Los Hornos de cocer tinajas de Colmenar de Oreja 


 La industria tinajera: un modo de vida

 

"Se puede asegurar que con el producto de las tinajas vive una quinta parte de población, y con las leñas, carros, etc. disfruta de sus productos la mayor parte de los vecinos. Por esta razón, el año que es mala su venta, se echa al momento de ver en el pueblo".

F. de Pablos, 1891


A finales del siglo XIX las industria tinajera vivió en Colmenar su época dorada con la aparición de importantes establecimientos en manos de unos cuantos fabricantes descendientes de auténticas sagas familiares de artesanos locales.

La fábrica "El Convento", por ejemplo, una de las más conocidas de la localidad, contaba con máquina de vapor batidora, elevadora de agua, astilla de palmear y suela de alisar y producía al año de ochenta a cien mil arrobas. Entre sus méritos, conservaba con orgullo la tinaja de mayor cabida que hasta entonces se conocía: 1.041 arrobas, construida por un oficial de la casa en 1889 y que debido a su extraordinario tamaño no pudo cocerse (El Liberal, 4 de junio, 1899). Este mismo oficial, había construido unos años antes otras dos piezas de gran tamaño (de 714 y 695 arrobas de cabida) que su patrón regaló a los marqueses de La Laguna y que fueron a parar a las magníficas bodegas de su Cortijo de “San Isidro”.

A partir de la segunda década del siglo veinte esta industria entró en una progresiva decadencia. La epidemia de filoxera que arruinó los extensos viñedos de las comarcas más próximas y la aparición y difusión de la tinaja de cemento para conservar el vino y el aceite, fueron las principales causas del declive tinajero en Colmenar.
Las 35 manufacturas registradas en la estadística oficial de principios del siglo, se habían reducido, en 1930, en más de la mitad.

Durante los difíciles años de la posguerra, el oficio se mantuvo ocupando a jornaleros agrícolas que durante los meses más fríos del año se dedicaban a fabricar tinajas para los propietarios existentes.

La industria de las tinajas no solo tuvo un fuerte impacto en la economía local, su importancia como ocupación predominante y su continuidad en el tiempo llegaron a instaurar un particular modo de vida. La presencia y tradición del oficio, en el que participan todos los miembros de la familia, propiciaron la configurando de un espacio común de vida y trabajo; el tipo de vivienda, el entramado urbano, las pautas y lugares de sociabilidad giraban en torno a los modos y tiempos de la labor tinajera.

 

 

 

 

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