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“Cada premio es un nuevo reconocimiento y nos llena de orgullo a todo el equipo”

Entrevista a Elena García Armada, premio Fermina Orduña a la Innovación Tecnológica 2021 por su trayectoria profesional

¿Puede presentarse con pocas palabras?

Soy Elena García Armada, investigadora científica del CSIC y presidenta de la empresa Marsi Bionics. Mis líneas de investigación han estado centradas desde el principio en mejorar la calidad de vida de las personas a través de la robótica y del biomimetismo. Y todo esto ha ido derivando al desarrollo de exoesqueletos para ayudar a caminar a personas afectadas por enfermedades neurológicas y con el foco en la pediatría.

Su capacidad innovadora le llevó a crear Atlas, el primer exoesqueleto pediátrico del mundo, diseñado para que niños aquejados por graves problemas de movilidad puedan levantarse de su silla de ruedas y caminar. ¿En qué consiste?

Atlas es un exoesqueleto. Es, pues, un robot que se acopla al cuerpo de una persona, en este caso de un niño que no puede caminar. El exoesqueleto suple la fuerza muscular que le falta. Debido a enfermedades neuromusculares se va perdiendo fuerza muscular y los exoesqueletos actúan como músculos artificiales que se acoplan al cuerpo con unas articulaciones que trabajan en paralelo a las del niño y que le permiten, por tanto, ponerse de pie y caminar.

Es una herramienta terapéutica, ya que para estos niños caminar es una forma de combatir muchos de los efectos secundarios de las enfermedades neuromusculares.

¿En que puede beneficiar el exoesqueleto biónico a estos niños y cómo evolucionará en un futuro? 

Lo primero que hace el exoesqueleto es empoderar al niño, que de repente adquiere la capacidad de caminar que no tenía, mejorando su autoestima. No solo están involucradas las piernas, sino también el tronco, los brazos y el cuello. Al final estamos trabajando de forma global en toda la sintomatología y mejorando y tonificando la musculatura de todos los grupos musculares del cuerpo. Esto tiene un impacto tremendo en la autoestima del niño al permitirle, por ejemplo, encestar un balón en una canasta o pasear un cochecito.

Nuestro trabajo se centra en grupos de pacientes con las mismas patologías. No nos hemos centrado en los niños por hacer un exoesqueleto más pequeño, sino porque tienen unas necesidades concretas. Se supone que con la misma tecnología podremos atajar enfermedades de origen neurológico también en adultos. Solo es cuestión de escalar el hardware. Así podemos trabajar en un escenario de ayuda asistencial, como un apoyo al envejecimiento activo.

¿Dónde está funcionando? ¿Se instalará en la Comunidad de Madrid?

El exoesqueleto llegó a su punto comercial el año pasado. En mayo de 2021 ya teníamos la aprobación por parte de la Agencia del Medicamento para su uso clínico comercial y desde entonces estamos haciendo demostraciones en todo el territorio nacional e incluso fuera de España. Ya lo han adquirido algunos centros privados de rehabilitación y ya hemos hablado con el gobierno de la Comunidad de Madrid para instalarlo en los principales hospitales.

Décadas de investigación, siete patentes y una empresa Marsi Bionics creada para comercializar la tecnología que puede devolver a los niños la capacidad de caminar. ¿Qué falta para que estos equipos pasen del laboratorio a la sociedad?

Te podría decir muchas cosas. Necesitamos convencer de que las nuevas tecnologías son una herramienta de apoyo a los profesionales para mejorar la calidad de vida de los pacientes, pero también para mejorar la calidad de su trabajo. Es importante que los profesionales del ámbito clínico vean cómo puede mejorar los tratamientos esta tecnología. También hay que considerar las necesidades que tienen empresas tecnológicas aplicadas al sector salud. Son empresas que necesitan un equipo multidisciplinar altamente cualificado y que desarrollan una tecnología complicada. Por eso necesitan inyecciones de capital que las hagan sostenibles.

¿Con qué ayudas económicas cuentas en estos momentos (europeas, nacionales, socios industriales, etc.)?

Nosotros hemos aprovechado absolutamente todo. Como te digo, estamos hablando de un proyecto intensivo en capital y, por tanto, nos hemos beneficiado de prácticamente la totalidad de las ayudas públicas, tanto nacionales como europeas. Hemos sido beneficiarios del famoso instrumento pyme, de las ayudas del CDTI y de las ayudas de Enisa. También hemos conseguido financiación alternativa, haciendo diferentes crowdfundings.

No siempre el trabajo de investigación puede transformar la realidad de una manera tan determinante. Poner en pie a niños afectados por estas enfermedades implica un desafío muy exigente para cualquier equipo de investigación y debe aportar enormes satisfacciones, pero también decepciones. 

Aparte de todo lo que hemos comentado, de la necesidad de apoyos que se puedan materializar realmente en facilitar todos los procesos. Eso ha sido un poco frustrante, sabiendo que teníamos entre las manos un proyecto con un potencial tremendo para mejorar la calidad de vida, en este caso de los niños, que estaba demostrado clínicamente y para el que había una demanda internacional. Cuesta entender que en una situación así sea tan difícil encontrar apoyos económicos para sacarlo adelante. Pero quizá lo que más ha costado es convencer a la comunidad clínica en general. Ahí hay una parte muy proactiva y que está dispuesta a ver hasta dónde pueden llegar las nuevas tecnologías, pero hay otra que es un poquito más reticente.


Necesitamos convencer de que las nuevas tecnologías son una herramienta de apoyo a los profesionales para mejorar la calidad de vida de los pacientes, pero también para mejorar la calidad de su trabajo.

Las posibilidades de la robótica en este campo parecen casi infinitas. ¿Cuáles cree que serán las próximas metas? ¿Qué le falta por inventar?

El tiempo lo dirá. Es difícil saber exactamente dónde vas a llegar porque la investigación es un proceso pasito a pasito. Tenemos muchísimo que desarrollar. Para eso es importante que la demanda aumente, ya que esto es un sistema complejo en el que confluyen muchos agentes diferentes. Ahora mismo nuestro objetivo es evolucionar esta tecnología, hacerla menos voluminosa, más efectiva, que consiga velocidades similares a las humanas. ¿Hasta dónde podemos llegar? Pues lo veremos, pasito a pasito.

Una terapia innovadora está permitiendo a lesionados medulares volver a a caminar con un implante de electrodos en la columna. ¿Cómo puede ayudar en este proceso su tecnología?

Creo que son cosas diferentes. Evidentemente apuntan a una misma causa, pero hay una sinergia total. Es decir, primero están los trabajos que tratan de resolver el problema concreto de la patología. En este caso estamos hablando de una lesión medular que se produce por un accidente, un traumatismo, que interrumpe la comunicación entre el cerebro y los músculos, y precisamente lo que hay que conseguir es reparar ese canal para que esa comunicación fluya. Una vez restablecido, la tecnología tiene que ayudar a esa persona a aprender a caminar de nuevo. Y de ese entrenamiento que se haga, de lo fiel que se reproduzca la marcha humana durante ese proceso de reaprendizaje, depende la recuperación funcional de ese paciente. Por eso resulta tan útil una tecnología como la de los exoesqueletos, que son robots que reproducen fielmente esa marcha y que, además, motivan tremendamente al paciente al poder integrarlo en sus actividades de la vida cotidiana.

En el caso de nuestras investigaciones, que se centran en enfermedades neurológicas, no son lesiones medulares sino afecciones de tipo genético, producidas por la mutación de un gen. Ahí también hay que hay que trabajar sobre la causa y la terapia génica es la más indicada. Pero, en este caso, también la sinergia con una tecnología que va a permitir la recuperación funcional, el entrenamiento e incluso la mejora de la masa muscular va a conseguir que el resultado sea óptimo.

¿Cómo avanza Madrid si la ciencia avanza en Madrid?

Yo creo que la ciencia es la base del progreso y a veces es difícil verlo porque la ciencia y la investigación requieren un largo plazo. Es difícil decir qué vas a tener dentro de 10 años, pero sin investigación, dentro de 10 años seguiremos estancados. Tenemos que progresar, y para eso la ciencia es el principal ingrediente.

Acaba de recibir el Premio Fermina Orduña de la Comunidad de Madrid. ¿Qué supone para usted este reconocimiento?

Es un tremendo orgullo. Evidentemente, cada premio es un nuevo reconocimiento y nos llena de orgullo a todo el equipo. Esto es algo que no he hecho yo sola. Tengo un magnífico equipo detrás, que es el que está día a día peleando y trabajando para que todo esto sea posible.

El Fermina Orduña es un premio de enorme relevancia a la innovación y, por un lado, me emociona que tenga nombre de mujer. Estamos viviendo un momento fabuloso en el que se empieza a reconocer el talento femenino y lo que las mujeres pueden contribuir al progreso de nuestra sociedad. Pero, por otro lado, quiero reconocérselo también a todo el equipo que tengo detrás y, por tanto, este es un premio para todo el equipo.

 

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