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A un kilómetro escaso del caso urbano, Aranjuez esconde una antigua
fábrica de azúcar construida a finales del siglo XIX que
representa el último testimonio de la intensa actividad azucarera
que en el pasado reunió la provincia madrileña.
Una esbelta chimenea de ladrillo encarnado alerta de su presencia al
atento observador o visitante que desembarca en la estación de
ferrocarril, reparando sorprendido ante un símbolo que contrasta
con la impronta patrimonial del Real Sitio. Como en otros rincones de
nuestra geografía cortesana, también en Aranjuez, la industria
y el trabajo han dejado sus huellas en la memoria y en el paisaje.
El impacto de la industria azucarera madrileña
se concentró en el sudeste a raíz del progreso de dos importantes
fábricas ubicadas en los municipios de Aranjuez y Arganda (La
Poveda).
Estas dos azucareras nuclearon, hasta bien entrado el siglo XX, una
intensa actividad agroindustrial que tuvo profundas implicaciones en el
desarrollo socioeconómico de la región. La remolacha generó,
entre otras cosas, nuevas oportunidades de empleo para una población
dedicada mayoritariamente a una agricultura de subsistencia, temporal
y precaria y, asimismo, contribuyó al despegue industrial
de Madrid caracterizado, en buena parte, por el próspero avance
del sector alimentario (alcohol, chocolates, confitería, etc.)
demandante de enormes cantidades de azúcar como primera materia.
A continuación, te invitamos a realizar un pequeño
viaje virtual a través el tiempo, asomándonos al pasado
de esta vieja fábrica, de su funcionamiento, protagonistas e implicaciones
en la historia reciente de nuestra Comunidad.
Sus orígenes
La situación aventajada y próspera que
presentaba Aranjuez a finales del siglo XIX, fue decisiva para atraer
los intereses del negocio azucarero que estableció en la localidad
dos fábricas que darían impulso al cultivo de remolacha
en la Vega del Tajo. El Conde de Benalúa, un industrial granadino
buen conocedor del sector, aparece como el promotor de una de las primeras
iniciativas locales, bautizada con el nombre de Fábrica de Azúcar
de Nuestra Señora de Lourdes e instalada en Palacio del Marqués
de Salamanca. Tuvo una corta andadura ya que solamente funcionó
hasta 1905. Fue entonces cuando otra gran azucarera, instalada en la
misma época en las inmediaciones de Aranjuez, acaparó el
protagonismo de la actividad local garantizando a los labradores del entorno
un mercado seguro para sus cosechas de remolacha.
AZUCARERA DE ARANJUEZ (1902) |
FÁBRICA DE AZÚCAR NUESTRA SEÑORA
DE LOURDES
(1902) |
En 1902, las palabras del autor del Album-Guía
de Aranjuez, invitando a visitar la fábrica a todos turistas que
se detengan algún tiempo en la localidad, nos dan una idea del protagonismo
y presencia adquiridos por la azucarera desde los inicios de su actividad.
Construida a finales del siglo XIX, como atestigua la fecha que borrosamente
exhibe su vieja chimenea (1898), la azucarera de Aranjuez tuvo una sólida
y larga trayectoria productiva bajo la gestión directa -desde 1904
hasta su última campaña en 1982- de la Sociedad General
Azucarera de España (SGAE).
El emplazamiento elegido, junto a la estación del ferrocarril, y
la proximidad del Canal de las Aves en su recorrido por la margen izquierda
del Tajo, fueron dos factores claves de localización que garantizaban
el abastecimiento y transporte de materias primas, así como el
necesario suministro de agua como fuente energética y como recurso
elemental para la fabricación industrial del azúcar.
Descripción de las instalaciones
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Conservado en su emplazamiento
original, el conjunto de las instalaciones de la Azucarera ocupa
una superficie de más de sesenta mil metros cuadrados. En el corazón
del recinto está situado el edificio central o Sala General
de Fabricación, que albergaba los diferentes departamentos
del ciclo productivo con su necesaria dotación de molinos,
prensas, laboratorio, calderas, secaderos, horno de cal, etc. Este
espacio central, que se encuentra en avanzado estado de deterioro,
funcionaba en comunicación directamente con dos naves laterales,
ubicadas a ambos lados y destinadas como Almacén de Pulpa
y Almacén de Azúcar, respectivamente. |
En construcciones independientes,
se reconocen perfectamente los espacios ocupados por actividades
auxiliares, como el taller de reparación, la fragua, las oficinas
de cultivos, el almacén de efectos, los vestuarios, las oficinas
y las viviendas del Administrador y algunos empleados. Las trazas
físicas de cuatro enormes silos rectangulares, dos básculas,
un apeadero y una extensa infraestructura de apoyo al transporte
ferroviario completan este espacio productivo cuya configuración
y uso han ido variando a lo largo del tiempo. |
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NAVE CENTRAL DE FABRICACIÓN |
ALMACÉN DE AZÚCAR |
ALMACÉN DE PULPA |
La reconstrucción del escenario productivo
Uno de los rasgos más característicos de
la producción azucarera es la fuerte interdependencia existente
entre el cultivo de la remolacha (o caña) y su explotación
industrial.
Poco a poco, las necesidades productivas de la fábrica favorecieron
la formación de un área geográfica dedicada preferentemente
al cultivo de remolacha azucarera. Esta zona de influencia abarcaba las
vecinas huertas de la Vega, algunas fincas particulares de Aranjuez (Las
Infantas y Castillejo) y de numerosos pueblos dispersos entre las provincias
limítrofes de Toledo y Cuenca, como Seseña, Algodor, Villaseca,
Mora, Huelves, etc. En su conjunto, se trataba de pequeñas explotaciones
agrarias con una consolidada tradición de regadío y de abundante
empleo de mano de obra, localizadas en un entorno geográfico semicircular
al sur de Aranjuez, a una distancia máxima de 80 kilómetros
de la fábrica.
Por ejemplo, como dato de referencia, en la campaña de 1932-1933
se realizaron más de mil contratos con los cultivadores de esta
zona, la superficie finalmente cultivada fue de 1.232 hectáreas
y 95 áreas, por la que se obtuvo una cosecha de 48.540 toneladas
de remolacha. En las tareas de molienda trabajaron diariamente 378 obreros.
Con el paso de los años, la remolacha cultivada en las tierras
del entorno de Aranjuez, explotadas en su mayoría por jornaleros
y arrendatarios en las propiedades de Patrimonio, fue perdiendo importancia
aunque su cosecha no desapareció por completo mientras la azucarera
estuvo funcionando. A partir de los años cincuenta se hizo manifiesto
el agotamiento de esta área tradicional del regadío que
la Dirección de la fábrica sustituyó ampliando su
espacio de influencia geográfica y contratando remolacha en las
provincias de Ciudad Real y Albacete, además de Madrid, Toledo
y Cuenca.
PANORÁMICA DE LA AZUCARERA CON LOS SILOS EN PRIMER
PLANO (1998)
La fabricación industrial del azúcar tiene
por objeto la extracción de la sacarosa de la remolacha a partir
de un proceso de cocción, depuración y fermentado continuado.
Tradicionalmente, este proceso de transformación agroindustrial se concentra a lo largo de los tres meses que dura la Campaña (zafra
o molienda), de noviembre a febrero aproximadamente. El resto del año
se dedica a los trabajos de reparación, limpieza y mantenimiento
de las instalaciones.
El proceso productivo se iniciaba con la recepción de la materia
prima en el recinto fabril. Descoronada y limpia de hojas, la remolacha
llegaba a la fábrica y después de pesada (en la báscula
de entrada) era descargada en unos silos o depósitos rectangulares
de ochenta metros de largo por seis de ancho, dotados en su base de un
canal hidráulico que facilitaba el transporte de las raíces
hasta la sección del lavado. Lavada y sin tierra, la remolacha
subía por medio de una noria a los molinos de picado o corta-raíces
donde era triturada y reducida a tiras alargadas de muy poca sección
que formaban una masa esponjosa llamada coseta.
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A partir de aquí, comenzaba
el proceso de cocción, la cosecha era enviada a los
difusores,
unos depósitos de fundición de metro y medio de diámetro,
donde hervía con agua a altas temperaturas permitiendo extraer
el azúcar contenido en el interior de las células
de la remolacha. Exprimido al máximo el jugo (virgen) sacado
del primer difusor, pasaba secuencialmente por los demás difusores
hasta llegar al último, que contenía la remolacha recién
cortada y más rica en azúcar. |
En la difusión se obtenían dos productos,
por un lado, un jugo concentrado que pasaba a los depósitos medidores
para continuar el ciclo productivo y, por otro lado, se obtenía
la pulpa, un subproducto aprovechado para fabricar piensos (deshidratado)
para animales y que se envasaba en sacos en un almacén colindante.
El jugo extraído seguía el curso principal de fabricación
que, a partir de ese momento, entraba en un proceso químico, destinado
a intensificar la depuración y fermentación del producto.
La siguiente operación del encalado eliminaba sus impurezas a partir
del empleo de cal viva obtenida en el horno de la propia fábrica
con piedra caliza de las canteras próximas de Colmenar de Oreja.
Después, el jugo pasaba por unas prensas que lo filtraban y aislaban
de cal para entrar directamente en un proceso de carbonatación
que lo depuraba mediante la acción del gas del carbón y
de sucesivas filtraciones.
Una vez depurado, el jugo era sometido a un proceso para evaporar el agua
contenida hasta conseguir la máxima concentración, convirtiendo
el producto en un líquido todavía más denso llamado
jarabe. Para obtener el azúcar cristalizado, el jarabe se concentraba
en unos aparatos, similares a los evaporadores, llamados tachas, donde
terminaba adoptando la forma de masa pastosa conocida como masa cocida.
A continuación, ésta era vertida y agitada en unos depósitos
de fondo semicilíndrico (malaxadores) provistos de un eje central
rotatorio acompañado de paletas. Para eliminar el líquido
que acompañaba a la masa cocida (miel pobre) se empleaba la fuerza
centrífuga, utilizando unos aparatos centrifugadores o turbinas
que girando a gran velocidad conseguían separar la miel pobre de
los cristales.
Con todo ello, se conseguía separar el grano y canalizar la melaza,
otro importante subproducto que se reservaba en unos depósitos
aparte dispuestos para su venta. Esta se empleaba corrientemente para
la elaboración de alcohol industrial, levadura, etc. Para desprender
totalmente la miel pobre, se procedía, dentro de las misma centrífuga,
al lavado de los cristales con agua y vapor, lo que producía un
nuevo líquido llamado miel rica. En esta operación se obtenía,
finalmente, el azúcar de primera calidad o comercial.
El trabajo de la Campaña
Este complejo proceso requería el empleo de numerosos
obreros repartidos a lo largo de las diferentes operaciones necesarias
desde que la remolacha era pesada en la báscula de la fábrica
hasta el momento en que el azúcar caía por la tolva de los
secaderos a los sacos que la envasaban para la venta.
El verdadero motor (humano) que hacía posible la puesta en funcionamiento
de la Azucarera era la llegada de centenares de obreros temporales que
se reunían para trabajar en la cita anual de la molienda. Así,
cada año eran reclutados obreros especializados que cubrían
los puestos de encargados, ayudantes, cocedores y vigilantes de los distintos
departamentos de la fábrica: calderas, difusión, prensas
pulpa, encalado, carbonatación, etc. Al mismo tiempo, los trabajos
de mantenimiento técnico se abrían a una cantera de profesionales
y obreros de oficio que agrupaban, entre otros, a torneros, ajustadores,
caldereros, forjadores, fundidores, albañiles, maquinistas, carpinteros
y pintores. La oferta de empleo durante la Campaña, se ampliaba
a decenas de aprendices y peones, puestos de apoyo de fabricación
y del taller de reparaciones que, por sus escasos requerimientos de cualificación,
eran desempeñados por jornaleros del campo de los pueblos del entorno.
La Campaña obligaba a trabajar día y noche, no se paraba
ni domingos, ni festivos, las grandes calderas de vapor no dejaban de
funcionar ni un minuto y a su compás transcurrieron, en los primeros
años, jornadas que sobrepasaban las 14 horas diarias. Este intenso
flujo productivo imponía a los obreros un duro ritmo de trabajo;
una verdadera carrera contra reloj que, para muchos, se traducía
en largas jornadas de trabajo a cambio de modestos, pero seguros, jornales
y la garantía de un invierno caliente.
Durante décadas, fueron muchos los trabajadores y las familias
cuyas economías dependieron en buena parte de las campañas
temporales de esta Fábrica que, en nuestros días, el abandono
y la desidia amenazan con hacerla desaparecer del paisaje de Aranjuez.
TRABAJADORES DEL TALLER DE REPARACIONES DE LA AZUCARERA
DE LA POVEDA -ARGANDA DEL REY-
AÑOS 1950 (PROPIEDAD DE JOSÉ Mª AGUADO) |
JUBILADO DE LA AZUCARERA DE ARANJUEZ JUNTO A UNO
DE LOS HORNOS REFRACTARIOS (1998) |
Para saber más
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