Ciencia y Cultura


AMOR PERDURABLE

 

Amor perdurable. McEwan,  Ian.

Traducción de Benito Gómez Ibáñez. Anagrama. Barcelona, 2000.

 
 
 
 

EL AUTOR

Pasa Ian McEwan (1948) por ser uno de los autores claves de la narrativa británica coetánea, tan brillante; recordemos los nombres de Martin Amis, Julian Barnes o Hari Kunzru. En su haber figuran títulos de tanta resonancia como "El inocente", "Los perros negros" o "Ámsterdam". Anagrama ha traducido prácticamente toda su obra. Elegante, sutil muy bien informado, las novelas de McEwan son, o suelen serlo, un prodigio de precisión y, a la vez, de ambigüedad, por más que pueda parecer paradójico.

 
 

RESUMEN ARGUMENTAL

"Amor perdurable" ("Enduring Love") es una expresión aguda de esta ambigüedad: el accidente sufrido por un globo aerostático determina en el personaje central un complejo de culpa por no haber hecho cuanto estaba a su alcance para evitar la muerte de un niño que iba en la barquilla del globo y que, al fin, no murió, pero sí lo hizo otra persona. A la vez comparece en la acción un tipo perturbado, un erotómano y a la vez fanático religioso, que se enamora del protagonista, lo acosa y le escribe apasionadas cartas de amor y religiosidad. Joe, protagonista y narrador, sin ninguna duda respecto de su condición, ve cómo el perturbado pone en riesgo su feliz matrimonio con una profesora de literatura, al tiempo que, científico dedicado a escribir artículos de divulgación, reflexiona de continuo sobre lo acontecido sirviéndose a tal efecto de teorías darvinistas, físicas, basadas en el carbono 14, en el ADN, utilizando, en fin, cuanto puede utilizar. Joe se interesa asimismo por la suerte de la familia del desaparecido en el accidente del globo...

 
 

VALORACIÓN

El resultado es un híbrido de reflexión existencial y de patología, que no siempre resulta convincente. No lo es ni la continua apelación del protagonista a los diferentes discursos científicos, ni la combinación de las dos voces que concurren en el texto: la narrativa y la epistolar. La figura del fanático enamorado resulta poco verosímil, por más que el autor inserte una suficiente bibliografía sobre las patologías de esta índole. McEwan quiere ser humorístico, pero es más que nada cómico. Hay además subtramas poco justificables, como la de los celos "post mortem" de la viuda de la víctima del accidente, cuya inserción en la trama no siempre resulta justificada. En suma, las especulaciones científicas son en general bastante gratuitas. Y el tipo científicamente observable, resulta al cabo un personaje pintoresco. Lo que no obsta contra la brillantez de la prosa, la desenvoltura estilística y narrativa del avezado autor, su dominio de la materia narrada. Pero McEwan, que es un escritor de genio, ha querido ser ingenioso esta vez, y el ingenio, ya se sabe, divierte un poco pero no profundiza demasiado. Sea dicho todo esto con el respeto que merece la talla del autor, una de las figuras insoslayables de la actual literatura europea.