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13/04/2004  
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Instituto de la Lengua Española. (CSIC)
Atlas de palabras

Elaborar el Atlas Lingüístico de Castilla-La Mancha y participar en los macroatlas europeo y románico son los proyectos de Geografía lingüística del Instituto de Lengua Española del CSIC

Cartografiar es, en sentido general, llevar a un atlas la superficie terrestre. Y algo así hace la Geolingüística, pero sustituyendo el medio físico por el lingüístico y reflejando, no los cambios del terreno, sino la variación de la lengua en el espacio. Según sea este espacio a cartografiar o el sistema de representación elegido, existen varios tipos de atlas lingüísticos. La directora del Instituto de la Lengua Española del CSIC, Pilar García Mouton, coodirige uno regional y descriptivo, el de Castilla-La Mancha, es vicepresidenta de uno simbólico que acota el territorio según la procedencia de las lenguas, el Atlas Linguistique Roman, y participa en uno supranacional, el Atlas Linguarum Europae.

Patricia Serrano Antolín
Pilar García Mouton


La Geografía lingüística o Geolingüística es una metodología de estudio surgida en el entorno de la Dialectología a finales del siglo XIX. Estudia cómo van cambiando las formas lingüísticas a través del espacio, y lo hace desde el punto de vista fonético, léxico, morfosintáctico, etimológico y motivacional. Recoge y ordena cantidades enormes de información sobre cómo se habla en una determinada zona.

En un principio, se centraba únicamente en registrar particularidades fonéticas. "Se intentaban encontrar formas antiguas, fósiles lingüísticos. Hoy en día, eso ya no se hace, no se busca los raro, sino que se estudia lo que hay, y lo que se dice, y ya está", comenta García Mouton.

El cambio de enfoque entre los primeros atlas lingüísticos y los de ahora se produjo a raíz de la publicación del Atlas Italosuizo, entre 1928 y 1940. Los lingüistas que lo desarrollaron postulaban que no se podían estudiar las palabras sin las cosas a las que hacen referencia. Había que estudiar las palabras en su contexto cultural. Y así, "se pasó del sonido a la palabra".

En España, la Guerra Civil interrumpió la elaboración del Altas Lingüístico de la Península Ibérica, que dirigía Tomás Navarro en el Centro de Estudios Históricos. Tan sólo llegó a publicarse un tomo con 75 mapas, principalmente fonético, en 1962. Fue por estos mismos años cuando el que fue maestro de Pilar García Mouton, el lingüista Manuel Alvar, comenzó a desarrollar los atlas lingüísticos y regionales españoles. Elaboró el de Andalucía, el de Canarias, el de Aragón, Navarra y Rioja y el de Cantabria, y coordinó también el de Castilla y León.

Un atlas lingüístico aporta, además de información lingüística, muchísimos datos etnográficos

Ahora, desde el Instituto de la Lengua Española, García Mouton, junto a Francisco Moreno, está a punto de terminar el Atlas Lingüístico y Etnográfico de Castilla-La Mancha (ALeCMAN) -que se puede consultar en www.uah.es/otrosweb/alecman -, que "era el que quedaba sin hacer en España", y participa, además, en los proyectos de los dos macroatlas, el ALE (Atlas Linguarum Europae) y el ALiR (Atlas Lingüistique Roman).

Registrar cómo se habla

Elaborar un atlas lingüístico de una zona requiere recabar "información sobre cómo se habla" en los principales pueblos, ciudades o núcleos de habitantes que integran ese territorio, información que luego se reflejará sobre mapas. Y para conseguir esos datos sobre las formas de hablar en las distintas localidades, ¿qué hacen los geolingüistas? Pues hablar con sus habitantes, pero, evidentemente, no de cualquier manera, sino siguiendo los pasos que marca la rigurosa metodología de encuestas de la Geografía Lingüística.

Lo primero es establecer una red de puntos "donde interesa hacer la encuesta", explica García Mouton, y luego, elaborar el cuestionario. Para ello, "hacemos una selección de palabras que nos van a dar la pronunciación de fonemas clave". La elaboración de un "buen cuestionario" es tan importante como la precisión de un microscopio, ya que es el instrumento a través del cual se obtienen los materiales lingüísticos. "Es importante que el conjunto de preguntas sea productivo, que dé lo que se quiere obtener".
Portada del Atlas Linguistique Roman

A la hora de elaborar cuestionarios, García Mouton y su colega en el ALeCMAN, Moreno, mantienen gran parte de lo que preguntan otros atlas anteriores, "de manera que los mapas puedan ser comparables", e introducen también un margen de innovación, incluyendo otro tipo de conceptos. Su cuestionario tiene una parte de fonética, "buscamos palabras que contengan los sonidos que nos interesa registrar", otra de morfosintaxis y una última - la más importante- de léxico, que se estructura por campos léxicos.

Una vez elaborado el libreto con las preguntas y decididos los puntos donde se va a encuestar, los investigadores se ponen en contacto con el ayuntamiento de cada localidad para que les ayude a escoger un hablante del lugar (en el caso del Atlas de Castilla-La Mancha, a dos, un hombre y una mujer). "Hay que elegir muy bien a la persona porque tiene que ser representativa de cómo se habla en ese pueblo", explica García Mouton. No puede ser alguien que haya estudiado o vivido fuera de la localidad durante mucho tiempo, porque su forma de hablar "probablemente estaría más cercana a ese otro sitio", ni tampoco gente que tenga defectos importantes en la dentadura, "porque entonces no pronuncia bien".

El informante (como se denomina al hablante tipo de una localidad en la terminología de la Geografía lingüística) ha de ser comparable a los de todos los atlas, esto es, una persona de entre 55 y 65 años, que no haya salido del pueblo durante un período largo, y que tanto él o ella como su familia hayan nacido allí. Es lo que se llama el hablante patrimonial. Tradicionalmente sólo se había encuestado a uno por punto de la red de encuestas, pero, a propuesta de Mouton, para el Atlas Lingüístico y Etnográfico de Castilla-La Mancha se ha entrevistado a un hombre y a una mujer por pueblo. La lingüista encuesta a la mujer y Moreno al hombre, "porque así conseguimos evitar las interferencias lingüísticas que se producen cuando hablan dos personas de sexos distintos", añade la lingüista que publicó el año pasado un libro titulado "Así hablan las mujeres".

García Mouton ha introducido la variante del género, realizando en cada población dos encuestas: una a un hombre y otra a una mujer

García Mouton comenta cómo se desarrollan las encuestas, que suelen durar una media de un día y medio. "Yo siempre empiezo por el cuerpo humano porque creo que es el campo léxico más fácil, donde el informante está más relajado". Como el resultado es obtener la pronunciación o la denominación de un determinado concepto en un determinado sitio, el entrevistador no puede pronunciar la palabra que quiere oír antes que el informante, ya que esto podría influir en el encuestado, sino que debe preguntar indirectamente por ella. "Si quieres registrar la palabra cabeza, tienes que preguntar algo como ¿si me tomo una aspirina es porque me duele la...? o para la palabra piel, ¿por encima de la carne tenemos la...?", ilustra la investigadora.

Al mismo tiempo se recoge toda la información etnográfica que va surgiendo en la encuesta. "Tenemos algunas preguntas que sabemos que proporcionan información sobre la cultura de la zona, pero muchos otros datos salen espontáneamente". Por ejemplo, a través de las preguntas sobre las plantas silvestres o los animales, los informantes suelen contar tradiciones, costumbres o recetas, que constituyen un conjunto importante de narraciones libres. "Esa parte da mucha información etnográfica, además de mucho léxico y lengua espontánea".

Distintos tipos de mapas

Una vez que se finaliza la fase de las encuestas, se tiene la información necesaria para realizar los atlas, que se componen de mapas en los que se representan las distintas variedades registradas para cada concepto. La extensión de la zona a cartografiar lingüísticamente da lugar a distintos tipos de representación de los datos. Generalmente, los locales y regionales se materializarán en mapas descriptivos, mientras que los nacionales o supranacionales, en simbólicos o elaborados.

"Cuando se hace un atlas local, se trabaja con una red de encuestas muy tupida, gracias a la cual se llega a saber con precisión dónde empieza una variación de un sonido o de una palabra, es decir, se consiguen establecer límites lingüísticos concretos", pero cuando se hace en territorios más extensos, la red de puntos es más dispersa "porque no se pueden hacer encuestas en todo el territorio".

Tampoco el tipo de preguntas puede ser igual en unos y en otros. "Nosotros en Castilla-La Mancha preguntamos por el azafrán, por su cultivo y las palabras relacionadas, pero si hiciéramos el atlas de España, no podríamos preguntar eso", explica García Mouton. Cuanto mayor sea la zona sobre la que se va a trazar el atlas lingüístico, mayor nivel de abstracción se necesitará en el cuestionario. "Si lo que se va a cartografiar son todas las zonas donde se hablan lenguas provenientes del latín, que son las que recoge el ALiR, tienes que preguntar cosas muy generales que puedan servir en todos esos territorios tan diferentes". Y si lo que se trata de registrar es la variación de lenguas con diferentes orígenes, como las que incluye el ALE, "ya no puedes manejarte con los mismos esquemas".

Como ejemplo, García Mouton comenta que la elaboración del cuestionario el atlas europeo desató una "gran discusión" porque, al incluir tantas culturas diferentes, resultaba difícil seleccionar los conceptos que pudieran valer para todos. Finalmente, se acordaron conceptos muy básicos, como cielo, nube, sol, luna o los días de la semana, pero incluso con estos, se dan asimetrías notables, pues por ejemplo, "no es lo mismo para un hablante español el concepto de nieve que para un sueco".

Las encuestas para los atlas de gran dominio se realizan de igual forma que para los regionales, cuando hay que hacerlas. En muchos casos, no es necesario, sino que se toman las encuestas ya hechas en cada territorio y se adaptan al nuevo cuestionario. En estos atlas "se reúnen todos los equipos que trabajan regionalmente en cada familia lingüística, aportando sus datos. Con el trabajo de todos se elaboran los nuevos mapas".

Sistemas de representación

En lo que se refiere a la representación de la información registrada, en los atlas locales o regionales, se presenta mediante transcripciones fonéticas. Cada mapa refleja un concepto, y presenta las denominaciones encontradas para esa idea en cada punto de la red, que se designa mediante un número. Las palabras se transcriben mediante un código fonético convencional, de manera que "cualquiera que lo conozca puede oír cómo pronuncia el hablante de esa zona esa palabra, y con ello, puede disponer de materiales básicos para trabajar". Algunos mapas recogen la variación fonética de una misma palabra en las distintas zonas de la red y otros las palabras que se usan en cada punto para el mismo concepto. Un mapa ejemplo de esto último puede ser el de La separación entre dos tierras, extraído del Atlas Lingüístico y Etnográfico de Andalucía, que recoge las diferentes palabras con las que se refieren a ese concepto según el pueblo o la zona. Se registraron no menos de seis: lindero, linde, lindón, lindazo, padrón o mojonera.

Pero en los macroatlas, este sistema de representación por transcripciones fonéticas no sería de gran utilidad, pues "no existe nadie que domine tantas lenguas como para poder aprovechar esos mapas". Lo que se hace, entonces, es trazar mapas elaborados, en los que en vez de incluir las transcripciones fonéticas de las respuestas registradas, se dibujan símbolos que remiten a esas palabras, que se presentarán transcritas en largas listas en documentos anexos. Los símbolos reflejan etimologías, variaciones morfológicas, fonéticas o motivacionales (en este último caso, debido a la gran variedad de etimologías que se incluye, una fórmula común a todas es recoger las motivaciones que hay detrás de las palabras, no los étimos). Junto con los mapas de cada palabra, se presenta una leyenda que explica a que se corresponde cada símbolo.

Tanto el ALE como el ALiR incluyen, además de los mapas, de las leyendas, de los comentarios de los mapas y de la bibliografía fundamental, una tabla de síntesis por cada mapa y un texto explicativo, una síntesis, "que nos aporta lo que no nos da el mapa". "Presentan para cada concepto las respuestas en transcripción fonética y los puntos exactos donde se encontraron, con lo que a partir de estos, se pueden construir mapas descriptivos. Con ello, no se pierde nada de información, sino que primero la tienes elaborada y presentada visualmente de una forma muy clara y luego comentada hasta las últimas consecuencias". "Lo que surge son atlas interpretativos, atlas con las historias de las palabras", añade la directora del Instituto de la Lengua Española.

Al abarcar un territorio tan extenso y con tanta variedad lingüística como Europa, el ALE debe generalizar y simplificar en todos los aspectos, no sólo en el cuestionario, sino también en los comentarios y las síntesis de cada concepto. Ante ello, el Departamento Románico "sentía que gran parte de su trabajo quedaba desaprovechado porque no se podía adaptar a las características del atlas europeo" y decidió, hacia 1984, crear un macroatlas en el que recoger las síntesis de los conceptos para las áreas de dominio de las lenguas románicas, dando lugar al Atlas Linguistique Roman.

La elaboración del ALiR no requiere la realización de nuevas encuestas, sino la adaptación de las ya hechas a las características del nuevo proyecto. El trabajo en bruto lo desarrollan los comités de cada dominio, a los que se asigna la elaboración de la síntesis de una pregunta a partir de los materiales de su territorio más los del resto. Y la coordinación y puesta en común de la investigación, se lleva a cabo una o dos veces al año, en reuniones de 4 o 5 días de "trabajo intenso". "En esos encuentros, cada comité expone una redacción de su síntesis delante de todos los colegas para que estos, que han aportado datos para su elaboración, analicen si se han interpretado correctamente o no".

Para García Mouton, las síntesis europeas, aunque también "interesantes", son menos elaboradas, "se reducen a reunir materiales de unas zonas y otras, pero no pueden dar una explicación global a cada concepto porque la realidad es demasiado dispar".

Ya sea regional, supranacional, europeo o románico, o esté más o menos elaborado, lo que está claro es que un atlas lingüístico es un enorme archivo de datos, un corpus dialectal que se puede usar para muchísimas cosas. Desde lexicografía o enseñanza a proyectos de carácter etnográfico o social (la FAO realizó un estudio sobre la alimentación en Andalucía a partir del atlas lingüístico de la zona). Y al margen de su uso, y en palabras de García Mouton, estos atlas de palabras son "una enorme contribución al saber general".
 

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