PATRIMONIO  RUTAS  JARDINES > El Parque Juan Carlos I
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El Parque Juan Carlos I forma parte de una amplia operación urbanística, emprendida en el área noreste de Madrid, conocida como "Campo de las Naciones". El área ajardinada abarca la mitad del espacio afectado, lo que supone doscientas veinte hectáreas, en las que se integran las 21 hectáreas del viejo Olivar de la Hinojosa, la única agrupación arbórea existente antes de iniciarse las obras de acondicionamiento. Los olivos (Olea europea L.) marcan y definen este singular espacio, inaugurado por los Reyes de España el 7 de mayo de 1992.

El Parque presenta una ordenación generada en torno a un anillo, perceptible en vista aérea, lo que resulta una práctica relativamente frecuente, dada su proximidad al aeropuerto de Madrid-Barajas. Esta estructura simbólica de círculo se manifiesta en la propia construcción de los paseos que lo recorren.

Vista aérea

Boceto vista aérea

El acceso al Parque se realiza a través de un pórtico de acero de amplias dimensiones, situado sobre el puente que atraviesa un canal de agua; tras él se extiende la "plaza del recibimiento", donde encuentran acomodo las esculturas de Jorge du Bon. El camino se nos abre hacia un puente sobre el canal que da paso, tras una escultura de Dani Karavan, al amplio paseo del bulevar central que atraviesa, diametralmente, el anillo del parque. En la confluencia entre el anillo central y este bulevar fue instalada, en 1994, la escultura "Dedos", obra del chileno Mario Irarrazacal.


Plaza central sobre la ría


Esculturas de M. Warren

El bulevar, en cuya parte central se ubican unos juegos para niños ordenados por edades, desemboca en la "plaza central", una estructura elevada sobre la ría, que cumple las veces de mirador; al otro extremo de la ría se extiende el Olivar de la Hinojosa, integrado en el parque y en el que se sitúan las esculturas de Michael Warren. Al olivar puede accederse a través de unas pasarelas metálicas que cruzan las rías, algo más al norte de la plaza central; en esta otra orilla quedan, interpoladas entre el olivar, algunas de las pirámides artificiales que dan volumen al Parque; en la cima de una de ellas, ya fuera del anillo circular definidor del Parque y tapizada por hiedra (Hedera helix L.), se aprecia, acompañada de tres cipreses, la escultura de Buckichi Inoue, "My sky hole", sobre cuya pulida superficie semiesférica y metálica se refleja el cielo.

 

Tras cruzar la ría nos encontramos a la altura del "paseo de la primavera", pues el anillo contenedor del Parque queda dividido en cuatro segmentos, cada uno de ellos con su forma, árboles y pavimento característicos, con los que se evoca al ciclo anual de las estaciones. El "paseo de la primavera" nace en la "plaza del este", un espacio cuadrado, marcado por un pórtico de hormigón blanco y una columna; los árboles predominantes en el sector son todos caducifolios y de espectacular floración primaveral, entre ellos: árboles del paraíso (Elaeagnus angustifolia L.), cerezos japoneses (Prunus japonica Thunberg), fresnos de flor (Fraxinus ornus L.) y castaños de Indias (Aesculus hippocastanum L.). El "paseo de la primavera" termina en un lago, salvable para el caminante a través de un puente con soportes cilíndricos, y en cuyo seno permanece una isla, con algunos olivos (Olea europaea L.) que enmarcan la escultura de Paul van Hoeydonck.

Tras atravesar el lago nos adentramos en el "paseo del verano", aquí -en orientación sur- se han plantado tilos (Tilia platyphyllos Scop.), acacias japonesas (Sophora japonica L.) y arces (Acer pseudoplatanus L.), hacia el norte triunfan los pinos piñoneros (Pinus pinea L.) y, dando un toque de color en primavera, las flores intensamente rosas del árbol de Júpiter (Lagerstroemeria indica L.). Hacia el interior del anillo se divisa una pirámide cubierta de juníperos rastreros, sobre la cual se ubica "Espacio México", obra de los mexicanos Andrés Casillas de Alba y Margarita García Cornejo, cuyo círculo rojo se enseñorea sobre todo el terreno. Caminando por el "paseo del verano" alcanzamos la "plaza del recibimiento", al cruzarla nos adentramos en el "paseo del otoño".


"Pasaje azul", obra de A.C. Arghira

Es éste, el del otoño, un paseo amplio, interrumpido por algunas plazas y puertas, en él se ubica una impresionante escultura de Carlos Cruz Díez, situada en el cruce con el "paseo de los recintos", quizás una de las zonas más transitadas. Siguiendo en nuestro discurrir hacia el norte por este paseo, nuestra vista tropezará fuera del anillo - con dos pirámides artificiales, sobre una de las cuales se asienta la escultura de José Miguel Utande; más allá se divisa el campo de golf, también integrado en esta actuación urbanística. Nos encontramos sobre el "estanque norte", en él se asienta una sucesión de columnas y un géiser artificial que alcanza los 40 metros de altura; algo más allá, sobre la península verde que supone el fin del lago, nos sorprende la escultura "Pasaje azul", del rumano Alexandru C. Arghira. Por el camino hemos visto algunos robles rojos (Quercus rubra L.) gingos (Ginkgo biloba L.) y estoraques (Liquidambar orientale Miller); en el borde del estanque crecen álamos blancos (Populus alba L.) y, hacia el norte, cedros (Cedrus atlantica (Endl.) Carrière).

El "paseo del invierno" es el más estrecho de todo el camino anular, gran parte de él discurre en estructuras elevadas sobre el agua de la ría, en cuyos márgenes, en especial en los orientados hacia el sur, crecen fresnos de flor (Fraxinus ornus L.) y abedules (Betula pubescens Ehrh.). Una pared de coníferas sirve a la vez como protección y como elemento delimitador del Parque.

En el cuadrante noreste del anillo conformador del Parque, entre la ría y el olivar, se ubica un espacio ajardinado con especial valor simbólico, es el Jardín de las Tres Culturas; tres espacios cuadrados en los que se recrean el pensamiento judío, cristiano e islámico. Al jardín se accede a través de una pequeña plaza circular donde tres cipreses acompañan a un monolito con textos de fray Luis de León, Sholomo ibn Gabirol y al-Maqqari; una pasarela nos une al "paraíso", un espacio dominado por una escultura de hormigón, acero y madera, símbolo del "árbol de la vida", y distribuidor de acceso a los tres jardines, bajo la superficie de la plataforma que constituye este espacio surgen cuatro chorros de agua que conforman otras tantas acequias, en rememoración de los ríos del Edén; la vegetación de palmáceas refuerza la idea de oasis.

El camino de nuestra izquierda nos conduce al "vergel de los granados", el jardín judío; una muralla destruida separa una zona desértica -construida con arenas, rocas y palmeras- del interior de una ciudad-jardín, en cuyo suelo queda simbólicamente dibujado el escudo de David, de una masa rocosa central brota una fuente cuya agua, desplegada como un caracol, riega todo el espacio, hasta conformar un estanque en el que, a modo de islas, quedan algunos pies de olivos (Olea europaea L.). La vegetación queda formada por granados (Punica granatum L.), higueras (Ficus carica L.), cipreses (Cupressus sempervirens L.), almendros (Prunus amigdalis L.) y otras plantas de presencia veto-testamentaria.

Unas escaleras nos descienden desde el centro del "paraíso" hasta la "estancia de las delicias", el jardín islámico; en él el agua adquiere un especial protagonismo, símbolo de la propia vida; cuatro minaretes de ladrillo delimitan el espacio, cuyo elemento central es una superficie de ladrillo y azulejos, con forma de estrella de ocho puntas, sobre la que se dispone un pabellón, en cuyo centro se sitúa una fuente de mármol; la vegetación es un canto a los sentidos: naranjos (Citrus aurantium L.), cipreses (Cupressus sempervirens L.), árboles del amor (Cercis siliquastrum L.), jazmines y rosas se sitúan en un jardín hundido, de forma que el paseante tenga, al alcance de su vista y olfato, los goces de sus flores.

El camino de la derecha del "paraíso" nos lleva hasta el "claustro de las cantigas", el jardín cristiano; la entrada queda señalada con una puerta simbólica sobre la que se alza una campana; se da así acceso a un espacio cuadrado, en cuyo centro se dispone un templete de inspiración medieval, bordeado de cuatro estanques. Todo el cuadrado queda flanqueado de columnas pétreas que encuentran su par vegetal en los fresnos de flor (Fraxinus ornus L.), se transmite así la imagen de un claustro. En la vegetación, organizada en cuadrantes, predominan las plantas olorosas, espliegos (Lavandula latifolia Medik.) y romeros (Rosmarinus officinalis L.), en el centro de los cuadrantes se disponen manzanos (Malus domestica Borhk.); en los caminos que comunican con el templete central crecen lirios.

El agua es otro elemento definidor del Parque, asoma por doquier, tanto en los jardines como en fuentes, cortinas, pulverizaciones o en forma de géiser; la ría que recorre el Parque es navegable, un catamarán permite disfrutar de un paseo fluvial.

Todo el Parque Juan Carlos I es un magnífico contenedor de arte contemporáneo, fuertemente influido de las concepciones del arte abstracto. Los directores del proyecto, Emilio Esteras y José Luis Esteban, lo presentan como "un intento de llevar a cabo un nuevo lenguaje y una nueva lectura del espacio público, de las zonas verdes y del paisajismo, que integre de una manera armónica lo vegetal y lo mineral, la obra civil y la jardinería, el agua y la piedra…" En definitiva un nuevo espacio para sentir nuevas sensaciones. Una mirada al futuro.

 

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