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Fuente
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Autor
Ángela Bernardo. Periodista científica

Reseña: Rosalind Franklin, mucho más que la fotografía 51

Rosalind Franklin fue una mujer de su tiempo, que hizo extraordinarias contribuciones para dilucidar, por ejemplo, la microestructura del carbón, esencial para determinar su clasificación y comportamiento y para mejorar las máscaras antigás

La doble hélice es, posiblemente, la imagen más icónica de la biología. A ella contribuyó de forma crucial una cristalógrafa británica, Rosalind Franklin, que todavía hoy representa la vivencia de muchas mujeres en la historia de la ciencia. Pese a su ingente labor, Rosalind Franklin fue también una de esas investigadoras invisibles y transparentes, cuyo trabajo pasó desapercibido para la opinión pública. Cuando la sociedad conoció la primera versión sobre el descubrimiento de la doble hélice del ADN se encontró con el retrato burlesco, cargado de estereotipos y prejuicios, que de ella hizo James Watson, ganador del Nobel de Medicina en 1962 junto a Francis Crick y Maurice Wilkins.

Fue precisamente este último el que enseñó a James Watson un elemento decisivo para el hallazgo de la estructura del ADN, que, a la larga, les sirvió para ganar el premio Nobel. Sin conocimiento ni autorización previa de Rosalind Franklin, Maurice Wilkins enseñó a su colega la famosa fotografía 51, obtenida por Raymond Gosling, estudiante al que supervisaba la investigadora. El descubrimiento de la doble hélice también se basó en los datos logrados en solitario por Rosalind Franklin entre 1951 y 1953. Sin embargo, en su famoso artículo publicado en la revista Nature, Watson y Crick se limitaron a agradecerle a Rosalind Franklin y Raymond Gosling su ayuda en una nota al pie, pese a que su contribución había resultado decisiva.

Desde entonces, el robo de la fotografía 51 ha acompañado el recuerdo de Rosalind Franklin, que falleció de forma prematura a causa de un cáncer. Pero la investigadora demostró una gran pericia experimental y una enorme capacidad de análisis de los datos que obtenía por difracción de rayos X. Lejos de ser una heroína, Rosalind Franklin fue una mujer de su tiempo, que hizo extraordinarias contribuciones para dilucidar, por ejemplo, la microestructura del carbón, esencial para determinar su clasificación y comportamiento y para mejorar las máscaras antigás. Además de sus aportaciones a la doble hélice del ADN, su trabajo también resultó esencial para desentrañar la estructura de algunos virus de gran interés.


Además de sus aportaciones a la doble hélice del ADN, su trabajo también resultó esencial para desentrañar la estructura de algunos virus de gran interés

Rosalind Franklin fue mucho más que la fotografía 51. Mª Jesús Santesmases, profesora de investigación en el CSIC, y Antonio Calvo Roy, periodista científico, desgranan la historia personal de la investigadora en la biografía publicada por Prisanoticias, dentro de su colección Mujeres en la historia. Su libro permite echar la vista atrás hacia las condiciones y las circunstancias en las que Rosalind Franklin construyó su carrera académica. La investigadora procedía de una familia activista, en la que algunos de sus miembros lucharon a favor del sufragio femenino. Incluso su segundo nombre, Elsie, puede parecernos hoy de actualidad, ya que lo heredó de su tía, que falleció por culpa de la gripe de 1918.

La obra de Mª Jesús Santesmases y Antonio Calvo Roy nos acerca una imagen diferente de la científica, que destacó desde muy temprana edad por su capacidad intelectual. Su libro también repasa la historia más personal e íntima de Rosalind Franklin. La biografía logra ir más allá de la heroína de la fotografía 51, aportando datos y anécdotas que reviven su ingente trabajo en el laboratorio, pero también su pasión por los viajes y por el alpinismo. Tras realizar su doctorado en la Universidad de Cambridge, donde publicó cinco artículos científicos –en tres de ellos, apareció como única autora-, Franklin hizo las maletas con dirección a París, animada por su amiga Adrienne Weill, discípula de Marie Curie. Allí se convirtió en una experta en la técnica de difracción de rayos X, que marcaría para siempre su carrera científica. 

La vida personal de Franklin, en especial su relación con la familia y sus allegados, es tal vez uno de los aspectos más desconocidos de una investigadora brillante. La biografía de Santesmases y Calvo Roy consigue recopilar su historia, donde se entremezclan viajes en coche con amigos por Europa con la asistencia a congresos científicos donde acudía a presentar sus resultados. Franklin fue una investigadora sobresaliente, cuyo recuerdo no puede quedar emborronado por la falsa imagen que dio James Watson en su libro La doble hélice ni por la mala relación que mantuvieron ella y Maurice Wilkins. Y ese quizás es el mayor logro del libro de Mª Jesús Santesmases y Antonio Calvo Roy, ya que consigue reflejar un retrato mucho más cercano y humano de una investigadora excepcional.

Sus logros científicos se vieron súbitamente interrumpidos por el cáncer que le diagnosticaron en 1956, del que falleció solo dos años después. Y es, quizás, en el relato final sobre la enfermedad donde vemos a una Rosalind Franklin más próxima que nunca. Si Santesmases y Calvo Roy consiguen recopilar de forma brillante su extraordinaria vida y carrera académica, la descripción sobre su resistencia al cáncer no se queda atrás. Así conseguimos sumergirnos con emoción en los días en los que Franklin decide contárselo a sus allegados y, pese a los dolores y las visitas al hospital, tratar de seguir con su vida. La lectura de su biografía también nos transmite el cabreo que Rosalind Franklin debió de sentir cuando escuchó el mal pronóstico de su médico, que le dijo que así tendría más tiempo para preparar su alma ante la muerte.

La ciencia, a la que había dedicado parte de su vida, no contaba entonces con armas suficientes para darle más tiempo. Aun así, los treinta y siete años de Rosalind Franklin estuvieron repletos de momentos felices y de un crecimiento personal donde la acompañaron su familia y amigos, junto a los compañeros de trabajo que la quisieron y la apreciaron. Sus contribuciones a la investigación, resumidas en treinta y siete publicaciones científicas, tuvieron una extraordinaria importancia. Y, sin duda, como narran Mª Jesús Santesmases y Antonio Calvo Roy en un libro imprescindible para conocer la historia de la biología, fueron más allá de la icónica fotografía 51.

 

Datos de la publicación:

María Jesús Santesmases y Antonio Calvo Roy.

Madrid. PRISA, 2019 - Colección Mujeres en la Historia, nº 23

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