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Francisco Quiroga
| Cuando Francisco Quiroga y Rodríguez, que había nacido en la localidad madrileña de Aranjuez en 1853, falleció en 1894, todos sus colegas y compañeros lamentaron lo prematuro de su desaparición, ocurrida en la plenitud de su carrera científica, y coincidieron en destacar el contraste entre el gran alcance de su obra geológica y la modestia de su carácter. Su vocación por la geología parece remontarse al contacto que tuvo en su niñez con Casiano de Prado, amigo de su padre y uno de los fundadores de esta ciencia en España. Cursó estudios de Farmacia y de Ciencias Naturales en Madrid durante los años del llamado Sexenio Democrático, es decir, el periodo de 1868 a 1874 que media entre la salida del trono de Isabel II y la restauración en el mismo de su hijo Alfonso XII.
Fueron años de florecimiento de la libertad de pensamiento y del
cultivo de la ciencia, en los que se crearon instituciones como la
Sociedad Española de Historia Natural, fundada en 1872, que alentó
los primeros trabajos de jóvenes naturalistas como Quiroga o sus
compañeros y amigos Salvador Calderón, también geólogo, e Ignacio
Bolívar, zoólogo especializado en insectos.
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Al terminar el Sexenio se fundó también, en 1876, la Institución Libre de Enseñanza, que pretendía en sus inicios ser una especie de universidad privada, refugio para la libertad de cátedra y la modernización de la ciencia. A la Institución estuvieron ligados Quiroga, Calderón y Bolívar, y también José Macpherson, otro geólogo español, aunque de ascendencia británica, que con sus conocimientos y su laboratorio privado contribuyó a encauzar la carrera científica del joven Francisco. |
En particular, Quiroga aprendió con
una técnica por entonces novedosa en España, el microscopio petrográfico. Preparando finas láminas de las rocas que se quería estudiar, este instrumento permitía la observación de sus más pequeños detalles estructurales y con ello un conocimiento mucho más perfecto de sus características y, en particular, de los minerales que las componían.
En 1879 ingresa como Ayudante de Mineralogía en
el Museo de Ciencias Naturales, donde ordena y
completa sustancialmente la hasta entonces
fragmentaria colección de minerales españoles.
Publica numerosos trabajos sobre rocas
españolas, especialmente rocas ígneas, que son
aquellas originadas por la consolidación de
magmas procedentes del interior de la Tierra. Entre ellas le interesó sobre todo un tipo especial, las ofitas, pero también se ocupó de otras muchas, por ejemplo de los basaltos y otros materiales volcánicos.
En 1883 obtiene el cargo de Profesor Auxiliar en
la Facultad de Ciencias de la Universidad
Central, de la que llegará a ser en 1888
Catedrático de Cristalografía, siendo esta la
primera cátedra de esta especialidad creada en
España.
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Quiroga en el Sáhara |
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Quiroga y sus compañeros naturalistas eran activos
excursionistas, conocedores de muchos rincones de España y en especial de la
sierra de Guadarrama, cercana a Madrid. Pero su viaje más importante fue el
que tuvo por objeto la exploración geológica del
interior del Sahara Occidental, dentro de una
expedición científica y colonial que envió el
gobierno español en el verano de 1886. |
Aspecto microscópico de
rocas ofíticas. Lámina de un artículo
científico de Quiroga y Calderón 1877.
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En medio de peripecias y dificultades que dieron al
viaje un genuino sabor de aventura, la pequeña expedición española integrada
también por el ingeniero militar Julio Cervera y el arabista Felipe Rizzo, reunió importantes datos sobre un área en la que la
presencia científica, casi inexistente, se había debido a autores
extranjeros. Quiroga no sólo recolectó una notable cantidad de materiales
paleontológicos, botánicos y zoológicos sino que aportó los primeros datos
fiables para el conocimiento geológico de la región. |
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Grupo de científicos en una expedición para el reconocimiento de las formas glaciares en las montañas españolas |
Por desgracia murió pocos años después, en Madrid, víctima de unas fiebres tifoideas, con solo cuarenta años. Su viuda y sus cuatro hijos quedaron en una muy difícil situación económica, pues Quiroga no tuvo otros ingresos que sus retribuciones como profesor, entonces muy modestas, que en gran parte invirtió en el material científico que precisó para sus investigaciones y con el que no contaban los centros oficiales. Sus compañeros organizaron una cuestación en beneficio de la familia dejada por el hombre que fue, en palabras de su amigo Calderón, un “sabio, consagrado en esta sociedad escéptica, indiferente, metalizada, egoísta, a la generosa labor científica”. |
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