PATRIMONIO  RUTAS  JARDINES > Los Jardines del Monasterio de San Lorenzo (El Escorial)
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La construcción del Monasterio de San Lorenzo responde a una idea personal de Felipe II, deseoso de erigir un Panteón Real, donde tuvieran reposo eterno sus padres, él mismo y su familia, y sus descendientes cuyas sienes ciñeran la Corona hispana. Para asegurar el eterno descanso de la Real Familia quiso que el panteón quedara integrado en un monasterio, encomendó su custodia a una Orden netamente española, los Jerónimos, la misma de la que su padre, el viejo Emperador, quiso acompañarse en su retiro de Yuste. Al monasterio quedaría adosado un palacio de descanso, lugar idóneo para el retiro y la meditación; éste sería el lugar elegido por Felipe II para encontrase con la muerte, el 13 de septiembre de 1598.


Monasterio y jardines

El monasterio quedó bajo la advocación de San Lorenzo, en conmemoración de la derrota infringida por las tropas españolas a las francesas en la batalla por la plaza de San Quintín, el 10 de agosto de 1557. Las obras comenzaron en la primavera de 1563 y se dieron por concluidas en el otoño de 1584. Su dirección corrió a cargo de Juan Bautista de Toledo hasta que, muerto éste en 1567, fueron continuadas por Juan de Herrera, quien impuso a todo el conjunto su impronta personal, el estilo herreriano de construir y de contemplar la vida.

A Juan de Herrera (1530-1597) se debe el primitivo diseño del "Patio de los Evangelistas", el único lugar ajardinado en el interior del monasterio, integrado en el claustro bajo y a medio camino entre la sencillez conventual y el ornato palaciego. Se trata de un patio de planta cuadrada, cerrado por sus cuatro costados mediante fachadas con dos pisos de arquerías coronados por una balaustrada. La distribución de las plantas en su interior debía presentar un diseño irregular, desaparecido en el incendio de 1671; es probable que su primera ornamentación vegetal estuviera formada por mirtos y arrayanes. La estructura que hoy contemplamos es la realizada en 1717, con setos recortados de boj (Buxus sempervirens L.) como vegetal predominante; el espacio se ordena a la manera renacentista, organizado en dieciséis cuadros; tres cuajados de plantas frente a cada una de las fachadas del patio y los cuatro centrales, como contenedores de agua, rodeando un templete octogonal.


Patio de los Evangelistas

El templete que preside el patio es de estilo dórico, al igual que las columnas de la planta baja del claustro, cubierto por una cúpula; el exterior del templete es de granito, como el resto de la edificación, pero su interior quedó revestido de mármoles; en los lados mayores del octógono se abren sus correspondientes arcos, los menores quedan ocupados por los nichos donde se contienen las estatuas, de tamaño mayor que el humano real (ca. 2 metros de altura), de los cuatro evangelistas que dan nombre al espacio, precedidos de sus correspondientes símbolos (Mateo / ángel, Marcos / león, Lucas / toro y Juan / águila), cada uno de ellos porta en sus manos un libro abierto y, escrito en él, un texto de su respectivo evangelio en el idioma en que originalmente fuera escrito (Mateo en hebreo, Marcos en latín, Lucas en griego y Juan en siriaco); todo el conjunto escultórico, realizado en mármol blanco de Génova, se debe al cincel de Juan Bautista Monegro († 1621).

El "Patio de los Evangelistas" da réplica al "Patio de los Reyes", situados ambos a los lados de la basílica. Mientras el de los Reyes queda concebido como gran pórtico de entrada, propio para recepciones públicas y solemnes, éste de los Evangelistas invita más a la reflexión individual, a la intimidad, a la reposada meditación sobre los textos evangélicos que portan las figuras; colabora a ello lo equilibrado de sus formas y la armonía de sus arquerías. El "Patio de los Evangelistas" es un canto a la geometría, a la proporción, la definición misma de la estética herreriana, tan cara al mundo renacentista; en definitiva, una búsqueda del sentido de la eternidad a través de la percepción del equilibrio de las formas.

 

Jardines exteriores

 

Los jardines exteriores se disponen, formando escuadra, en los fondos oriental y meridional del edificio, donde quedan protegidos de los vientos dominantes y gozan de una mayor exposición a los rayos solares. En su conjunto se distinguen tres espacios diferenciados: el "Jardín de los Frailes", el "Jardín del Rey" y el "Jardín del Prior"; estos espacios ajardinados se unen a la huerta y tienen su libre continuación en el campo que rodea al propio Monasterio. Su traza original se debe a fray Marcos de Cardona, un monje jerónimo, profeso de la Murta de Barcelona, que ya había servido al emperador Carlos en su retiro de Yuste con el oficio de jardinero; su actividad en el cuidado y plantación de los jardines escurialense data de 1563. La ordenación creada por M. Cardona sufrió sustanciales modificaciones tras las reformas del comienzo del siglo XVIII; es posible que, en sus inicios, fueran jardines de flor, hoy los contemplamos cubiertos de setos de boj. No obstante, sí parece mantenerse la organización inicial del espacio, ordenándose la vegetación al modo renacentista, formando composiciones en cuadros que, agrupados a su vez en grupos de cuatro, mantienen un surtidor en su centro, hasta crear una docena de unidades parejas. Los jardines del Real Monasterio fueron declarados con valor histórico-artístico por Decreto de 3 de junio de 1931.

El "Jardín de los Frailes", también conocido como "jardín alto" se ubica frente a la fachada de mediodía, hoy preside el espacio una estatua de Felipe II contemplando el paisaje del amplio valle que se abre a sus pies. Un pretil de granito actúa de separador de éste con el "jardín bajo" y unos juegos de escaleras, del mismo material, salvan los desniveles del terreno; en el muro de contención se insertan nichos donde pudieron tener acomodo algunos pies de frutales precisados de especiales condiciones microclimáticas, quizás naranjos. Integrado en este espacio queda una gran alberca, depósito de agua para el riego de la huerta, construida con diseño de Francisco de Mora (ca. 1560-1610), donde se refleja la edificación; poblada de carpas y ciprínidos, está bordeada por una balaustrada. Junto a este "jardín bajo" se disponía la huerta, destinada tanto a servir para las necesidades del monasterio como a la casa-palacio a él aneja. El jardín fue replantado, sobre tierra nueva, en 1963, con motivo de las obras de restauración y conservación emprendidas al cumplirse el IV centenario de la construcción del Monasterio.

Los "Jardines del Rey" y los "Jardines del Prior" tienen un carácter más íntimo, pensados para un uso privado, cuentan con sendas terrazas en su nivel inferior, desde la que se permite contemplar la naturaleza en la que se encuadra el Monasterio. Hoy los setos de boj se enseñorean del espacio dotándolos de una severidad que no debió tener en sus primeros tiempos, entonces las flores –en especial las rosas, de las que tanto gustó Felipe II- debieron menudear junto a otras plantas aromáticas y de flor, dotando a estas estancias de una estética de la que hoy se ven privadas.

Fray Marcos de Cardona se ocupó, también, del cuidado y plantación de unos jardines próximos al Monasterio, conocidos como "La Fresneda"; una donación realizada en tiempos de Felipe II, situada a un kilómetro del complejo monástico-palatino. Una finca de recreo en la que aún quedan restos de las obras de ajardinamiento realizadas, al menos dos grandes estanques surtían de agua a la propiedad en la que se quiso conservar la propia belleza natural de la Sierra del Guadarrama, apenas alterada por las plantaciones de aromáticas y plantas de flor de las que tanto gustó el Monarca.

Los jardines del Monasterio de San Lorenzo, como todo el complejo arquitectónico del que forman parte, fueron concebidos bajo la compleja misión de servir como lugar de descanso y meditación, a la vez que como disfrute de los sentidos, tanto para el Monarca y su Corte como para los monjes jerónimos, a cargo de quienes quedaba el cuidado de las necesidades espirituales y materiales de la fundación real. Hoy, quinientos años después, siguen cumpliendo el mismo cometido.

 

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