Fecha
Fuente
El País
Autor
Nuño Domínguez

En busca de vida extraterrestre en las lunas de Júpiter

Dos responsables de la misión ‘Juno’ explican que los satélites jovianos son el lugar más probable para encontrar seres vivos más allá de la Tierra

Hace unos días, la sonda Juno de la NASA sobrevoló Ganímedes, la luna más grande del sistema solar, que orbita en torno a Júpiter y que tiene su propio campo magnético alimentado por un núcleo de metal fundido oculto bajo una capa de hielo permanente de más de 800 kilómetros de espesor. La sonda ha realizado el sobrevuelo más cercano de este gigante helado en los últimos 21 años y ha tomado algunas de las imágenes de mayor resolución que se hayan hecho de este satélite, incluida su cara oculta. Dos imágenes en blanco y negro retratan un mundo repleto de cráteres y profundas grietas bajo las que se esconde un océano de agua líquida probablemente atrapado entre dos gruesas capas de hielo. Este remoto y violento entorno de las lunas de Júpiter es probablemente el mejor lugar para encontrar vida extraterrestre en el sistema solar.

“Si tomamos las decisiones correctas es posible que podamos confirmar la existencia de vida en una de estas lunas en unos 20 años”, afirma Lucas Paganini, un ingeniero argentino nacido en Mendoza hace 41 años que es líder de exploración del sistema solar en el cuartel general de NASA y científico de programas de la misión Juno.

Hijo de un ingeniero mecánico y una especialista en psicología y educación, Paganini se define como un “chico de barrio de clase media”. Le empezó a interesar el estudio de compuestos químicos en la atmósfera terrestre mientras estudiaba Ingeniería de Telecomunicaciones en su país natal y después se especializó en el análisis de atmósferas de otros planetas.

Juno explora uno de los lugares más peligrosos de nuestro vecindario cósmico. Júpiter es el mayor planeta que orbita el Sol. Sus capas internas actúan como una descomunal dinamo que genera una enorme radiación de partículas cargadas que golpean constantemente la armadura de titanio de la nave. Paganini recuerda que el objetivo primario de la misión era centrarse en el estudio de Júpiter y sobrevolar por primera vez sus polos, donde ha fotografiado tormentas de más de 1.400 kilómetros de diámetro cuyo azote puede durar años, incluso siglos. Terminada su misión “oficial”, la Nasa ha aprobado una extensión de sus operaciones hasta septiembre 2025, si es que la veterana Juno es capaz de aguantar hasta entonces.

“Es muy interesante ver cómo esa radiación empieza a afectar a los instrumentos a bordo”, resalta Paganini. “Puede significar que perdamos algunos de ellos, pero es un conocimiento esencial para diseñar nuestras próximas misiones”, añade.

La nave tiene previsto un sobrevuelo más de Ganímedes el 21 de julio para después virar sus cámaras hacia Europa, otro satélite de Júpiter mucho más propicio para buscar vida. La primera vez que la humanidad vio Europa de cerca fue gracias a la nave Voyager, que hace 40 años mostró su superficie helada cubierta de estrías rojizas como si fuera un descomunal ojo inyectado en sangre. Muchos años después, el equipo de Paganini usó uno de los telescopios ópticos más grandes de la Tierra, ubicado en la cima de un volcán hawaiano, para analizar los gases presentes en esta luna. En un estudio histórico confirmaron que había vapor de agua y que este podía provenir del océano salino oculto tras una gruesa capa de hielo de varios kilómetros de espesor.

En Europa el océano subterráneo puede reunir todas las condiciones para que puedan habitar seres vivos: agua en contacto con rocas, energía, compuestos esenciales para la vida y tiempo. Júpiter fue el primer planeta en formarse tras el nacimiento del Sol hace unos 5.000 millones de años. Europa y Ganímedes aparecieron poco después a partir de los escombros que rodeaban al planeta gigante.

“Realmente sabemos muy poco sobre la historia de cómo se formó Europa y el resto de lunas jovianas”, explica a este diario Scott Bolton, científico jefe de Juno. “Lo que sí sabemos es que este entorno es como un sistema solar en miniatura, donde la fuerza de gravedad de Júpiter hace que Europa se deforme y que esto genere calor en su interior. Además existe la posibilidad de que en el océano interior haya chimeneas hidrotermales, lugares que en la Tierra están repletos de microbios a pesar de estar en completa oscuridad”, resalta.

La nave estadounidense tiene previsto sobrevolar Europa en 2022 a apenas 320 kilómetros de la superficie. La última vez que una nave pasó tan cerca de esta luna fue hace 21 años durante la misión Galileo. Juno tiene previsto hacer un mapa de la superficie helada para comparar sus imágenes, mucho más detalladas, con las de su predecesora, y averiguar si ha habido cambios que podrían indicar procesos hidrológicos.

“Hasta hace poco”, continúa Bolton, “se pensaba que la única zona habitable del sistema solar donde podía haber agua líquida era en torno a la órbita de la Tierra”. “El hecho de que tengamos evidencias de la existencia de un océano en Europa y la detección de agua nos abre los ojos”, añade. El único lugar que podría rivalizar con Europa en la búsqueda de vida extraterrestre sería Encélado, una de las lunas de Saturno, donde se han descubierto espectaculares fumarolas que salen del hielo escupiendo vapor de agua y partículas, quién sabe si también microrganismos.

Uno de los instrumentos de Juno lanza señales de radio a la superficie y permite ver la composición interna del hielo, explica Paganini. “Dependiendo de las condiciones podría analizar los primeros 20 kilómetros de espesor. No sabemos cuán gruesa es la capa de hielo en Europa, pero se estima que tiene al menos cinco kilómetros y podría llegar a los más de 20. Lo que sí pensamos es que puede haber pequeños depósitos de agua líquida en zonas menos profundas y que estos podrían estar conectados con el océano inferior por una red de acueductos naturales. De esta forma puede que a apenas 200 metros de la superficie haya uno de estos depósitos. Sería mucho más fácil en el futuro tratar de llegar a la superficie en este punto, perforar y llegar al agua líquida”, describe.

Los instrumentos de Juno pueden buscar agua de una segunda forma: detectando las fumarolas, una especie de géiseres por los que el agua del fondo llega a la superficie, explica el ingeniero. “Es una ventana al interior sin necesidad de perforar”, añade.

Lo que esta misión descubra en estos últimos años de vida será clave para las siguientes que ya planea la NASA. La primera será Europa Clipper, un orbitador que despegará en 2024 y llegará a Júpiter en 2030. El siguiente paso sería Europa Lander, una misión que aún no está aprobada y que sería la primera en aterrizar en esta luna. “Llevaría un brazo robótico para recolectar hielo y usar sus instrumentos de a bordo para medir la masa, analizarlo con espectrómetros de rayos ultravioletas y hacer estudios sísmicos”, explica Paganini. Para mucho más adelante quedaría otra misión capaz de perforar el hielo más allá del primer metro de espesor, aunque tal vez no sea necesario, advierte el ingeniero. “Los instrumentos científicos capaces de ver luz infrarroja o ultravioleta podrían realizar mediciones indirectas que nos permitirían evaluar si la explicación más plausible para lo que vemos es la existencia de organismos. Es como si escuchas que viene un coche sin tener que verlo”, detalla Paganini

La hipotética vida de las lunas jovianas sería unicelular, “como la que había en nuestro planeta miles de millones de años atrás”, señala Paganini. “Tal vez haya algo más complejo, como extremófilos similares a los osos de agua, que tienen una gran resistencia a la radiación”, añade.

Juno tiene previsto visitar otra luna infernal pero apasionante: Io, un satélite repleto de volcanes y lagos de lava, el lugar con más volcanismo nuestro sistema planetario. Si sobrevive a sus últimos años de vida, la nave será programada para suicidarse. Se zambullirá en la atmósfera de Júpiter hasta que la presión la reviente por completo. La razón para este final es proteger a toda costa las lunas del planeta y la vida que puedan albergar.

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