|
El trabajo del esparto
Serie de acuarelas representativa de los distintos oficios del trabajo del esparto: la recolección, el picado, el rastrillado, el hilado y la confección. Reproducido en la obra El Esparto y su Economía (1950) |
La recolección comenzaba pasado el verano, dedicándose a ella numerosos esparteros locales que conocían mejor que nadie la producción silvestre de los montes. Salían solos o en cuadrillas y procedían arrancando condestreza y de un fuerte tirón los manojos de atocha, los cuales iban depositando en el suelo hasta reunir un volumen suficiente que ataban cuidadosamente con una cinta conformando el atado definitivo o manada. Posteriormente las manadas se recogían y cargaban en los carros para transportarlas hasta los pozos donde empezaba la transformación industrial del esparto. |
El cocido o enriado del esparto permitía transformar sus hojas en una materia más apta para la obtención de fibras utilizables en la industria textil. Para ello, el esparto se introducía en las balsas de cocción o piscinas de agua estancada donde permanecían durante treinta o cuarenta días. Pasado este tiempo, se sacaba el esparto cocido que se llevaba a secar mientras se echaba una nueva tongada de labor en la balsa.
Habitualmente, el secado del esparto se efectuaba en las eras de los alrededores -vacías en esta época ya que se trillaba durante los meses de verano- donde se esparcía al sol durante 3 ó 4 días hasta que se secaban convenientemente ambas caras. Una vez seco se volvía a reunir en las gavillas y se llevaba hasta algún cobijo o establo, donde se almacenaba para protegerlo de la lluvia y las humedades. Un esparto resguardado y bien enriado se conservaba durante años. |
Trabajadoras en los mazos de machacar esparto. Villarejo de
Salvanes, 1949. (Colección Justo Pérez, Archivo de la Encomienda Mayor de Castilla)
|
El trabajo concreto de las picadoras consistía en meter las gavillas de esparto debajo de unos pesados y rudimentarios mazos de madera reforzados en hierro que las iban golpeando de forma intermitente (desde una altura de 40 centímetros) hasta ablandar y desfibrar la planta. En cada banda o batán operaban dos mujeres y sentadas en el suelo iban introduciendo el esparto desatado, mezclándolo y revolviéndolo a cada golpe del mazo. |
Para picar una manada se tardaba entre 5 y 7 minutos. |
Mazo de machacar esparto. Villarejo de Salvanés. (P. Candela, 1998) |
La operación del picado producía mucho polvo cuya respiración era enormemente dañina especialmente en habitaciones poco aireadas La escasa higiene, la insalubridad y las condiciones de inseguridad que rodeaban el trabajo del picado, provocaban graves problemas de salud a las trabajadoras y a sus hijos más pequeños a los, a menudo, atendían mientras trabajaban. |
A continuación se procedía al rastrillado cuyo objetivo era separar los haces de fibra que constituyen las hojas del esparto y proporcionarles la finura necesaria para su manipulación. Así, el operario peinaba manualmente el esparto por medio de un rastrillo o tablero de madera con numerosas púas de acero. |
Restos de la antigua fábrica del popular estropajo “La Fama” y etiqueta comercial. Villarejo de Salvanés. (P. Candela, 1998) |
Del rastrillo, el producto iba a parar a la sección de hilados, el núcleo principal de la industria manual de esta fibra. El objeto del hilado en Villarejo era transformar el esparto rastrillado en cordeles o cuerdas de diferente aplicación. Para ello se utiliza una sencilla instalación, compuesta básicamente por una rueda montada verticalmente sobre un caballete movido a mano por un operario mediante una manivela. Este movimiento se transmitía por correas a un juego de carretes montado sobre un pie de madera que formaba un cruce en el parte superior, girando, a su vez, unos ferretes adosados que servían para sujetar la hebra con la que se iniciaba el hilado. |
Escenas de la exhibición de hilado de esparto en la que participaron antiguos trabajadores de Villarejo. Aranjuez, septiembre de 1999. (P. Candela) |
Por cada rueda trabajaban dos hiladores que a partir del cabo inicial (sujeto al ferrete) iban alimentando la hilada con el esparto rastrillado que llevaban sobre el vientre. El maestro hilador exhibía una gran destreza que lo convertía en el auténtico protagonista del proceso. Su trabajo consiste en ir soltando suavemente la fibra que lleva enredada entre los dedos, protegidos con un pedazo de cuero, al tiempo que camina de espaldas hasta llegar al final de la carrera y obteniendo una hilada final (o filastra) de la media que se desee. |
El proceso de hilado y confección de la cuerda, exigía un espacio amplio y diáfano para que el recorrido se realizara sin dificultad. Esto explica el desarrollo longitudinal de las naves o talleres que se destinaban a esta labor. Frecuentemente, la práctica del hilado se realizara, también, por las calles del pueblo, participando en el proceso familiares y vecinos. Al parecer era muy habitual la imagen de niños y mujeres colaborando en el hilado callejero y sobrellevando el esfuerzo de la jornada con sus cantos y distracciones populares inspiradas, precisamente, en la tradición de esta práctica artesanal. |
Vecinos y vecinas de Villarejo en una Muestra del hilado manual del esparto. (Colección Justo Pérez, Archivo de la Encomienda Mayor de Castilla) |
Escena de niño trabajando en el rueda de hilar. Reproducido en la obra El Esparto y su Economía (1950) |