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Venezuela prioriza áreas de desarrollo no tradicionales que respondan a problemas sociales

Jesús Alberto Andrade Castro

Profesor del Departamento de Computación de la Universidad del Zulia (Maracaibo, Venezuela). Editor de la revista Enl@ce
 

27/02/2009

1.- ¿Cuáles son los principales efectos de la globalización sobre la actividad innovadora y de I+D?

Globalización es ante todo un concepto político, de manera que todo lo que se asocie con la globalización deberá asumirse dentro de la esfera política. Por ello, aunque parezca tautológico, innovar termina por convertirse en un proceso que refleja los compromisos políticos de la globalización.

Las sociedades que precisan innovaciones para impulsar más eficazmente la I+D enfrentan un desafío social y ético. Ese desafío atraviesa por el dilema de desarrollar una ciencia social con basamento ético, enfrentada a la posibilidad de reproducir las exclusiones del pasado y el presente o de ser, en el futuro, una ciencia más inclusiva. Por lo tanto, de todos los posibles efectos de la globalización, el que a mi manera de ver generará un mayor grado de conflictividad se encuentra en los campos social y ético; porque son esferas que no representan un interés esencial, al menos en lo inmediato, para los actores que participan en las actividades de I+D.

2.- ¿Cuáles son los retos más acuciantes a los que ha de hacer frente la comunidad científica internacional para este siglo?

Nunca como ahora, se había impulsado tanto la política científica internacional, ni se había producido un aumento de las investigaciones, como en las dos últimas décadas.

En términos generales, las investigaciones se concentran principalmente en los países occidentales avanzados tecnológicamente y en China y Japón. El resto de países participa en acuerdos de colaboración, pero en una situación de dependencia que refleja las características de los sistemas de ciencia y tecnología occidental.

Hay claros indicios de que la ciencia va a afrontar retos de dimensiones mundiales, por lo tanto, la comunidad científica internacional enfrentará culturas y modos de investigar diversos que pasan por un proceso de homogenización del conocimiento. Con los procedimientos y sistemas de investigación actuales ocurre un proceso de homogenización científica que limita la creatividad investigativa y expande la mundialización de problemas y soluciones comunes al interés de las transnacionales, tal como ocurre con las investigaciones de fármacos, que traspasan los límites imaginables de la ciencia, pero sus beneficios no alcanzan a los países más atrasados del planeta. Las fuentes de financiamiento y los mecanismos propios de la investigación reproducen los sistemas que sustentan la globalización.

Por ello, el gran reto de la comunidad científica internacional es evitar la homogenización del conocimiento e innovar en la construcción de sistemas de investigación que sean productos de los intereses propios de sus regiones con independencia de los intereses de las transnacionales de la ciencia.

3.- ¿Qué actitudes y acciones presenta Latinoamérica en este contexto mundial de la innovación? ¿Cómo podría potenciarse la presencia latinoamericana en la escena innovadora mundial?

Los sistemas de ciencia, tecnología e innovación están sujetos a los vaivenes del mercado internacional. Los países más industrializados usan la ciencia para controlar, entre otras cosas, la economía mundial, al convertirla en un negocio.

Muchos países en desarrollo no se interesan, ni entienden la importancia de apoyar la ciencia, y el problema se agrava cuando gobiernos débiles no son capaces de desarrollar su propia ciencia, y, por ende, no se interesan por proteger la soberanía tecnológica y científica de sus países. A la luz de esta realidad, los riesgos para los países en desarrollo son muy altos. Los investigadores terminan por refugiarse en los centros de investigación reconocidos, para someterse a sistemas de ciencia y tecnología que dejan poco margen para el beneficio de colectividades desasistidas.

Cuando se carece de políticas públicas que regulen los intereses de las empresas multinacionales y no se tiene una clara visión de la necesidad de desarrollar ciencia a partir de innovación propia se entrega parte de la soberanía nacional. En el caso de Latinoamérica, la situación se acentúa debido a las múltiples necesidades sociales que ameritan atención urgente.

Latinoamérica está urgida de políticas públicas que permitan el desarrollo de una ciencia que resuelva la gigantesca deuda social (poblaciones carentes de tierra, vivienda, salud, educación y sin acceso a los más elementales servicios de una sociedad moderna), que se refleja en una profundización de la brecha del conocimiento y la imposibilidad de alcanzar el desarrollo.

Las diferencias de presupuestos para I+D entre los países industrializados y en vías de desarrollo son notables. Según cifras oficiales, en América Latina, Brasil asigna a tal fin alrededor del 1.3 por ciento de su producto interno bruto, los demás países destinan mucho menos, comparado con el hasta 3.8 por ciento asignado en los países desarrollados. Pero, en Latinoamérica no sólo el problema presupuestario afecta el desarrollo de la ciencia, sino también la falta de políticas públicas que encaren prioritariamente el desarrollo tecnológico y generen una conciencia ciudadana capaz de enfrentar los intereses de las transnacionales de la ciencia. Urge, pues, que en toda Latinoamérica, desde los organismos públicos encargados de dirigir la ciencia y la tecnología, se desarrollen políticas y procesos de gestión innovadores, con el fin de acabar con las viejas prácticas dirigidas a servir de soporte a la dependencia supranacional.

4.- Con respecto al caso venezolano, ¿cuáles son los rasgos esenciales de su sistema nacional de innovación? ¿En qué áreas y actividades son previsibles unas aportaciones más relevantes de los científicos y tecnólogos venezolanos?

Hasta mediado del siglo XX, la ciencia en Venezuela correspondía a un proceso surgido a partir de los lineamientos de los países más desarrollados, lo cual contó con individualidades que sobresalieron como investigadores, pero sin la existencia de una ciencia organizada. Situación que no se diferenciaba sustancialmente de lo que ocurría en otros países de Latinoamericana.

Esa ciencia se caracterizó por la transnacionalización y penetración, dentro del modelo de capitalismo periférico que se reproducía en todas las instancias económica, social, cultural e ideológica de la nación.

A finales del siglo XX surgió la tesis de usar la ciencia para aumentar la capacidad de generar tecnologías propias, con un enfoque que consideraba importante la consulta y participación de los usuarios directos, con el fin de generar soluciones de investigación científica y tecnológica. Se firmaron acuerdos con el Banco Interamericano de Desarrollo, orientados a financiar la investigación en áreas fundamentales para la transferencia tecnológica al sector productivo: Biotecnología, Nuevos Materiales, Química Fina, Informática, Electrónica y Telecomunicaciones.

De manera que en Venezuela, la tradición individualista científica occidental ha hecho suponer que nuestra ciencia es subdesarrollada, y la verdad es que sí lo ha sido, pero no referida al grado de desarrollo tecnológico que han alcanzado otros países, sino porque ha sido insuficiente para construir una sociedad justa o transformarla profundamente.

En Venezuela las actividades de I+D tradicionalmente se han realizado en organismos públicos, especialmente en los de educación superior, por ejemplo, en 2004 se destinó a estas casas de estudio el 74 % de los recursos del área; y a otras instituciones también financiadas por el Estado, más del 23 %. La empresa privada posee muy poca capacidad para realizar investigación y por lo general no ha contado con programas de estímulos o inducción que la motive a participar, aunado a la falta de compromiso con el desarrollo del país.

A pesar de los avances en esa manera de gestionar la ciencia, no se contaba con un modelo de país que señalara políticas para orientar la actividad científica y tecnológica acorde con las necesidades del país.

Durante los últimos diez años, el Estado venezolano se ha dado a la tarea de definir políticas dirigidas a la integración de un sistema nacional autóctono. De manera que al iniciarse el siglo XXI, se planteó, por ejemplo, el desarrollo industrial a través de una política de inducción técnica de la escala de empresas, aunado esto a políticas públicas que dan apoyo a través de los mecanismos de I+D, creación de incentivos a la innovación y flexibilización de procesos de transferencia, dirigidos a estrechar la relación empresa-Estado.

En el año 2001 se decretó una Ley Orgánica que definió los lineamientos de un Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación, con el fin de orientar las políticas públicas y las estrategias requeridas para la implantación de mecanismos institucionales y operativos para la promoción, estímulo y fomento de la investigación científica, en un marco de referencia que en lo futuro afectará la estructura social, porque el Sistema se dirige a la apropiación colectiva del conocimiento y la transferencia e innovación tecnológica, con el fin de fomentar la capacidad ciudadana y del país para la generación, uso y circulación del conocimiento y de impulsar el desarrollo nacional.

Con este nuevo sistema nacional existe la esperanza de que cambie la episteme científica venezolana, al asumir nuevas formas científicas teóricas asociadas al desarrollo social y a nuevos modelos de desarrollo.

De manera que ideológicamente, el nuevo sistema de innovación venezolano apunta hacia la competitividad sometida al desarrollo de políticas públicas con el objetivo de trascender los elementos exclusivamente técnicos y económicos, con participación de actores sociales e instituciones cuyas actividades e interacciones inician, desarrollan y difunden nuevas tecnologías.

Se trata, por así decirlo, de cambiar la perspectiva analítica del desarrollo, porque arranca de la idea de que la innovación está enraizada en los procesos de aprendizaje que permiten la apropiación social del conocimiento a través de una visión integral del proceso productivo. Por ello, el Estado le ha dado fuerte apoyo a la constitución de redes que posibilitan el desarrollo endógeno, a través de la incorporación de los ciudadanos que habían sido excluidos de todo proceso de preparación educativa y que formaban parte de la masa de trabajadores (o desempleados) del sistema capitalista de producción.

Con ello, se privilegia el trabajo en equipo, las cooperativas y otras formas de organización comunal que rescatan la potencialidad innovadora del país, desde las formas científicas occidentales más reconocidas mundialmente hasta las más autóctonas que nacen de los colectivos indígenas.

La Misión Ciencia es un proyecto científico nacional destinado a modelar una nueva cultura científica y tecnológica indispensable para el cambio de conciencia, que permita romper con las concepciones individualistas heredadas.

Así, por medio de las redes, y muy particularmente a través de la Misión Ciencia, se pretende concretar una nueva cultura científica en cinco áreas prioritarias de desarrollo: salud, hábitat y desarrollo endógeno, soberanía y seguridad alimentaria, energías y seguridad y defensa.

Con ello, el país prioriza áreas de desarrollo no tradicionales que dan respuesta a los inmensos problemas sociales que tenemos.

5.- En un momento de cambio del papel que desempeñan las universidades en todo el mundo, ¿qué proyectos de mejora de la institución universitaria se hacen desde la Universidad del Zulia? ¿Cuáles podrían ser las vías más fructíferas de cooperación científico-técnica con universidades europeas?

Nuestras universidades funcionan bajo los esquemas típicos individualistas de las estructuras anquilosadas. En muchas áreas de desarrollo viven de espalda al país, sometidas a estructuras poco flexibles que dan poco margen para avanzar hacia estructuras dinámicas de desarrollo. Ese desfase entre investigación y realidad social, reduce las evidentes carencias en innovación e investigación a un problema de financiamiento, que por lo general proviene del Estado.

El país avanza, al menos, en la concepción que se pretende tener como país; pero las universidades se empeñan en sobrevivir bajo los estructuras del pasado, de manera que se da un solapamiento asincrónico entre la realidad venezolana y los planes de investigación que nacen de las estructuras universitarias, porque se privilegia el sistema de recompensa individual (fomentado muchas veces por el propio Estado) donde lo más importante sigue siendo el individuo.

La ciencia que se desarrolla en las universidades, se encuentra principalmente (en calidad y cantidad) en las instituciones públicas autónomas. De manera que la responsabilidad de estas universidades es mayor que si se tratara de entes privados. Sin embargo, los esfuerzos son, en la mayoría de los casos, individuales, casi desconectados de los problemas sociales que abundan en el país.

En el caso particular de la Universidad del Zulia (LUZ), es cierto que existen inmensas carencias para desarrollar ciencia desde nuestros espacios, pero existen alternativas válidas para desarrollar ciencia en redes. Por ejemplo, hay programas de cooperación internacional en lo cuales se involucran investigadores de LUZ. A través del Estado se promueve y cofinancia la participación de científicos venezolanos en esos programas.

El desafío no está en desarrollar y profundizar el intercambio entre las universidades venezolanas y las europeas, porque ellos existen, sino en poder atraer a los organismos europeos hacia el desarrollo de una cooperación científico-técnica que sea de beneficio mutuo y que esté orientada a resolver los problemas sociales que tenemos en Venezuela.

Para nuestros investigadores, una política de intercambio que posibilite interactuar en infraestructuras mejores dotadas, podría ser un mecanismo de mutuo beneficio. Sin embargo, el esfuerzo debe involucrar el interés de ambas partes en las áreas que son prioritarias para el país. No puede concebirse el intercambio en una relación desigual entre las partes.



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