200.000) (…) Antaño estos pozos negros se mantenían sorprendentemente limpios y su contenido era vaciado regularmente utilizando los detritus como fertilizantes para las granjas que todavía existían dentro y en la periferia de la urbe. El dinero que se obtenía de la venta de las aguas residuales se utilizaba para el mantenimiento del alcantarillado que forraba y sellaba las mentadas fosas. Conforme Londres (la City) crecía las granjas se fueron trasladando paulatinamente más lejos de la ciudad por lo que sus propietarios comenzaron a adquirir sus fertilizantes del campo. El negocio decayó. Al no haber nadie que vaciara habitualmente las fosas sépticas de la ciudad, y sin fondos con vistas a mantener el enladrillado sumergido, los cierres de mampostería comenzaron a deteriorarse y el contenido de las fosas empezó a filtrarse en el suministro de agua potable colindante. El Dr. Snow comenzó a sospechar que si se cerraban las bombas presumiblemente infectadas por fosas deterioradas (en función de la ubicación de los enfermos que eran presa del cólera) se podía atajar los contagios. Una solución simple que al menos aquel día comenzó a dar resultados(…)».

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Londres 1845 en Gran Hedor, Epidemia de Cólera Fuente: Museum of London

En el portal e-ciencia puede seguir leyéndose “más o menos”(…) Hacia finales de la edad media empezaron a usarse en Europa excavaciones subterráneas privadas primero y, más tarde, letrinas. Cuando éstas se llenaban unos trabajadores las vaciaban en nombre del propietario. El contenido de los pozos negros se empleaba como fertilizante en las granjas cercanas o era vertido en los cursos de agua o en tierras no explotadas.

Unos siglos después se recuperó la costumbre de construir desagües, en su mayor parte en forma de canales al aire o zanjas en la calle. Al principio estuvo prohibido arrojar desperdicios en ellos, pero en el siglo XIX se aceptó que la salud pública podía salir beneficiada si se eliminaban los desechos humanos a través de los desagües para conseguir su rápida desaparición. Un sistema de este tipo fue desarrollado por Joseph Bazalgette entre 1859 y 1875 con el objeto de desviar el agua de lluvia y las aguas residuales hacia la parte baja del Támesis, en Londres. Con la introducción del abastecimiento municipal de agua y la instalación de cañerías en las casas llegaron los inodoros y los primeros sistemas sanitarios modernos. A pesar de que existían reservas y (….) riesgos para la salud que suponían, así como su elevado precio, fueron muchas las ciudades que los construyeron (…). Empero estas pozas sépticas, como detalla abajo Wikipedia con más detalle en su capítulo «el Gran Hedor», nos narra como tales fosas daban lugar a muchos puestos de trabajo (eso sí con serios riesgos de salud para sus practicantes), que hoy algunos adláteres de la ecología de salón denominarían “Verdes” (sin comentarios). Abajo os muestro un párrafo de este enciclopedia que narra cuales eran las tareas de estos currantes que obviamente se  consideraban propias de las clases sociales menos favorecidas.

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Estiércol en las Calles de Londres Siglo XIX. Fuente: Andrew Simpson

Gran Hedor (Wikipedia): Trabajadores de aguas residuales y detritus

Alcantarilleros: también algunas veces llamados grubbers o excavadores, barrían las alcantarillas buscando objetos de valor. Ellos ayudaban a que las aguas de las alcantarillas fluyeran con facilidad removiendo pequeños objetos. A menudo familias completas trabajaban como alcantarilleros. Esto les confirió una cierta inmunidad a las enfermedades relacionadas con las aguas residuales que mataban a muchos.[4]

Rebuscadores del lodo: barrían en el lodo del Támesis y otros ríos. Eran generalmente niños jóvenes que obtenían pequeños objetos y los vendían por poco dinero.[5]

Recogedores de excrementos: recogían desperdicios humanos, animales, y basura doméstica de Londres y los llevaban a las granjas de las afueras de la ciudad para su uso como abono. De todos modos, a medida que Londres se expandía, había menos granjas y estas estaban cada vez más lejos de la ciudad. Este comercio cesó por completo cuando el guano (acumulación de excrementos de aves y otros animales) de Suramérica se volvió disponible y más barato. Esto produjo un aumento de los desperdicios hogareños vertidos a las calles y que llegaron al Támesis y otros ríos a través de las alcantarillas.[4]

Baldeadores: eran empleados de la Court of Sewers (Tribunal de Alcantarillados). Estos hombres «baldeaban» literalmente los desperdicios y cualquier cosa que bloqueara el flujo del agua en los nuevos sistemas de alcantarillado. En el libro de Henry Mayhew Trabajos de Londres y Londres pobre, el describe la apariencia de los baldeadores:

Cazadores de ratas: eran contratados por la ciudad para atrapar ratas en el alcantarillado subterráneo para evitar la propagación de enfermedades. Estos atraparratas estaban mal pagados, pero su trabajo ayudó enormemente en Londres a prevenir más enfermedades durante el «Gran Hedor» y también después.[4]

Resumiendo, las grandes urbes padecen todo tipo de problemas de tráfico. El ejemplo mostrado simplemente constata como una urbanización urbana mal planificada puede llegar a generar catástrofes ambientales y tragedias humanitarias. Empero reiteramos que hoy el problema tiende a desplazarse del mundo urbano al rural, cuando no se depuran las aguas residuales, algo muy frecuente en muchas de las grandes urbes del mundo. Y así pagan justos por pecadores.   ¡Como siempre!.

Juan José Ibáñez

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