Fecha
Autor
Calvo Roy, Antonio. Ediciones 94/Diputación Provincial de Zaragoza/Ayuntamiento de Zuera. ISBN 978-84-88921-74-1; 277 páginas.

Odón de Buen: Toda una vida

UN MAGNÍFICO ENSAYO HISTÓRICO DEL FUNDADOR DEL INSTITUTO ESPAÑOL DE OCEANOGRAFÍA<br> Reseña realizada por Javier Puerto<br> Catedrático UCM<br>De la Real Academia de la Historia. De la Real Academia Nacional de Farmacia.

   La Historia de la Ciencia española es, todavía, una cuestión pendiente de la Cultura y la Historia en España. Aunque en la actualidad los científicos tienen una relativamente mayor presencia en los medios de comunicación, no se considera necesario, para ser una persona culta, el conocer qué científicos españoles descubrieron elementos químicos, o quiénes intervinieron en expediciones científicas en los siglos XVI y XVIII y mucho menos, cómo ha sido la práctica científica en España a lo largo de los siglos, de manera tal que aparece siempre como una actividad pendiente de un hilo y surgida de la nada institucional, como las setas tras las lluvias de Otoño.
    Los interesados en la Historia de la Ciencia española saben de lo falso de esa interpretación. Con mayores o menores medios, el Estado se ha ocupado siempre de la actividad científica. El gran fallo, en nuestro suelo, ha sido la discontinuidad en los esfuerzos y la falta de contacto entre las comunidades científicas y los financieros, con lo cual la revolución industrial o no se ha producido, o se ha hecho con mucho retraso o mediante importaciones tecnológicas masivas.
   En éste contexto social, en donde si se pregunta a un ciudadano medio por el nombre de un científico no contemporáneo acaso recordará a Santiago Ramón y Cajal, por su Premio Nobel y, en pocas ocasiones a Severo Ochoa, quien consiguió la misma condecoración para la Ciencia practicada en USA, no es de extrañar el olvido de Odón de Buen (Zuera, 1863-México, 1945), incrementado por el manto de silencio impuesto durante la Dictadura franquista a quienes habían perdido la contienda, agravado, en éste caso, por un cierto carácter demoníaco con el que el nacional-catolicismo quiso adornar a la figura del profesor.
   Es necesario aclarar, en cualquier lugar, que el silencio se agravó por su condición político religiosa, pero el desconocimiento pesa, en casi idéntica medida, sobre otros científicos destacados de su época, de ideología muy distinta.
   Don Odón fue un hombre de procedencia modesta, gran inteligencia y enorme esfuerzo, como otros de su generación o posteriores, tales como José Rodríguez Carracido o José Giral. Empeñado en el estudio de las Ciencias Naturales, en un país con una larga tradición en ese área, pero con tan escasa institucionalización y profesionalización de los expertos que, o eran nobles, o sacerdotes, o militares o boticarios; de Buen optó por la enseñanza universitaria. Catedrático en Barcelona empezó a tener problemas con la jerarquía religiosa por la defensa del darwinismo expuesta en sus textos, por sus opiniones librepensadoras y laicas, cercanas a la Escuela Moderna de Ferrer Guardia y a una cierta forma de anarquismo ideológico del que se apartó en sus componentes violentos. 
   Sus textos, en su totalidad, los incluyeron en el Índice y, a causa del Concordato con la Santa Sede, se le intentó apartar de la docencia, frente al apoyo de sus alumnos, en una situación que hoy parece chusca por el cambio de actitud de los elementos en conflicto, pero forma parte de la larga confrontación para obtener la libertad de cátedra en nuestro suelo y le valió a Don Odón una fama que luego le perseguiría, dramáticamente a él y a su familia, durante toda la vida.
   En Madrid fue el creador del Instituto Español de Oceanografía, cuyo precursor fue González Linares y en él, en su sección de Química marina, encontró trabajo José Giral cuando dejó su cátedra de Química Orgánica de Salamanca. Ese Instituto, con él al frente, alcanzó el máximo prestigio internacional y comenzó una serie de estudios científicos sobre el mar y su fauna que hoy serían altamente valorados, en su metodología, en la utilización de buques y tecnología científica, en sus resultados y en su proyección internacional.
   De Buen colaboró con la Dictadura de Primo de Rivera, de quien era amigo, desde la Dirección General de Pesca. Llegada la República, el antiguo republicano y masón vio como sus amigos y discípulos, entre ellos Giral, entonces Ministro de Marina, le mantuvieron al frente del Instituto pero encuadrado en la nueva Subsecretaria de Marina Mercante. Él es uno de los pocos republicanos que se atrevió a criticar los excesos en el amiguismo, nepotismo y ambiente clientelar existente en algunas de las reformas republicanas, aunque con prudencia y achacándolas a desconocimiento de sus amigos responsables.
   La guerra civil le cogió, ya jubilado, en Mallorca. Su fama de masón, republicano, laico o ateo, su fama sulfúrea, hizo que le encarcelaran durante un largo periodo de tiempo. Le salvó de males mayores su prestigio científico en España y en Europa y la intervención de sus amigos científicos del resto del mundo. Al final fue canjeado por la única hermana viva, que permanecía en territorio republicano, de José Antonio Primo de Rivera. El encargado de los canjes era el Ministro José Giral.
   La guerra, sin embargo, le pasó otra cuenta imposible de superar. Su hijo Sadi de Buen, médico y afiliado al PSOE, fue uno de los luchadores infatigables contra el paludismo, bajo la dirección de Gustavo Pittaluga. Él se encargó de introducir la Gambussia, un pez que se comía las larvas del mosquito Anopheles transmisor de la enfermedad, inaugurando así un método de control biológico de la misma, gracias al cual, entre otros, el paludismo hoy en España no es casi ni un recuerdo. Cuando se sufrió el golpe de Estado franquista, fue detenido en Córdoba y, al contrario que a su padre, los sublevados no respetaron su vida y lo fusilaron. Su asesinato resulta tan incomprensible, dentro de lo incomprensibles que lo son todos, como el de García Lorca y causó tanto revuelo y escándalo como el del poeta en la prensa internacional, aunque hoy en día es uno más de los muchísimos sucedidos. Similares a él fueron los de Muñoz Seca, a cargo de elementos republicanos y el terrible del Doctor Peset en Valencia, éste ya cuando las armas habían callado sus voces y pese a las peticiones de clemencia de la inmensa mayoría de las fuerzas políticas y sociales valencianas. Asesinatos que ejemplifican, por su visibilidad, la barbarie desatada contra personas no sólo inocentes, sino ejemplares, en uno y otro bando.   
Don Odón nunca se recuperó del golpe. Se exilió en Francia tras la guerra civil y, a la muerte de su esposa, le hubieron de trasladar a México, con los alemanes a punto de ocupar la zona de Vichy, otra vez Giral que ocupaba un puesto destacado en la JARE. Allí recibió su último homenaje, de la boca del mismo personaje y un recuerdo emocionado de la memoria de su hijo Sadi, falleciendo al poco tiempo.
   Odón era un buen científico, reconocido internacionalmente, un gran organizador científico y un hombre libre y liberal, de creencias políticas republicanas y militancia masónica. El Instituto Español de Oceanografía siguió y sigue funcionando con un alto grado de excelencia, pero su figura fue hurtada al conocimiento público hasta fechas recientes.
De su memoria se ocupó su pueblo natal de Zuera (Zaragoza) y algunos historiadores de la Ciencia.
   Antonio Calvo Roy, periodista científico, en la actualidad Presidente de la Asociación Española de Comunicación Científica, que se había adentrado con anterioridad por los caminos de la Historia de la Ciencia, nos presenta ahora un magnífico ensayo histórico en donde lo narrado a vuela pluma por mí se estudia en profundidad. Para ello ha tenido la suerte de contar con las conocidas memorias de Don Odón, pero lejos de contentarse con ellas ha efectuado una intensa investigación en la prensa de la época y en los archivos especializados, con lo cual nos ofrece un libro extenso, bien documentado y redactado, editado con esmero en la tipografía y en las ilustraciones, para el que ha contado con la ayuda de la Diputación de Zaragoza y del Ayuntamiento de Zuera.
   El mencionado libro viene a ocupar una importante laguna de la historiografía española, no sólo la científica, y le auguro y deseo un buen transcurrir en la vida intelectual y una gran difusión, por su fácil lectura, por lo interesante de la vida expuesta, por la intensidad en el trato del biografiado y porque el personaje merece ser conocido, respetado y admirado.

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