Horno Hoffman

Este ingenio que revolucionó la producción de ladrillos en serie, tomó el nombre de su inventor, Friedrich Hoffman, arquitecto alemán, fabricante de materiales de construcción en Berlín y ganador de un gran premio en la Exposición Universal de 1867. Interior Horno Hoffman de la Cerámica 'San Nicolás'
Interior Horno Hoffman de la Cerámica "San Nicolás", Loeches. (P. Candela, septiembre 1999)

El primer horno de esta clase se construyó en 1859 en Prusia y en 1867 ya había 250, la mayoría en la zona prusiana de Alemania, 50 en Inglaterra y 3 en Francia. En Italia, su difusión fue a partir de 1870 tras su presentación en la Exposición de París.

La tipología de horno hoffman más extendida en España desde el último tercio del siglo XIX, es de planta rectangular compuesta por una gran galería anular de sección abovedada dividida en cámaras cuya longitud y número de bocas era variable. Este sistema permitía que el fuego circulara de forma permanente durante todo el proceso de cocción a lo largo de cada uno de los compartimentos. De este modo, la cocción se desplazaba por la nave de forma secuencial: mientras en una sección se estaba cociendo el material, en la siguiente, se empezaba a elevar la temperatura al tiempo que en la anterior, el material ya cocido, empezaba a enfriarse permitiendo ser descargado y llenado de nuevo. Así, se evitaban cambios bruscos de temperatura, consiguiendo una cocción paulatina y homogénea y un funcionamiento del horno más económico al aprovecharse al máximo el calor.

En los hornos ordinarios, la cocción se interrumpía mientras se enfriaban los ladrillos cocidos y se retiraban para reemplazarlos por otros. Ahora, en cambio, se efectuaba simultáneamente la cocción, la introducción y la extracción de los materiales, lográndose además un ahorro de combustible consumiendo, los hoffman, menos de la tercera parte que los ordinarios.

Cerámica 'Pinilla'. Parte superior del horno
Cerámica "Pinilla". Parte superior del horno, con detalle de las boquillas
por donde se vertía el carbón, también utilizada como secadero. (Colección Ramón del Olmo)

La chimenea era otro elemento fundamental del horno que permitía, por un lado, la expulsión de los humos que se generaban y, por otro, difundía, por succión, la corriente de aire necesaria para la combustión.

El combustible más utilizado era carbón de coque que se vertía a través de unas boquillas verticales que atravesaban la bóveda de la galería pasando en forma de llama por entre los ladrillos depositados.

El rendimiento de la cocción exigía el funcionamiento continuado del horno, lo que llevó, incluso, a regular que el descanso del personal obrero a su servicio fuera semanal en vez de dominical.

El funcionamiento de la cocción continua marcaba el ritmo de los trabajadores empleados en la carga y descarga del horno y que, dada la naturaleza manual del trabajo, tenían que soportar las peores condiciones del ramo, como nos recuerda un antiguo trabajador cerámico:

    "Los operarios que más padecían eran los que tenían que descargar el ladrillo cocido. Sacar el material del horno era lo peor, te abrasaba vivo. Llevaban unas manoplas de goma y en los pies tenías que tener muchísimo cuidado, incluso se ponían ladrillos para pisar encima porque el carbón encendido te entraba a los pies. Siendo muy duro el picado en los terreros yo lo prefería mil veces a trabajar en los hornos (...). Hoy seguramente si la gente se tuviera que meterse en los hornos con las cenizas ardiendo que te asfixiaban (¡como si te quemaran vivo!), no sé yo, si hoy se consentiría porque era un trabajo inhumano. Se pagaba una peligrosidad que se llamaba por estar ahí".

Dibujo-esquema del funcionamiento de un horno hoffman
Esquema de funcionamiento de un horno hoffman.
Reconstrucción a partir de las indicaciones de los trabajadores entrevistados
(P. Candela, 2000).
Ver esquema en detalle

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