La fábrica GAL: El aroma de La Moncloa 


 Las obreras de la GAL

Obreras trabajando en la sección de empaquetado
Obreras trabajando en la sección de empaquetado
(Mundo Gráfico, 30 de junio 1915)

Desde sus comienzos, la Gal, empleó una fuerza de trabajo numerosa, principalmente mujeres que se ocupaban de las labores de limpieza y empaquetado. En 1917 la fábrica funcionaba con una plantilla de 300 personas que fue progresivamente en aumento hasta llegar a duplicarse la cifra en los años previos a la Guerra Civil.

El Reglamento Interno de la empresa (1925) nos permite acceder al mundo del trabajo de la fábrica hacia mediados de los años veinte. Así conocemos, por ejemplo, que el personal de nuevo ingreso debía ser mayor de catorce años, mostrar, y demostrar, buena conducta y salud (ante el Médico del Centro) y someterse a las disposiciones reglamentarias de la empresa. La jornada de trabajo era de 8 horas según los requisitos legales, de nueve a una de la mañana y de tres a siete de tarde.

Como en la mayoría de las industrias, las obreras se concentraban al principio y al final del proceso de fabricación, esto es, en los trabajos de limpieza y en el envasado y empaquetado final del producto. Una época, en la que la habilidad, destreza y delicadeza innatas de manos femeninas justificaban el lugar y el espacio destinados a las trabajadoras en la producción industrial de los cosméticos. Dentro de los talleres predominaba una acusada división sexual del trabajo, esto es, una separación bien diferenciada de tareas, de especialidades y de espacios masculinos y femeninos. Por un lado, los trabajadores varones atendían los talleres de cocción de pasta y fabricación de jabones, la destilación y preparación del agua de colonia ocupándose del manipulado de las primeras materias (sucias y peligrosas en su mayoría) que implicaba un esfuerzo físico considerable. Las mujeres, por su parte, se ocupaban de la limpieza, el etiquetado y el precintado de frascos, así como, del empapelado, sellado y colocación en estuches de las pastillas de jabón de tocador y del empaquetado de polvos de arroz.

Pero, además, las secciones y puestos de trabajo que desempeñaban las obreras eran los peores remunerados, lo que constataba una evidente discriminación salarial entre hombres y mujeres. Así, por ejemplo, a principios de los años 30 (S. XX), la mayoría de las 576 operarias registradas en la fábrica cobraban un jornal de 3 pesetas diarias, en el caso de las aprendizas que ingresaban 2 pesetas, mientras que los jornales fijados para los varones eran más del doble en todas las categorías y edades (Bases de Trabajo de los Jurados Mixtos, del ramo Perfumería y Jabones, 1934).

Dentro de la reconocida y temprana labor social que practicaba la empresa, el servicio médico y farmacéutico que se ofrecía gratuitamente al personal obrero (extensivo a los familiares directos) desde la Clínica de la fábrica es un importante aspecto a destacar, teniendo presente la ventajosa situación que esto representaba para la época. Además, las obreras madres (casadas) se beneficiaban de bajas pagadas previas y posteriores al parto, así como de descansos, sin descuentos de jornal, y de habitaciones adecuadas para las lactantes.

Durante la Guerra Civil, la Fábrica, situada en primera línea de fuego durante el asedio a Madrid, sufrió importantes destrozos que obligaron, en 1939, a plantear una casi total reconstrucción. Superadas las dificultades y complicaciones económicas de la postguerra, la empresa recuperó su ritmo de producción y ventas.

A comienzos de los años cincuenta, la fábrica recuperó las cuotas de producción y se volvió a situar entre las empresas más prósperas del sector con un censo obrero próximo al medio millar. Precisamente durante estos años, las representaciones de género cobraron mayor vigor en el discurso de la dirección que se esforzó en proyectar una imagen “pura, limpia y delicada” de las trabajadoras, probablemente reflejo simbólico del que se empezaba a consolidar como producto estrella de la Casa Gal: el jabón Heno de Pravia.

Portadas de la revista La Esfera con publicidad de GAL (1916)
Portadas de la revista La Esfera con publicidad de GAL (1916)

Entrados los años 60, ni el reconocido valor estético y constructivo del edificio, ni la memoria colectiva encarnada en más de medio siglo de actividad productiva, pudieron evitar la demolición de la emblemática fábrica GAL de La Moncloa. Sus instalaciones fueron trasladadas a una nuevo edificio en Alcalá de Henares donde ha permanecido en plena producción durante cuatro décadas.

En breve, la Gal sufrirá un nuevo traslado, abandonando su emplazamiento actual para ocupar una nueva sede en el polígono La Garena de la misma localidad.


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