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La Flecha

Confirmado: El estrés llena el pelo de canas

Investigadores de la Universidad de Harvard han resuelto un enigma biológico: cómo el estrés provoca el encanecimiento del cabello

El estudio, realizado en roedores, desvela la relación entre el sistema nervioso y las células madre que regeneran el pigmento del folículo piloso.

Durante los ocho años de su mandato, el pelo de Barack Obama se llenó de canas. Y no es un ejemplo único. El imaginario popular está lleno de anécdotas que relacionan las experiencias estresantes con el encanecimiento acelerado del cabello, aunque hasta el momento no se conocía el mecanismo que lo explicaba.

Ahora, científicos de la Universidad de Harvard (EE UU) han descubierto exactamente cómo se produce este fenómeno: el estrés puede hacer que el pelo se vuelva gris al provocar el agotamiento de las células madre que forman los pigmentos en los folículos pilosos.

Anteriores estudios ya demostraron que la pérdida de pigmento en el cabello está mediada por el agotamiento de células madre de los melanocitos. En el nuevo trabajo, realizado en ratones, este efecto parece ser impulsado por la activación del sistema nervioso simpático –involucrado en las respuestas automáticas al peligro o estrés–.

“Esta es la primera vez que tenemos evidencia definitiva de la relación entre estrés y encanecimiento del cabello”, afirma a Sinc Ya-Chieh Hsu, profesora de la universidad americana y una de las autoras de la investigación publicada en Nature.

«Además, pudimos identificar cómo ocurre este proceso”, añade Hsu. “Queríamos entender cómo el estrés conduce a cambios en diversos tejidos, y la pigmentación del cabello es un sistema accesible y manejable para empezar”.

Así, los roedores que fueron expuestos al estrés físico o psicológico mostraron una reducción en el número de células madre de los melanocitos en cuestión de días, así como un encanecimiento del pelo más rápido.

Cómo el estrés influye en nuestro cuerpo

Los autores consideran que el estrés activa el sistema nervioso simpático, induciendo la liberación de un neurotransmisor –llamado noradrenalina– que hace que las células madre de los melanocitos, es decir las que dan color al cabello, se activen excesivamente.

De esta manera, todas las células madre se convierten en células productoras de pigmento, agotando prematuramente el reservorio. Los expertos demostraron que, al bloquear dicha proliferación, se evitaba la pérdida de células madre de los melanocitos y el encanecimiento del cabello en los ratones.

Antes de llegar a esta conclusión descartaron otras hipótesis, como que las canas fueran causadas por ataques inmunológicos u hormonas relacionadas con el estrés –cortisol–. “Cuando comenzamos, obviamente esperaba que el estrés fuera malo para el cuerpo”, subraya Hsu. “Pero su impacto negativo fue más allá de lo que imaginé”.

“Después de solo unos pocos días, todas las células madre encargadas de regenerar pigmentos se perdieron”, continúa la investigadora. “Y una vez que se han perdido, ya no se puede regenerar el pigmento. El daño es permanente”.

Entender cómo cambian nuestros tejidos bajo el estrés es el primer paso hacia una intervención terapéutica para detener o revertir su impacto

Los expertos ahora saben que las neuronas pueden controlar las células madre y su función, y cómo interactúan a nivel celular y molecular para vincular el estrés con el encanecimiento del cabello.

Optimizar el tratamiento

Los hallazgos pueden ayudar al conocimiento de los efectos del estrés en otras partes del cuerpo, lo que puede sentar las bases de futuros estudios que busquen modificar o bloquear sus efectos dañinos.

“Entender cómo cambian nuestros tejidos bajo el estrés es el primer paso hacia una intervención terapéutica para detener o revertir este impacto negativo”, indica Ya-Chieh Hsu.

Pero sobre si en un futuro estos hallazgos podrán optimizar la forma de tratar el estrés, la científica lo deja claro. “Todavía tenemos mucho que aprender. Acabamos de descubrir los mecanismos, lo cual es un primer paso importante para identificar un posible tratamiento. Sin embargo, por ahora no hay ninguna terapia segura y efectiva al respecto”, concluye.

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