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El Real Jardín Botánico se fundó en 1755, durante el reinado de Fernando VI, como una institución nueva, de tintes reformadores, vinculada a la enseñanza de una disciplina eminentemente práctica: la Botánica. Su gestación debe contemplarse dentro de la política borbónica, preocupada por la creación en nuestro país de establecimientos técnicos y científicos al modo de la Europa ilustrada. Su primera ubicación fue el Soto de Migas Calientes, mas pronto habría de trasladarse al nuevo Paseo del Prado, formando parte del entramado científico creado en el nuevo eje madrileño de la ciencia.
A mediados del siglo XIX, bajo la dirección de Mariano de la Paz Graells (1809-1898), se modificó el nivel superior del Jardín, el "Plano de la Flor", alterándose su trazado, hasta entonces organizado en cuadros, como el resto del Real Jardín. De estas fechas data el estanque central y el busto de Carlos Linneo que lo preside, también de estos años es la "estufa de las palmas" y la instalación, en el paseo alto, de las cuatro estatuas en las que se representan a los botánicos José Quer (1695-1764), Simón de Rojas Clemente (1777-1827), Mariano Lagasca (1776-1839) y Antonio José Cavanilles (1745-1804), todos ellos vinculados a la historia de este establecimiento científico. El edificio de investigación, con entrada propia desde la calle de Claudio Moyano, fue construido en los años sesenta del pasado siglo XX; de los años noventa data el actual invernadero de exhibición. El Real Jardín goza de la calificación de jardín artístico desde octubre de 1942. La actual estructura del Real Jardín, recuperada tras las restauraciones iniciadas en 1978, mantiene, en sus dos terrazas inferiores, la organización neoclásica con la que fue concebido en sus inicios: el rectángulo que configura cada una de estas terrazas queda simétricamente dividido en cuadrados de diez pies de lado, en cuyo centro se inserta un fontín de piedra berroqueña del que mana agua; las plantas se disponen en arrietes, dentro de estos cuarteles, quedando enmarcadas por un seto de boj (Buxus sempervirens L.). La terraza superior mantiene la ordenación romántica que recibió a mediados del XIX, la simetría que predomina en los planos inferiores se ve aquí sustituida por espacios donde los árboles se apoderan del entorno, venciendo el rígido academicismo de las terrazas inferiores. La entrada al Real Jardín se realiza por la "Puerta de Murillo", que se abre a la plaza de igual nombre, diseñada por Juan de Villanueva e inaugurada en septiembre de 1789; la "Puerta del Rey" queda reservada para el acceso exclusivo de la Familia Real.
La entrada nos enfrenta con el "Paseo de Quer", central del nivel inferior o "Terraza de los Cuadros"; en dieciséis cuarteles se exponen las plantas aromáticas y ornamentales: flores de temporada, plantas medicinales, especies protegidas, plantas de huerta y otras de usos industriales completan ese espacio; en los cuadros 7 a 10 se muestra la colección de rosas, una de las joyas vivas del Real Jardín y, en los límites del paseo, lindando ya con la cuesta de Claudio Moyano, una rocalla de granito sirve de acomodo a las plantas rupícolas. Entre esta terraza baja y la terraza media corre el "Paseo de Gómez Ortega", construido en dos niveles, separados por una línea de sillería granítica y delimitado por un seto de mirto (Myrtus communis L.) recortado; en el que quedan situadas las cuatro estatuas de los botánicos españoles a las que antes nos referimos.
En los laterales de esta terraza, y aún por detrás del "Pabellón Villanueva", hoy dedicado a exposiciones temporales, corre un emparrado, construido bajo la dirección de S.R. Clemente en 1820, donde se muestra una colección de vides. Entre los árboles y arbustos más llamativos de este "Plano de la Flor" figuran los árboles de Júpiter (Lagerstroemia indica L.), cedros del Líbano (Cedrus libani A. Richard), parasol de la China (Firmiana simplex W.F. Wight), pacana (Carya illinoensis C. Koch) y, entre otros muchos, una palma canaria (Phoenix canariensis Hort.), centrada frente a la puerta principal del "Pabellón Villanueva", quizás el árbol más fotografiado de todo el Real Jardín por su estética ubicación. El Real Jardín cuenta con cuatro invernaderos; uno, anejo al edificio de investigación, construido en 1987, queda destinado a los fines propios del edificio; los otros tres se sitúan en el lado norte. El más antiguo, la "estufa de las palmas", fue construido en 1852 y muestra una colección de plantas tropicales. Junto a él se sitúa el moderno "invernadero de exhibición", concluido en 1993; en donde se recrean tres ambientes: tropical húmedo, subtropical y tropical seco, permitiendo así reconstruir el hábitat adecuado para plantas de procedencia africana, asiática y, especialmente, sudamericanas, de las que el Real Jardín tiene una magnífica colección; la energía que permite el mantenimiento de estas condiciones es de origen solar. Por último, en el plano de la terraza de las "Escuelas Botánicas", queda el "invernadero del jardincillo", dedicado a la multiplicación, levantado en 1976.
El Real Jardín es un museo vivo, un remanso de tranquilidad en el centro de la Ciudad y el último testimonio de lo que fuera la egregia Colina de la Ciencia pergeñada por los españoles ilustrados.
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